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Deslices

Este verano tórrido, bochornoso, sofocante y casi infernal, en el que las altas temperaturas baten records inimaginables, me está poniendo al borde del estrés. Si, por añadidura, se producen sucesos como los de la frontera de Melilla, o deslices -desaciertos o indiscreciones involuntarias, según el diccionario- que vienen a afectar, e incluso a ofender, la esencia de nuestras dos ciudades norteafricanas, pues peor todavía.
Mientras el caso de los incidentes de  Beni Enzar se presume superado, según el Ministro Rubalcaba, tras su visita a Rabat y su pleitesía ante Mohamed VI (se presume, repito), nos sale por otro lado el portavoz del Grupo Socialista en el Congreso, José Antonio Alonso, metiendo estruendosamente  la pata, nada menos que en sede parlamentaria, con una desgraciada y deplorable intervención, según la cual ”González Pons ha estado en  Marruecos, y Aznar ha estado en Marruecos”, cuando ambos se limitaron, en perfecto uso de su derecho, y sin salir de España, a visitar la ciudad  de Melilla para expresar su solidaridad con los melillenses y con las Fuerzas y Cuerpos de la Seguridad del Estado, especialmente con las mujeres que forman parte de ellas, vejadas desde el otro lado de la raya fronteriza. Si hemos de creer al Gobierno, tales visitas constituyeron una tremenda deslealtad y toda una provocación. El mundo al revés, vamos.
En realidad, el desliz del citado portavoz no tendría que cogernos de sorpresa, porque no es ni el primero, ni el segundo, ni el tercero, ni el cuarto, en los que van cayendo  altos, e incluso altísimos, dirigentes de su formación política. Empecemos por la nefasta publicación del libro sobre Olivenza, Gibraltar, Ceuta y Melilla, cuyo autor es ese personaje abandonista  llamado Máximo Cajal, asesor personal del Presidente Zapatero y encargado por éste del tema de la  “Alianza de Civilizaciones”, tan dispuesto el hombre a regalar trozos de España, sin tener en cuenta ni la historia, ni los tratados, ni el derecho internacional, ni los legítimos deseos e intereses de sus habitantes, ni nada de lo que se supone debe defender un diplomático español merecedor de ese  respetable título.
Hay que recordar, lo sucedido después, con la famosa fotografía de Zapatero, junto a Mohamed VI, al pie de un gran mapa en el que aparecían Ceuta y Melilla, junto a otras partes de España, como territorio marroquí.
Más tarde, con ocasión de la primera visita de SS.MM. los Reyes a estas dos ciudades, en noviembre de 2007,  fue el ínclito “Pepiño” Blanco el que afirmó que se trasladaban “a Marruecos”, deplorable equívoco que repitió, en plena sesión del Congreso de los Diputados, el Ministro de Asuntos Exteriores, Moratinos, quien, tratando de apuntarse un tanto con el referido viaje regio, planteó la siguiente pregunta retórica: “¿Cuándo han viajado los Reyes a Marruecos?”, queriendo dar a entender que esa primera visita a Ceuta y Melilla se había producido gracias a un gobierno socialista.  Pero fue tal la “boutade” que, al  provocar el inmediato  abucheo desde los escaños de la oposición, hizo que ya no sirviesen para nada las posteriores palabras entrecortadas y balbucientes del Minisrro, dichas en un tardío intento de rectificación::”A Ceuta,  y a Melilla, a Ceuta y a Melilla”.
Son, ya, muchos errores. Demasiados. Tantos que más de un comentarista ha insinuado en medios de comunicación de ámbito nacional si no le estará traicionando el subconsciente a esta pléyade de supuestos despistados. Se trata de personas con elevadas responsabilidades de gobierno, a los que, dada la reiteración del presunto error, solamente cabe calificarlas de ignorantes y poco merecedores de estar al frente de los destinos de España. Eso, si no nos ponemos en algo todavía peor, que prefiero no pensarlo siquiera.
Y, para más inri, viene ahora la Ministra de Defensa, la señora Chacón, Dª Carme -que en catalán se pronuncia “carma”, palabra que, en andaluz, equivale a la paciencia que hay que tener, y en gran cantidad, para seguir aguantándola en un puesto de tan alta responsabilidad-. Pues bien, sin duda con la conformidad del JEMAD, José Julio Rodriguez, el cual -curiosamente- suele lucir un gorrillo similar, pero sin borla, Dª Carme, que ya nos había hecho desaparecer en Melilla una Bandera del Tercio Gran Capitán, y en Ceuta otra del Duque de Alba, ha decidido ahora suprimir el gorro legionario, el histórico “chapiri”, seña de identidad portada con orgullo y cuya antigüedad se eleva  a más de ochenta años -los que tiene la Legión- para sustituirlo por una boina granate, con lo cual se acabará la clásica estampa marcial del bizarro legionario con el “chapiri” puesto, la barbilla erguida y el barboquejo en ella. Se trata, por lo visto, de no dejar trasto con cabeza  y de eliminar todo aquello que, a su parecer, pudiera tener “reminiscencias franquistas”. No se va a salvar ni la cabra. Una pena.
Y en esas andamos, con los graves problemas reales que padece España.

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