Despolitizar el patrimonio

Desde que se dio a conocer la noticia de la aparición de importantes restos arqueológicos en el Pasaje Fernández se ha suscitado una enorme preocupación en el principal partido de la oposición, la UDCE, por la conservación de estos vestigios correspondientes al periodo medieval de Ceuta. Esta preocupación resulta digna de destacar pues demuestra un interés por la preservación del patrimonio, algo que debería ser habitual entre nuestros representantes políticos. La fiscalización que UDCE está haciendo del desarrollo del proceso de investigación y futura conservación de este yacimiento arqueológico le ha llevado a amenazar en varias ocasiones con acudir a los tribunales ante la sospecha de un supuesto intento de evitar el mantenimiento de estos restos de indudable interés patrimonial. En su última rueda de prensa para tratar el tema de los restos arqueológicos en el Pasaje Fernández ha calificado de muy grave un supuesto incumplimiento de las indicaciones del arqueólogo municipal sobre la superficie del terreno que debía ser objeto de intervención arqueológica.
Por nuestra parte, la asociación Septem Nostra ha mantenido una permanente atención por el desarrollo de los trabajos arqueológicos en el Pasaje Fernández. Así, nada más conocerse la aparición de una serie de elementos arqueológicos de elevado interés histórico, solicitamos por escrito copia del expediente relativo a las distintas intervenciones arqueológicas realizadas en este céntrico solar. La información solicitada se nos remitió al poco tiempo y pudimos comprobar la importancia de los restos y los pasos seguidos en su documentación, siempre respetuosos a lo establecido por las normativas legales vigentes y acordes a los principios metodológicos de la ciencia arqueológica. El respeto a las normas legales y al proceso lógico de cualquier actuación arqueológica pensamos que se viene manteniendo durante el transcurso del complejo y delicado proceso de identificación e integración de estos restos en el contexto de un proyecto de construcción avanzado en su diseño y comercialización. Ésta es nuestra impresión y si tuviéramos el más mínimo indicio de lo contrario, seríamos los primeros en denunciarlo ante las instancias oportunas y la opinión pública.
Puede que la UDCE cuente con información de la que nosotros carecemos para sostener su última denuncia sobre un posible incumplimiento de las directrices del arqueólogo municipal en cuanto a la extensión del terreno a explorar. Desde Septem Nostra, al conocer estas declaraciones, nos pusimos en contacto con fuentes de la Consejería de Educación y Cultura que nos explicaron que se iban a respetar los 900 m2 del área por investigar, aunque se había tenido que modificar de manera puntual la zona inicialmente elegida por motivos de seguridad.
Siendo así las cosas, al menos desde nuestro punto de vista, habría que preguntarse a qué responde este inusual interés de la UDCE por la conservación de este particular yacimiento arqueológico, dejando claro que se trata, en cualquier caso, de un interés legítimo. Puede que la explicación haya que buscarla en la adscripción cultural y religiosa de los restos exhumados, entre los que destaca el hallazgo de un oratorio islámico en magnífico estado de conservación. Si nuestras sospechas fueran ciertas nos veríamos obligados a expresar nuestro desacuerdo por un nuevo caso de manipulación de la historia para cuestiones políticas o ideológicas. Uno más que añadir a la lista de desatinos en los que tanto el gobierno de la Ciudad como la UDCE vienen incurriendo en lo referente a una cuestión tan delicada como la identidad cultural y la historia. Cierto es que quien han abierto la caja de Pandora ha sido el gobierno de la Ciudad con la constitución de la fundación para la conmemoración de la conquista portuguesa de nuestra ciudad. Como ya dijimos en anteriores ocasiones, el problema no está en conmemorar un hecho histórico sino en el tratamiento institucional que se le ha querido dar y la falacia de los argumentos expuestos, llegando incluso a un burdo intento de tergiversación de la historia de Ceuta.
Resulta como poco arriesgado emprender el camino de indebidas apropiaciones de la historia y el patrimonio, sobre todo cuando se hace de manera sectaria y con fines políticos. Desgraciadamente, es un grave error en el que vienen cayendo de manera permanente tanto el gobierno autonómico como el principal partido de la oposición. Unos representándose como los caballeros portugueses que trajeron de nuevo el cristianismo a esta tierra transfretana y otros expresando su solidaridad con los habitantes de Ceuta que en 1415 fueron expulsados por las tropas lusitanas. El disparate es mayúsculo y la ignorancia sobre el sentido de la historia es impropio de personas con un mínimo de bagaje cultural. A este respecto permítannos reproducir las palabras del célebre filósofo de la historia, el Prof. R.G. Collingwood, contenidas en su conocida obra “La idea de la historia”. Para este maestro de la actual ciencia histórica, “hacer juicios morales sobre el pasado es sucumbir a la falacia de imaginar que en algún lugar, detrás de un velo, el pasado sigue ocurriendo y cuando lo imaginamos así sentimos una especie de ira, de actividad frustrada, como si la matanza de Corcira estuviese efectuándose en el cuarto de al lado y debiéramos cruzar la puerta y detenerla. Para rescatarnos a nosotros mismos de este estado mental sólo necesitamos comprender claramente que estas cosas ya han ocurrido; que han pasado; que no hay nada que hacer respecto a ellas; tenemos que dejar que los muertos entierren a sus muertos y elogien sus virtudes y lamenten su pérdida”.  
La conservación de un yacimiento arqueológico nunca debería estar sujeta a criterios de tipo ideológico, político o religioso. La administración, como principal garante del cumplimiento de la legislación patrimonial y la defensa del interés general, tiene que basar sus decisiones respecto a la preservación de unos restos arqueológicos en argumentos de índole técnicos, entre los que figuran el estado de conservación de los restos, su singularidad o su capacidad de cumplir una función social y educativa. Nadie con un poco de sensatez puede imaginar que la administración y mucho menos los técnicos encargados de velar por nuestro patrimonio, basen sus decisiones en cuanto a qué conservar y cómo en función de la religión que practicaron los artífices de determinados vestigios arqueológicos. Nunca se aludió a argumentos de este tipo cuando se decidió la conservación de la basílica tardorromana ni creemos que se manejen conceptos similares en cuanto a la protección del oratorio islámico hallado en el Pasaje Fernández.
Cada uno es muy libre de defender con más o menos énfasis lo que considera su interés ya sea político, cultural o religioso. No obstante, pensamos que siempre resulta deseable que determinados temas, como la historia y el patrimonio, sean tratados con el suficiente rigor y seriedad. Nuestra identidad cultural se conforma a partir del pensamiento histórico y cobra consistencia gracias al patrimonio cultural tangible e intangible que hemos heredado y acrecentamos cada una de las generaciones que venimos ocupando el territorio ceutí. Considerar la historia como un viejo baúl del que vamos seleccionado aquello que nos gusta y arramblamos aquello que no nos pega con nuestro pensamiento religioso o cultural supone un ejercicio de supina estupidez. Si realmente deseamos construir un futuro esperanzador para todos centrémonos en el presente y hagamos el esfuerzo de construir una identidad cultural común que mire al pasado con orgullo y camine hacia el futuro libre de prejuicios y rencores.