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Día de reflexión

De lo que realmente nos gustaría tratar hoy es sobre los cientos de promesas que hemos escuchado a lo largo de la campaña electoral que finalizó la pasada medianoche, pero no podemos hacerlo para no incumplir la vigente ley electoral española. Una ley que establece que hoy es día de reflexión y que, por tanto, no se puede hacer propaganda política. Sinceramente nos parece una medida absurda, pero la ley es la ley y no queda más remedio que cumplirla.

Por fortuna, la vida no se reduce al estrecho mundo de la política. Hay muchas otras cosas sobre las que reflexionar y actuar.  Se nos ocurre que podríamos reflexionar entre todos sobre Ceuta, su pasado, su presente y su futuro. Creemos que es un asunto que a todos nos interesa y nos atañe. Y sin embargo, ¡qué poco tiempo le dedicamos en nuestro pensamiento y nuestra acción! Cientos de libros y artículos se han escrito sobre Ceuta, su naturaleza y su historia. Las vitrinas del museo, cuando lo teníamos, estaban repletas de objetos arqueológicos que nos hablaban, para quienes quisieran escucharlos, sobre el pasado de esta ciudad milenaria. Pero estos libros y piezas arqueológicas aguardan en las estanterías de la biblioteca y en los almacenes de museo a que los ceutíes se interesen por ellos y ellas.
Con el vigente sistema educativo es poco probable que consigamos suscitar la curiosidad de nuestros niños y niñas sobre la naturaleza y la historia de su ciudad. Encerrados entre cuatro paredes, a pesar del benigno clima que gozamos en Ceuta, nuestros niños y jóvenes se les niega la posibilidad de despertar sus sentidos, captar con plenitud toda la belleza de esta tierra y vivir experiencias gratificantes y emotivas. La educación sigue siendo demasiado abstracta y sobra mucha palabrería inútil. Esta falta de experiencias sensitivas y emocionales en contacto con la naturaleza termina afectando al desarrollo de sus habilidades intelectuales, manuales y sociales, además de incidir de manera negativa en su conducta.
Como dijo San Ambrosio, y muchos otros santos y sabios, “la naturaleza es la mejor de la maestra de la verdad”, y nosotros añadiríamos también de la bondad y la belleza. Contemplando la naturaleza uno puede llegar a aprehender la diferencia entre tiempo y eternidad. Es igualmente posible en la naturaleza desprendernos de aquellas ideas doctrinarias que coartan la libre búsqueda de la verdad y el fluir natural de las ideas que desembocan en el inmenso río de la imaginación y la creatividad.  Desde lo alto del Monte Hacho o en cualquiera de los bellos miradores con los que cuenta Ceuta es posible soñar de manera placentera e idear proyectos capaces de contribuir a que todos tengamos la oportunidad en esta tierra de gozar de una vida digna, plena y rica.  
La naturaleza nos enseña que la vida es gozo, pero también esfuerzo, y que logramos más avances sociales, económicos y políticos sirviéndonos de atributos tan naturales como la comunicación, la cooperación y la comunión. Todo ello está presente en la naturaleza en forma primaria, pero sólo el hombre es capaz de llevarlo a su máxima expresión. Los animales se comunican entre ellos, pero sólo nosotros, que sepamos, podemos llegar a compartir los sentimientos y pensamientos con el grado de eficacia que hemos logrado gracias al habla y la escritura. También cooperan los animales, pero sólo los seres humanos estamos en disposición de diseñar estructuras sociales tan complejas como nuestras ciudades.
En estos momentos del desarrollo histórico del ser humano hemos llegado a un punto de toma de conciencia sobre el destino colectivo de la humanidad y del propio planeta. Ya no hay nuevas tierras que explorar y conquistar ni grandes secretos que esconder a los demás, ni recursos que podamos poseer en exclusividad. El volumen de información científica y de obras del pensamiento es tan inmenso que ya no somos capaces de procesarlo en nuestra limitada cabeza. Ante esta sobreinformación se hace cada día más necesaria e imprescindible la labor de síntesis científica y filosófica, cuyo resultado debe contribuir al acceso justo de la riqueza colectiva, al fomento de la cultura y la promoción del arte. El objetivo final y primordial no puede y no debe ser otro que la plena realización de todos los hombres y mujeres de la tierra.
La naturaleza y la meditación serena que ella nos alienta nos sitúan fuera de la presencia exterior y nos conecta con nuestra alma. Al regresar de  este tipo de meditaciones trascendentes ningún ser humano, como dijo Joseph Campbell, “puede tomarse muy seriamente en cuenta como Don Fulano, de tal o cual población de cierto país. La sociedad y los deberes se esfuman”. Al darse cuenta de su ser, -y de su participación en la esencia de la que formamos parte todos y todo-, el tener deja de revestir importancia. Uno toma conciencia del extraordinario milagro que es la vida y de la enorme suerte que tiene el ser humano de vivir de manera consciente y ser co-creador del cosmos. Esta capacidad creativa, pero ahora teñida con los tintes de la eternidad, puede aplicarla a cosas menos abstractas y más concretas como el amor a la naturaleza  del lugar en el que vive y a los seres con los que comparte alegrías y sufrimientos, el cultivo de la inteligencia individual y colectiva, y la expresión mediante el arte de la imaginación y los sueños.  
Ya ven que este día puede servir para reflexionar sobre asuntos algo más trascendentes que la simple elección de las papeletas que depositaremos mañana en una urna de plástico transparente. No decimos que este gesto no tenga importancia, pero no debemos esperar demasiado de sus resultados. Nada cambiará si no somos capaces de iniciar una profunda transformación en nuestra manera individual de percibir, sentir, pensar y actuar. Seguimos atrapados en un círculo de entendimiento muy estrecho, cuyo centro sigue siendo nuestra particular tribu religiosa, racial, partidista, local o nacional. En el interior de este círculo nos sentimos seguros, pero es una cárcel de las que muchos no quieren salir y otros tanto se preocupan de que nadie salga. El poder de estos últimos dependen del nivel de gregarismo que consigan lograr en el seno de su tribu, lo que consiguen con la exaltación del grupo que lidera frente a los grupos rivales. Frente a estos grupos etnocéntricos surge la perentoria necesidad para el futuro de la humanidad de la proliferación de personas que abandonen los rituales impuestos, la despersonalización y la automatización y avancen con decisión hacia la autodisciplina interna, la individuación y la autonomía.

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