Soledad Becerril no debe ser sospechosa de nada ante la Administración. Mucho menos ante la del PP. Sus criterios, sus recomendaciones, sus apreciaciones deberían ser tenidas en cuenta, ya que como institución se posiciona con acierto sobre asuntos cuyos incumplimientos traen consecuencias negativas. En una entrevista concedida a EL FARO, Becerril hablaba sobre las devoluciones de inmigrantes. Su respuesta sigue siendo la misma que hace años: “El control de los flujos migratorios y la necesidad de que las personas que deseen entrar en nuestro país lo hagan de manera legal y ordenada ha de ser necesariamente compatible con el respeto a los derechos humanos y a las obligaciones internacionales suscritas por España. La legislación española y la internacional no permiten las devoluciones automáticas sin verificar de forma individualizada las circunstancias de las mismas”.
Es lo mismo que dijo en 2005 y que repite ahora en 2017. No dice nada nuevo, nada que no pueda ser fácilmente entendible salvo para un Gobierno que fija protocolos extraños y que deja expuestos a los agentes de las fuerzas de seguridad a cometer acciones que no casan con la recomendación de la Defensora y con las normativas internacionales. Y hablo de protocolos extraños porque todos hemos sido testigos de cómo se han hecho devoluciones de encaramados a conveniencia, sin un criterio claro, cuando la normativa no ha cambiado. Se ha actuado a golpe de impacto, pero con las leyes, con los derechos humanos, el impacto no sirve, eso solo sirve a los políticos cuyo sillón se sostiene según el momento de presión.
Becerril viene a Ceuta. Visita el CETI y el centro de menores. Esperaremos el informe sobre su visita. Será, como todos, adecuado y certero. Lástima que solo sirva para cubrir informativos.