La Dirección Provincial del MEFP convocó, el pasado mes de febrero, el correspondiente concurso público para cubrir las siete plazas de directores de centros que quedarán vacantes cuando finalice el presente curso (cinco colegios de primaria, un IES y la Escuela Oficial de Idiomas). Más de la mitad (cuatro) quedaron desiertas. En los tres restantes, sólo se presentó una candidatura. Tan insólito como sorprendente. No es fácil explicar que, en la mayoría de los centros afectados, nadie quiera asumir la función directiva. La administración educativa (y otras instancias políticas) deberían reflexionar sobre este tipo de hechos provistos de una indiscutible carga sintomática. Algo está pasando en nuestra Ciudad, sumida en la indiferencia hasta límites que empiezan a ser extremadamente preocupantes. Es muy probable que estemos ante una expresión más de este fenómeno social. Pero esta no parece ser una explicación suficiente. Hay algo más. El MEFP (las personas que lo dirigen) deberían analizar el “estado de la función directiva” en los centros de Ceuta. Se trata, sin duda, de una pieza clave del sistema educativo que tampoco está funcionando correctamente.
La función directiva en los centros docentes ha sido (y sigue siendo) un controvertido debate teórico sin resolver. Frente a quienes piensan que lo ideal es profesionalizarla (creando un cuerpo específico de directores a modo del de la inspección); se sitúan los que creen que esta fórmula quiebra el componente de liderazgo pedagógico y gestión democrática, esencial para el buen funcionamiento de los centros. Ambos modelos tienen ventajas e inconvenientes. En España se ha optado por el modelo pedagógico, y los centros son dirigidos por profesores en activo de manera transitoria. Si bien es cierto que, con el paso del tiempo, se han ido endureciendo las condiciones de acceso, y modificando el sistema de selección (en la actualidad se exige un curso de formación específica y deben obtener la calificación de apto otorgada por una Comisión de Valoración). Sin embargo, este incremento del nivel de exigencia no ha venido acompañado de la que debiera ser la correspondiente ampliación de incentivos. El número de horas lectivas de reducción para asumir las funciones de la dirección es el mismo desde hace cuarenta años. Las retribuciones están congeladas desde hace más de treinta. Y las normas que amparan la función directiva, otro tanto. Al menos así es en Ceuta y Melilla que, como todo el mundo sabe, viven petrificadas al margen del progreso natural por mor de nuestra exótica condición política.
"La función directiva en los centros docentes ha sido (y sigue siendo) un controvertido debate teórico sin resolver"
Este anquilosamiento representa, en sí mismo, un problema (que el Ministerio no resuelve porque no quiere), pero no es la causa fundamental de esta deserción masiva. A nuestro juicio, ésta radica en la brutal desproporción que existe entre la capacidad de decisión y la asunción de responsabilidades. La desproporción es de tal magnitud, que se convierte en un factor de disuasión (casi) determinante.
El siempre recurrente, hermoso y estimulante concepto de “autonomía de los centros”, que tanto adorna los textos legales, no es en realidad más que una patraña. Recuerda aquella famosa anécdota en la que se ofrecía a una persona la posibilidad de elegir para su automóvil el color que quisiera “a condición de que fuera blanco”. Algo parecido les pasa a los directores de los centros. Tienen capacidad para tomar decisiones en su centro, a condición de que cumplan minuciosamente todas y cada una de las instrucciones (y respectivas interpretaciones) que les van dictando puntualmente los cada vez más numerosos integrantes de la cadena de mando. Ninguna cuestión, por nimia que sea, escapa al control de la administración. Al final, sólo pueden elegir el color de las puertas. Y, a veces, ni eso. Pero… ¿Qué sucede cuando surge un problema? (algo más frecuente de lo que parece). En ese caso, se produce un fenómeno para-normal consistente en la súbita desaparición de todos esos entes que hasta entonces pululaban ufanos inundando el escenario de la “toma de decisiones”; y allí queda un desamparado director, o directora, más solo que la una, al que, eso sí, todos desean “mucha suerte” y se le brinda “todo el apoyo de la administración” (que en la práctica es ninguno).
"El número de horas lectivas de reducción para asumir las funciones de la dirección es el mismo desde hace cuarenta años"
En estas condiciones, es relativamente fácil entender por qué cuesta cada vez más trabajo encontrar profesores dispuestos a dirigir sus centros. El MEFP debería meditar sobre esta cuestión y revisar en profundidad toda la normativa al respecto. Pero la experiencia nos dice que se limitarán a cubrir las vacantes como puedan (a dedo) y dejar que pase el tiempo. Al fin y al cabo, tampoco es para tanto, el planeta sigue girando.
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