Podeándonos de egoísmos y cerrando la puerta a los males ajenos pasamos de largo por lacras sociales que no tienen diagnóstico ni una fácil salida. Probablemente, la capacidad económica de disponer todo aquello que caprichosamente deseemos se convierte en la peor de las tentaciones. La pérdida del sentido y no ser dueño de nuestras acciones nos transporta hacia un mundo desconocido, saboteando el control de la personalidad y haciendo débil la supuesta fortaleza del ser humano.
Transformar una conducta responsable por una desvariada o fuera de la normalidad es sencillo si traspasamos la frontera de la racionalidad.
Las malas influencias unidas al desatino de una vida mal organizada acercan a un submundo peligroso a millones de criaturas que sucumben a las drogas y se enredan en un camino con pocas salidas.
No podemos salvar a nadie por su posición social, ni por sus cualidades humanas o profesionales… subestimar el consumo de estupefacientes por pensar que estamos por encima del bien y del mal es una actitud normal en personas muy bien respaldadas social y económicamente, haciendo de sus vidas un caos sin posibilidad de comunicación alguna por miedo a perder todo lo conseguido por su esfuerzo, carisma, valía o por aquellos que le ofrecieron la posibilidad de ser alguien.
Nadie está libre de caer en manos de mal acechante, burda forma de experimentar con nuestro cuerpo y nuestra mente, buscando una supuesta libertad escondida en las drogas y volviendo la espalda a tantas y diversas opciones que da la vida para disfrutarla sin destruirnos.
Una sociedad que vive enganchada a la falta de valores, a la mentira, a las promesas incumplidas, a la deslealtad, al tanto tienes tanto vales, al sinsentido de la falsa modestia, al interés constante, a remar a corriente, a la traición y a cientos de causas con fines poco éticos pero rentabilizados en un escondido anonimato que nos resta visión para saber hasta donde llega lo correcto.
Así es la droga, oculto placer efímero que puede servir como salvoconducto para un tiempo pero a la larga termina marcando nuestro devenir y afectando a todos los niveles de nuestras vidas, mostrando definitivamente todo aquello malo sembrado sin darnos apenas cuenta.
Las terapias y los métodos para conseguir desintoxicar a un individuo son loables por la dedicación y la entrega de muchos profesionales para sacar del ostracismo a auténticas marionetas humanas, intentando salvar a la persona, rescatando la voluntad, superando trastornos fisiológicos y mentales y encauzando almas perdidas.
Las clínicas, centro y asociaciones suponen la última oportunidad para muchos desahuciados sin esperanza de abandonar las drogas, medida indispensable e importante donde apoyarse cuando no hay más soluciones.
Acabar de una forma tajante con el consumo y adicción a las drogas en nuestra juventud es una difícil tarea que no se resuelve con medidas intermedias, sino profundizando en las estructuras sociales y adelantándose a ese primer contacto con las drogas que cada vez sucede a más temprana edad.
Los daños colaterales de las drogas son diversos; hundiendo en la depresión y en la tristeza a padres y hermanos, destruyendo familias, arruinando empresas y el porvenir de los suyos…
Dedicado a todos los lectores de esta sección semanal que viven en el silencio de una realidad oculta, a ti y a tú infierno diario que no puedes manifestar por que se te fue de las manos hace mucho, se fuerte y sal de la desesperación, pide ayuda a los más cercanos, olvidando el que dirán, defiende tú vida antes de que sea tarde y se acabe tú crédito ante los demás y ni tú posición, ni los títulos, ni la soberbia de que puedan sacarte de ese claro pozo.
La ayuda de todos es fundamental y tender la mano de una forma callada, anónima y solidaria (sin tener que enterarse nadie…) es un acto de responsabilidad donde no podemos fallar.