Es uno de los trabajos más complicados. Supone desandar un camino a ciegas, llegar a la identidad de un cadáver en una ciudad frontera como es Ceuta, en donde la muerte y la tragedia siempre están presentes.
El Laboratorio de Criminalística de la Policía Judicial de la Guardia Civil lucha contra el conformismo, pelea por poner nombre y apellidos a personas que murieron en el intento por cruzar a Ceuta. Una labor impagable por cuanto supone el fin para la agonía de aquellas familias que desconocen dónde están sus hijos.
El pasado 7 de julio la Guardia Civil, con ayuda de Marsave, localizaba a la altura del Chorrillo el cuerpo sin vida de un joven que había intentado el cruce del espigón ayudándose de unos manguitos como los que usan los niños para aprender a nadar.
Era uno de los 20 cadáveres encontrados en este 2024. Fue enterrado sin identificar, al igual que ha ocurrido en otros seis casos más. Ahora, gracias al trabajo de la Guardia Civil se ha conseguido saber quién era: un varón de 27 años, natural de Argelia.
Se llamaba Tadj, sus restos están enterrados en la tumba 4987. Una tumba que, ahora sí, tiene nombre y apellidos.
“Este es el último caso que hemos tenido” exitoso en cuanto a su identificación, explica Rafael Chernichero, componente del Laboratorio de Criminalística de la Policía Judicial de la Guardia Civil.
“El procedimiento que se sigue” en todos los casos pasa por “recoger las huellas de los cadáveres y una muestra de ADN para enviarlas a Madrid. Eso se retransmite a Interpol vía Dirección de la Guardia Civil y, en este caso concreto, el 20 de septiembre Argelia contestó que, por huellas y fotografías que se habían retransmitido, se trataba de un ciudadano suyo, un argelino. Ahora hay un cadáver enterrado sin identificar que ya se le puede dar un nombre”, detalla el agente.
No siempre se consigue. Las sospechas no sirven en casos en los que se reclama una exactitud plena. Aquí no se puede fallar. En Ceuta se han enterrado este año seis cadáveres sin identificar, entre ellos, el de un niño encontrado a la altura de la Potabilizadora el pasado mes de septiembre. Son casos que no se olvidan, casos sobre los que persiste una alerta que la Benemérita no deja que se apague.
“La sección de investigación continúa con su tarea de intentar identificarlos, ya sea porque aparezca algún familiar que quiera verlo” en fotografías “y, si no, con el procedimiento de ADN y huellas que sigue su curso. Aún no ha contestado ninguno de los países” de los que pudieran ser originarios estos fallecidos.
“Hay veces que se tarda por el proceso de ADN, porque a lo mejor” el obtenido “no está en la base de ADN mundial, pero igual dentro de un año hay un familiar que aparece”, explica Chernichero, y entonces salta esa particular alerta que supone, en este caso, dar un paso importante para familias esperanzadas en obtener información.
El procedimiento seguido en todos los casos es el mismo. Nunca se archivan estas historias, permanecen activas hasta el final. En el plano periodístico, lo que quedó como la narración de una tragedia asociada a la inmigración se transforma, ya en el ámbito policial, en una nueva investigación. El éxito logrado en cada uno supone también saldar una deuda con una madre que espera saber algo de su hijo. Eso, sin duda, es la mejor recompensa.
“Por ejemplo el ADN se vuelca en una base de datos de personas desaparecidas y cada cierto tiempo, Interpol, a través de la unidad técnica de Policía Judicial, pregunta si ha aparecido. Comprobamos que esa persona sigue sin identificar y permanecemos a la espera” de que pueda aparecer.
Las prisas en este campo son malas consejeras, sobre todo porque aquí no cabe margen de error. Las identificaciones se sostienen sobre conclusiones exactas, al 100%, pase el tiempo que pase. Y de eso, de las esperas, entiende y mucho el Laboratorio de Criminalística, que, por ejemplo, hace unos meses logró identificar un cadáver hallado hace 9 años.
Esto permite que su familia pueda cerrar el ciclo del duelo, terminar con la incertidumbre.
“El año pasado hubo un caso de una persona” cuya identidad “se confirmó por ADN” y que había sido encontrada “9 años antes”, detalla Chernichero. “Seguramente algún familiar se identificó, se obtuvo un perfil de ADN en ese país y coincidió con la base de ADN que se tiene”.
La clave en todos estos casos está en denunciar en cualquier Comandancia de la Guardia Civil y en aportar el mayor número posible de datos que sirvan para encauzar una de estas historias. Porque lo que no se denuncia no existe. Publicar los casos en los medios de comunicación y redes sociales ayuda, pero también hay que denunciar.
“Lo ideal es la denuncia por desaparición, que se aporte todo el material que tengan de esa persona, características, algún dato significativo en el cuerpo… porque nosotros tenemos que reseñar todo lo que es significativo, como la vestimenta que podía tener el día de la desaparición. Con esa información, lo que se le da a Interpol ya no es algo genérico, sino que aportamos características. Se está dando un posible candidato, es más fácil buscarlo así que algo genérico”, detalla Chernichero.
La imposición del visado para cruzar fronteras ha sido un lastre para marroquíes que tienen a sus familiares desaparecidos ya que no pueden acceder a Ceuta. En Marruecos también se puede denunciar, lo importante es dejar siempre una evidencia oficial de lo ocurrido.
En las labores de identificación se pasan muchos filtros porque para la Guardia Civil no puede haber margen de error. “Hay unos estándares científicos” que se respetan. Por ejemplo, en el tema de las huellas, la identificación es fehaciente cuando hay 12 puntos característicos iguales. Cuando eso se puede demostrar, la identificación está estandarizada científicamente.
En lo que va de 2024 se ha logrado la identificación de buena parte de los fallecidos, otros permanecen en ese particular limbo que nunca se olvida.
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