Categorías: Opinión

Después de los fastos inaugurales de La Manzana

E n justa coherencia con la magia de la arquitectura estelar se presentó hace una semana ante la opinión pública el complejo entramado de edificaciones denominado Manzana del Revellín.  A través de nuestros artículos de opinión hemos estado exponiendo nuestra postura crítica en relación al urbanismo y a la ocupación territorial en Ceuta. Este asunto de la Manzana del Revellín nos ha preocupado y continua haciéndolo debido sobre todo a la pérdida de paisaje urbano, a los posibles usos comerciales en vez de cívico-culturales de ciertos edificios del complejo de Siza, al abandono de espacios culturales ya existentes, al enorme coste económico de la obra y al dispendio que supondrá el mantenimiento de este conjunto de enormes moles de hormigón tan costosas como inapropiadas.
El paisaje urbano está alterado y profundamente transformado por la interposición de los enormes bloques y muros ciegos muy próximos entre sí, la discordancia con el entorno es absoluta. Desde el punto de vista del espectador el resultado es aberrante. Además, la solución a la trama urbana tampoco parece muy adecuada puesto que no cumple el objetivo esperado, esto es, que sirva de lugar de encuentro para la población, sino tan solo de centro neurálgico desde donde admirar las portentosas fachadas tintadas de blanco. Esta es la ilusión del arquitecto estrella, que admiren su obra de volúmenes y superficies, a pesar de que el color blanco produzca un gran deslumbramiento y sea francamente molesto. Un tinte blanco pero algo mezclado de otro color suave hubiera resultado más amable y apropiado. En un lugar con amplia visibilidad como las explanadas que la ciudad de Lisboa destinó para la exposición universal sería un curioso edificio, costoso pero sin graves consecuencias paisajísticas.
Sobre el coste, solo podemos indicar que más de 50 millones de euros es algo que, simplemente, no se puede permitir nuestra ciudad. Por otra parte, pone en evidencia el enorme agravio comparativo que se produce en relación a otro tipo de necesidades culturales que nunca se atienden desde la Ciudad Autónoma. Habrá que hacer una recopilación de todo lo que se podría llegar a realizar con este montante económico e incluirlo con detalle en un buen informe de territorio y urbanismo de la Oficina de Sostenibilidad de Ceuta. Deben recordar los políticos en activo que viven aquí, que hay cuestiones que no se disculpan en una ciudad tan pequeña ni se olvidan fácilmente. La humillación que puede causar muchas peticiones legítimas sin atender (casas de cultura en las barriadas, centros cívicos de reunión ciudadana, la simple atención de los servicios municipales en algunos lugares de la ciudad, etc…) se convierten en rencor y estas, a su vez, en resentimiento si se somete al tiempo de cocción necesario. Dicho de otra forma, este dispendio económico no puede quedar en el olvido y al menos se debe tener en cuenta que, a partir de ahora, no se entenderán fácilmente las negativas a peticiones legítimas de una ciudadanía cada más empobrecida económicamente y más necesitada de atenciones socio-culturales. No quieran convencernos de que esto es una inversión en cultura, más bien parece la apuesta de un gobierno por hacerse una foto con Álvaro Siza con la finalidad de vender la marca Ceuta. Se comparta o no desde el punto de vista moral, (realizar esta magna inversión en tiempos de crisis con el dudoso fin de atraer visitantes a Ceuta) no creemos que haya sido ejecutado inteligentemente, sino que simplemente ha dejado hacer, limitándose nuestro gobierno a dar ánimos y dinero, mucho dinero de todos los ceutíes a una dudosa empresa pseudo-cultural. Algo muy diferente al caso del Alcalde de Pallafolls, un ejemplo interesante que pone de manifiesto el señor Moix (crítico de arquitectura de la Vanguardia). Este alcalde se las ingenió para atraer a Palafolls a dos arquitectos estrella (Isozaki y Miralles) para que le diseñaran espacios de interés cívico-cultural (Biblioteca y un Pabellón polideportivo) con el apropiado equilibrio entre producto e inversión económica y todo ello en base a un proyecto bien especificado y controlado por la parte contratante. En definitiva, el ejemplo de Palafolls, se trata de un modelo de gestión inusual en la práctica política, pues lo habitual, es contratar al gran artista y dejarle hacer a su antojo sin controlar ni su gasto ni sus diseños ocurrentes y sin hacerse las preguntas que dicta el sentido común: ¿será apropiado para mi ciudad, estará sobredimensionado, rompe el equilibrio estético, podré pagar semejante dispendio?, etc.
Si en vez de actuar de esta manera tan superficial se hubieran pensado bien los usos para este espacio quizá hubiéramos conseguido una obra más sostenible, amable, integradora y apropiada con la que restituir de alguna manera la pérdida por otra parte irreparable del histórico Cuartel del Revellín. Una intervención que atienda las necesidades del ciudadano e incluya al patrimonio histórico y todo lo que se considere que merece la pena conservar en su trama, reconozca las claves identitarias del lugar y sepa interpretarlas correctamente. Lo moderno se puede mezclar perfectamente con la tradición de la misma manera que el patrimonio histórico identifica a los paisajes ejerciendo una atracción  importante en los seres humanos. En fin, se trata más de gestionar el paisaje interpretándolo en clave ciudadana que de construirlo de una manera artificiosa con la ayuda de un divo de la arquitectura mundial. Nuestra visión de la cuestión encaja con la de expertos como Busquets y Cortina (coordinadores de un master de gestión e intervención del paisaje de la Universidad Autónoma de Barcelona). ¿Porqué se ignora nuestro teatro Cervantes?, un lugar interesante desde el punto de vista arquitectónico, ¿porqué se ha demolido el Cine África y no se ha optado por su conversión en espacio para la  difusión cultural?, ¿porqué esa tirria a lo antiguo como si fuera de malo atenderlo?, que pena que el teatro Cervantes o el difunto cine África con todo su aforo no puedan votar, ya que de lo contrario tendríamos el patrimonio mejor cuidado de España.   
Ahora tenemos la obra terminada y comienza el calvario de darle un uso apropiado y correr con los gastos de mantenimiento. Sobre este asunto conviene señalar que hay algunos edificios, al menos dos de ellos, con un uso incierto o poco definido, puede que terminen siendo utilizados como oficinas de la Ciudad Autónoma puesto que ya parece que la ubicación del mercado municipal ha quedado descartada definitivamente. Nosotros solo esperamos que no terminen sirviendo como hábitat de burócratas y se les de un uso más participativo en aspectos cívicos-culturales. En cualquier caso, las zonas reservadas para usos privados han sido vendidas y revendidas, incrementándose sus valores de mercado enormemente. Esperemos que la ciudad no termine comprando los locales a precio de oro. Por desgracia, las edificaciones se alejan del principio que plantea el ejercicio de la arquitectura también como una solución técnica a unos requerimientos funcionales. Sobre los usos debemos también indicar que el aforo del teatro diseñado para el Revellín es de 625 personas mientras el del Instituto Siete Colinas es de 750.
E fin, no creemos que se necesite hacer una valoración más profunda de este asunto para darse cuenta de que tampoco en este aspecto la construcción atiende de una manera apropiada las necesidades de una población creciente. Todos estos aspectos van a entorpecer una buena gestión de los inmuebles que por otra parte se nos antoja difícil y problemática en manos municipales con sus dificultades de personal y de productividad.
En cuanto al mantenimiento del conjunto es complicado y sobre todo carísimo, la singularidad del diseño incluye una pléyade de piezas exclusivas (alicatado curvo de las columnas, pomos de las puertas, etc…) las cuales requieren una construcción a medida que las encarece muchísimo. Además de un personal especializado para su reposición, por todo ello, a la inversión inicial desorbitada, habrá que sumar el elevado coste de mantenimiento de los edificios. En definitiva, los fondos públicos no duelen porque no son de nadie y se está autorizado por ley casi natural a saquearlos sin pudor y prácticamente sin el derecho a discrepar de tales actos.
Habrá que estar muy atentos al impulso que el conjunto Siza tenga en relación al incremento de visitantes foráneos a nuestra ciudad. De esta manera se podrá valorar mejor si todo este dispendio al menos ha valido la pena desde el punto de vista económico.

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