El próximo 23 de julio tendremos elecciones generales. Se decidirán dos modelos distintos de gobernanza de nuestro país. Por un lado, el del diálogo, el empleo de calidad, la protección del medio ambiente, la subida de las pensiones y del salario mínimo; el de la protección de la diversidad; el que busca que paguen más lo que más tienen; el de la sanidad y la educación públicas y para todos. Por otro lado, el del retorno al empleo precario, a las subidas de pensiones por debajo del coste de la vida, el de la bajada de impuestos, fundamentalmente para los que más tienen, el de unas políticas medioambientales anticuadas y negacionistas del cambio climático; el de la España casposa, dedicada a tardes de toros y procesiones, como elementos culturales fundamentales, el de la negación de la violencia de género; el del rechazo a la diversidad territorial; el del retroceso en los derechos del colectivo LGTBI; el del retroceso en la ley del divorcio; el del rechazo al inmigrante y al diferente. Es lo que estamos viendo que está sucediendo allá donde gobierna la derecha, que ya ha hecho suyos los postulados de la extrema derecha.
Sin embargo, el empleo en nuestro país sigue en máximos históricos. En el estudio que venimos haciendo desde el comienzo de la pandemia, preveíamos que para el mes de junio de 2023 habría un total de afiliados medios a la Seguridad Social de 20.619.396. La realidad ha sido de 20.869.939 afiliados (antes de la pandemia estábamos en 19 millones). Y en lo referente al desempleo, preveíamos un total de 2.750.087 inscritos. La realidad final ha sido de 2.688.852, es decir dentro de las previsiones, lo que nos sitúa en cifras similares a las de septiembre de 2008.
Ahondando algo más en los datos que se acaban de conocer, el paro sigue bajando y alcanza su mínimo en los últimos 15 años. Y lo hacen de forma similar el desempleo masculino y el femenino. Salvo en agricultura, el paro baja en todos los sectores. Respecto a las afiliaciones medias a la Seguridad Social, nos acercamos a los 21 millones de afiliados, todo un nuevo máximo histórico. Y además, con dos datos muy interesantes, pues la contratación indefinida supone el 42,3% de los contratos firmados en junio, de los que un 38% son a jornada completa; y el desempleo juvenil baja a un mínimo histórico. Por Comunidades, todas bajan el desempleo, aunque las dos que más lo hacen son Asturias y Cantabria, y las dos que menos, Madrid y Andalucía.
Con estos datos, que suponen que nuestra economía va muy bien (la inflación también desciende por debajo del 2%), lo que tendría que ocurrir es que la ciudadanía saliera masivamente a votar el 23 de junio y a dar su voto al gobierno progresista de España. Los pensionistas, a los que se les han revalorizado sus pensiones por encima del 8%, tienen razones para hacerlo. También los trabajadores que han conseguido estabilizar sus empleos por la reforma laboral (que ahora ya si quiere Feijóo); o los jóvenes a los que se le han dado becas, o se les han facilitado los alquileres de sus viviendas. O los trabajadores a los que se les ha incrementado el Salario Mínimo; o aquellos más necesitados a los que se les ha concedido el Ingreso Mínimo Vital. Pero no. Las prospecciones electorales que se hacen indican otra cosa. Aunque la izquierda vaya recuperando posiciones.
Me ha llamado la atención el detalle de la última encuesta de 40dB para El País y la Ser. Los que consideran que la labor del Gobierno de coalición ha sido mala o muy mala, superan en siete puntos a los que creen que ha sido buena o muy buena. De las 13 medidas estrella del Gobierno progresista, las únicas que superan el no sobre el sí son solo la Ley del solo sí es sí, la derogación del delito de sedición, los indultos a los presos del procés y la Ley de Vivienda. En el primer caso, un defecto de técnica jurídica, ya corregida, ha conseguido que la ciudadanía la perciba como mala para las mujeres, cuando es todo lo contrario. En los casos relacionados con los presos del procés, el ansia de venganza y el odio, parece que ha sido superior a la normalización de la situación política en Cataluña que se está viviendo. Y respecto a la Ley de Vivienda, parece que algunos no ven bien que se regulen los precios máximos. Lo curioso es que el rechazo a estas medidas adoptadas lo es casi por igual, por votantes de la derecha y por votantes socialistas. Es decir, ahí hay una fuga importante de ciudadanos que antes votaban socialista y ahora manifiestan que votarán a la derecha.
Efectivamente, queda mucho partido. Además de este ligero cambio de tendencia, hay que tener en cuenta que, aunque al inicio de la campaña, entre el 60% y el 70% del voto ya está decidido, queda aproximadamente un 40% del electorado que puede cambiar. Sobre todo entre los jóvenes y los mayores, que según todos los estudios electorales son más proclives al cambio. Curiosamente, en el último sondeo hecho para el País y la Ser por 40dB, los jóvenes entre 19-29 años votan socialista mayoritariamente y los mayores de 70 años votan mayoritariamente PP.
Pero, también es importante saber y conocer que, aunque la batalla mediática y la presencia constante en las redes y en los programas de televisión están siendo muy importantes en estas elecciones, las dos acciones que más pueden inclinar la balanza en la noche electoral serán los debates entre cabezas de lista (por ello Feijóo no quiere arriesgar) y el contacto personal con los posibles votantes, pues los estudios nos dicen que por cada 14 personas que se contacten, el aumento de la participación rondará el 7%. Aquí van a ser cruciales las acciones de la militancia de todas las formaciones en el contacto personal con la ciudadanía.
Es decir, hay partido. Se jugará en estas decisivas semanas del caluroso mes de julio, y configurará el futuro de nuestro país para los próximos años.
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