Casi ocho meses. Ese es el periodo de tiempo que cientos de marroquíes llevan atrapados en nuestra ciudad desde que su país de nacimiento cerrara aquel 13 de marzo el Tarajal de forma contudente e irreversible. Las inmediaciones de la playa de la Almadraba y alrededores son, desde hace un mes, el lugar habitual donde Azziz Moudnib pasa sus días y sus noches. Azziz es uno más de los tantos marroquíes que se encontraban en las naves del Tarajal y que fueron desalojados hace cosa de un mes.
Llegó a Ceuta hace unos nueve meses con un objetivo claro: el Estrecho. Cruzar a la Península y buscarse la vida para ayudar a su madre en Marruecos, por ese motivo vino a nuestra ciudad. “En Marruecos no hay trabajo y solo quiero ir a la Península para dar de comer a mi familia”, confesó. A sus 46 años y aunque no está casado, la vida no le ha tratado bien ni a él ni a su familia y está convencido: ni se planteaba volver a Marruecos “hasta ahora que ya la cosa está muy mal”.
En los primeros seis meses estuvo en el polideportivo de ‘La Libertad’, donde vivía junto a otros compatriotas que estaban en su misma situación y, cuando lo cerraron, les trasladaron a las naves del Tarajal.
Sin embargo, ahora está en la calle. No tiene nada y lo poco que tiene es lo que gana vendiendo las cosas que “la gente buena de Ceuta” le da: ropa usada, toallas, sillas, mesas, mochilas, cualquier cosa le vale. “Duermo en el Príncipe en casa de gente que conozco y me dejan quedarme ahí, pero no es nada seguro. Voy de aquí para allá y la comida, con el dinero que gano de lo que vendo, pues voy comiendo. Si un día saco cinco euros pues como y si otro no saco nada pues no puedo comer o, a veces, hay gente que me da algo para comer y así sobrevivo”.
Azziz fue de los que rellenó un documento durante las primeras repatriaciones porque “no quería salir, pero la vida está muy difícil, no como antes”. Lo que pide ahora es “estar legalmente en España” con todos sus papeles en regla y tener un trabajo “de lo que sea para cuando junte dinero y abra la frontera cruzar” y volver a su país.
Vino a España en busca de una vida mejor para él y para su familia en Marruecos. Cuenta que desde que saliera de las naves vive “dándole vueltas a la cabeza” y atrapado “una y otra vez en el mismo día”, pero en la calle y deambulando por Ceuta con sus cacharros de segunda mano. “Lo que no puedo es quedarme ocho años aquí y que cuando vaya a salir, irme sin un duro. Para eso más vale quedarse aquí y ganar algo de dinero”, comentó.
El pasado viernes la Policía Local le dijo que no podía seguir vendiendo sus cosas. “Me dijeron que recogiera todo y les dije que entonces de qué voy a comer. Se fueron, pero me dijeron que como vuelvan a verme otra vez vendiendo las cosas, me lo quitan todo”, comenta.
No tienen dónde estar, pero tampoco quiere regresar a su país hasta que tenga dinero para poder vivir dignamente con su familia. “Hasta los gatos tienen donde dormir. Vive la misma rutina todos los días. Pido en la calle a ver si alguien me da algo y sino, pues no tengo para comer”, concluyó.
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