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Desprevisto de presencia

Tal y como dijo Juan Belmonte «Para ser torero no sólo hace falta serlo, sino parecerlo…», sentenciando a aquellos que no mantenían una imagen apropiada, tanto en el vestir como en la forma de actuar en la vida. Y no se equivocaba el “Pasmo de Triana”, que no daba puntá sin hilo y se expresaba con tal agudeza que le hizo congeniar con la generación del 98. Sabia sentencia que hoy muchos contradicen con su comportamiento y con la desfachatez de su vestuario.
Pero una vez más lo aplicaré a la sociedad, al imparable progreso del todo vale, al continuo empeño de desvirtuar todo lo establecido con el objetivo claro de quien pretende que los propios se sientan extraños y los extraños propios.
Nuestro aspecto ante los demás matiza nuestra forma de ser y nos distingue como seres únicos, expresando mediante nuestra imagen un conocimiento social, en síntesis una moderada madurez, moldeada con el criterio que da la experiencia vital y unas pautas construidas a base de hábitos.
En la actualidad distinguirse como únicos está más relacionado con tatuarse el cuerpo con el nombre de la “parienta” en chino y ponerse una camisetita de tirantes lo suficiente grande como para lucir esas grafías chinas o, por otra parte, taladrarse con una colección de piercing que lo diferencien del resto, aunque alguno se los clave en la misma lengua y se haga ininteligible el ya escaso lenguaje del sujeto. Pueden llamarme carca o antiguo, pero instaurar estilos y darles forma para convencer a todos que esa es la normalidad a mi no me llega… No puedo habituarme a aspectos muy propios para señalarse por tal o cual tribu urbana, pero muy lejanos de los estándares de moda normales en una sociedad occidental.
No se equivoquen, nunca se puede calibrar a una persona por su aspecto, pero cada lugar tiene unas pautas de comportamiento y el decoro es imprescindible.
Utilizar una moda “casual” nos da ese equilibrio de corrección y nos permite utilizar prendas que hagan adivinar nuestro estilo, aunque sin excesos innecesarios en la mayoría de escenarios de nuestra vida.
Luego no podríamos obviar a quien no luce o se excede buscando la distinción no correspondida, mostrando prendas de diseño y marcas buscando lo que no es, ocultando tras una apariencia ficticia un semblante engañoso o la abundancia de limitaciones (un cerdo vestido de Burberry de pies a cabeza no se esconde fácilmente, aunque haberlos haylos no tendría mucho mérito nombrarlos hoy).
Definitivamente, abandonen los pantalones piratas, las cangrejeras, el deslucido y poco fundamentado estilo vintage y las tendencias casposas… Sorteen con habilidad las pasajeras corrientes y hagan un buen fondo de armario que los pertrechen de vestuario ante los tiempos de crisis, donde puedan combinar prendas sin las excentricidades con aires del new look de los “indignados”.
Perdonen mi particular muestra del ser y estar, verbos tan regulares como la frecuencia de dignidad en nuestra conducta ante los demás.
Respetar la diversidad no debe ocultar los valores y las formas de aquello instituido correctamente, actuando según disponga las normas, protocolo, educación y asumiendo nuestro papel de ser humano comprometido para la beneficiosa interrelación de todos.

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