Si alguno pensaba que esto ya no podía ir a peor se equivocó. Al complejo problema de la frontera se suma ahora el enredo político que se avecina, después de que el jefe de gabinete, Juan Hernández, hiciera las veces de delegado para afear la poca colaboración de la Policía Local en el control del indecente colapso de tráfico ocasionado este fin de semana. Digo indecente, porque calificarlo de “mal trago” como dijo ayer Salvadora Mateos, creo que es tomar el pelo al personal. Habló Hernández (insisto, está pareciendo ya un segundo delegado cuando un jefe de gabinete nunca debe tener ese protagonismo mediático hasta el punto de que ayer habló más que la propia delegada) y no tardó en salir el PP a la palestra pidiendo la dimisión de Mateos. Otra vuelta más al enredo de una clase política que no está a la altura para calmar a la población, hasta el punto de convertir el caos fronterizo en arma arrojadiza. El PP no está en condiciones de pedir la dimisión de Mateos cuando no supo ni quiso reconocer la incapacidad manifiesta de su propio delegado del Gobierno, al que no tuvo valor de cambiar. El primero que no lo tuvo fue el presidente regional, Juan Vivas, presionado hasta el límite por las circunstancias y receptor de muchos problemas que no eran de su competencia. A Vivas, como ahora a Hernández, también le gustaba ser el delegado en la sombra y hasta en las reuniones ministeriales para resolver asuntos de competencia de la Administración estatal quien hablaba era él, el alcalde del pueblo. ¡Toma ya!
Vamos a tener una semana calentita porque se avecinan reacciones de todo tipo. Tras escuchar a unos y otros, los ciudadanos nos quedamos con la misma sensación: nos toman el pelo. ¿Nos interesa quien hace o deja de hacer, cuando unos y otros se echan la culpa? Lo que queremos son soluciones, no una ciudad colapsa, inviable, en la que con tantas reuniones de OPE, tantos Comités y tantos cargos con buen sueldo, nadie es capaz de poner el pie en el freno. Si ahora quieren tortearse políticamente que sepan que nosotros no queremos ser sus espectadores. Estamos hartos de su circo, señores.