He de reconocer que siempre confié -y lo sigo haciendo aunque cada vez sea más difícil- en que el ser humano posee, de manera constitutiva, una herramienta que le posibilita realizar la tarea más poderosa que la naturaleza haya concedido a cualquier especie que habite el planeta. Esta herramienta la llamamos pensamiento o razón, siendo la tarea más poderosa la de ponerse de acuerdo o la de entenderse unos individuos con los otros de manera masiva.
Entiendo aquí por pensamiento o razón la capacidad que tenemos de operar mentalmente con conceptos, de analizarlos y ponerlos en relación de manera coherente. Además, digo que el ponerse de acuerdo es la tarea más poderosa que podemos atribuir a tal herramienta porque es la cooperación la que ha garantizado el éxito de nuestra especie y el de otras. Ni siquiera hoy día ninguno de nosotros puede existir con garantías sin los otros, es absolutamente imposible.
Cualquier persona que piense en una democracia como el sistema político idóneo de organización de cualquier comunidad humana debe admitir los dos presupuestos anteriores. Sin embargo, hoy día las democracias que se suponen más avanzadas -entre las que se encuentra la nuestra, la de España- están amenazadas por un fenómeno que empieza a escucharse cada vez con más fuerza; el fenómeno de la polarización. En la literatura académica actual se diferencia entre dos grandes tipos de polarización; la polarización ideológica y la polarización afectiva. De manera muy aproximada y breve, la polarización ideológica hace referencia a que las creencias e ideas de los individuos de una sociedad dada se van alejando hacia posiciones más extremas. Mientras que la polarización afectiva hace referencia al alejamiento entre los individuos de una comunidad dada de manera que se rompe toda posibilidad de escucha y de diálogo.
Aparentemente, cualquiera de los dos tipos de polarización podrían ser dañinas para una democracia. Pero no nos confundamos, es la polarización afectiva la que es propiamente un riesgo ya que rompe cualquier posibilidad de diálogo, mientras que la polarización ideológica puede ser incluso un revulsivo que nos ayude a razonar o pensar mejor. Recordemos que es el diálogo -el intercambio de ideas- el que ayuda a pensar mejor, siendo de nuevo la cooperación lo que ayuda a encontrar mejores soluciones a problemas dados.
"Uno de los mayores aportes que la filosofía puede otorgar a nuestra sociedad actual es esta actitud desactivadora de la polarización afectiva"
En nuestra sociedad encontramos signos de polarización afectiva por doquier. La idea general sería algo así como que el otro individuo no se merece mi atenta escucha por ser en algún sentido inferior a mí, ya sea en inteligencia, en valores o en razón. Por poner algún ejemplo, en las redes sociales se puede leer frecuentemente: “los que votan a tal partido político es que son tontos”, “no te molestes en explicarle eso porque no te va a entender”, “no nos vamos a poner de acuerdo por lo que tú por tu lado y yo por el mío”, “los que tenéis tal ideología repetís una serie de dogmas y no pensáis”, etc.
Habiendo esbozado esta problemática actual, cabe decir que la filosofía es la disciplina por antonomasia que posibilita el diálogo racional desactivando la polarización afectiva. ¿O es que alguien se imagina a Aristóteles, a Descartes o a cualquier filósofo diciendo algo así como: “yo paso de discutir contigo porque no nos vamos a poner de acuerdo”? Lo importante en la filosofía es argumentar, pensar, razonar. Y estas tareas no tienen sentido realizarlas solo. Se realizan siempre con otros interlocutores. Cualquier filósofo cuando escribe un libro está respondiendo a cuestiones de otros filósofos anteriores o de sus adversarios intelectuales de su mismo tiempo.
Pues bien, esto es lo que defiendo: uno de los mayores aportes que la filosofía puede otorgar a nuestra sociedad actual es esta actitud desactivadora de la polarización afectiva. El lugar dónde trabajarlo es en las aulas de educación primaria, secundaria y bachillerato. Siendo esto lo que intento llevar a cabo durante parte de las sesiones de la materia de Filosofía. Pero este diálogo no se lleva a cabo sin más, sino con una serie de reglas fundamentadas en un estudio previo. Me comprometo a explicar las condiciones de este tipo de diálogo filosófico y el estudio en el que se fundamenta próximamente.
José Antonio Sierra Rodríguez
Profesor de Educación Secundaria y Bachillerato de Filosofía Licenciado en Filosofía por la Universidad de Granada Máster de Profesorado por la Universidad de Granada.
Máster en Lógica y Filosofía de la Ciencia por la Universidad de Salamanca.
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