ETA desoyó en julio de 1997 el clamor de todo un país y acabó a tiros con la vida de Miguel Ángel Blanco, concejal de Ermua (Vizcaya), tras un cautiverio a lo largo de dos interminables días en los que trató de chantajear al Gobierno de José María Aznar exigiendo el acercamiento de presos a las cárceles vascas a cambio de su liberación. El Ejecutivo se mantuvo inflexible y los terroristas ejecutaron su amenaza.
La memoria del edil es recordada cada año en todos los puntos de España, también en Ceuta.
El Partido Popular, formación en la que militaba Blanco, le volvió a rendir un sencillo homenaje ayer a los pies del monumento de la Plaza de la Constitución. Los militantes de Nuevas Generaciones habían desplegado en la barandilla tres banderas –la de Ceuta, la de España y la del País Vasco, la ikurriña– y habían colocado velas junto a varios retratos del concejal. Asistieron el presidente de la Ciudad, Juan Vivas, y una representación de su Gobierno y de militantes y simpatizantes de su formación.
La presidenta de NNGG y viceconsejera de Educación, Rocío Salcedo, leyó un comunicado en el que ensalzó a Blanco como “referente y símbolo de libertad, de conciencia y de solidaridad, de la defensa de los principios democráticos, de la defensa del Estado de Derecho”, de ahí que “el recuerdo y homenaje a su figura, junto a un renovado compromiso de todos en la lucha contra cualquier tipo de terrorismo, sigan vigentes en la actualidad”. Un joven que definió como “normal, una persona de su tiempo” y al que “sus inquietudes, su inconformismo y sus ganas de cambiar la realidad que le rodeaba y su espíritu de servicio le condujeron hasta Nuevas Generaciones”. Su vida, sin embargo, se vio truncada por el terrorismo, “un ataque frontal a los valores esenciales que presiden nuestra convivencia” y “la más grave lacra que hemos sufrido los españoles”.
Tras depositar, como el resto de los presentes, una flor sobre los retratos del concejal, el presidente Vivas animó a no olvidar la figura de Miguel Ángel Blanco, cuya vida fue segada “de manera absolutamente innecesaria y cruel” por el simple motivo de ser “una persona joven cuya única aspiración era servir a los demás a través de su ayuntamiento, sin pretensiones, porque sólo quería cumplir con una vocación que era la de realizarse sirviendo a los demás, pero unos criminales desde el fanatismo, la irracionalidad y la crueldad truncaron esa vida”.
Blanco, subrayó, “entregó su vida de manera involuntaria, de manera injusta y cruel”, pero al mismo tiempo como legado floreció el bautizado como Espíritu de Ermua, que a su juicio “sigue estando vigente en sus consecuencias positivas”, porque se tradujo en la “unidad de todas las formaciones políticas democráticas para juntas, con el amparo del Estado de Derecho, vencer al terrorismo”. Esa realidad, enfatizó Vivas ayer, está aún presente en la sociedad vasca, y en la española, como herencia de aquellos fatídicos días de julio.