No es un utopía o acaso una quimera, lo que en las últimas jornadas está aconteciendo es verídico y se encuentra en el punto de mira global: la tensión en las universidades de Estados Unidos por el conflicto bélico en la Franja de Gaza sigue in crescendo, por más de veinticinco campus de al menos veintiún estados, con múltiples desalojos, detenciones y graves enfrentamientos y la propagación como la pólvora de movilizaciones estudiantiles que demandan el boicot a empresas e individuos con vínculos con el Estado de Israel y que irremisiblemente muestran incidentes antisemitas.
Dicho esto, la Cámara de Representantes de Estados Unidos, en medio de una oleada de condenas anti-Israel en las principales instituciones académicas de enseñanza superior, ha dado luz verde a un Proyecto de Ley que profundiza en la definición legal de ‘antisemitismo’, para superponer las leyes antidiscriminatorias contra las corrientes de odio que enfilan a los judíos. Y es que, la compilación denominada ‘Ley Bipartidista de Concienciación sobre el Antisemitismo’, logró un extenso respaldo y se aprobó por una incontrastable mayoría de 320 votos a favor por 91 en contra.
Este Proyecto de Ley que ahora transita por el Senado, determina que el Departamento de Educación ha de patrocinar reglamentariamente el enunciado de ‘antisemitismo’ señalado en la Alianza Internacional para la Memoria del Holocausto (IHRA), a la hora de acomodar las máximas antidiscriminatorias. A pesar del aval bipartidista, algunos círculos progresistas demócratas y conservadores republicanos dentro de la Cámara, exhibieron su negativa al Proyecto de Ley, porque según en su opinión, el formulismo podría quebrantar la Primera Enmienda.
Uno de los que argumentó su repulsa al Proyecto de Ley recayó en el representante republicano Thomas Harold Massie (1971-53 años), quien no titubeó en manifestar que a pesar de que censura la soflama de antipatía antiisraelí de desafecto, está en disconformidad de que el encuadre de la legislación no asuma una explicación propia de ‘antisemitismo’ y que no desdeñe la Primera Enmienda. Así lo expuso literalmente: “Se trata de un Proyecto de Ley inconstitucional mal concebido y votaré en contra”.
Al igual que Massie, el legislador Jerrold Lewis Nadler (1947-76 años), demócrata de mayor rango en el Comité Judicial de la Cámara de Representantes, aseveró que la Ley es inconstitucional. “Esta definición, adoptada por la Alianza Internacional para la Memoria del Holocausto, cito textualmente, son ejemplos contemporáneos de antisemitismo. El problema es que estos ejemplos pueden incluir expresiones protegidas en algún contexto, en particular con respecto a las críticas al Estado de Israel”, refirió Nadler, quién es judío y forma parte de la línea progresista demócrata de la Cámara y que encabezó su desaprobación al cuerpo del reglamento.
Si bien, algunos congresistas impugnaron el Proyecto de Ley por un permisible quebrantamiento de la Primera Enmienda, la mayoría estuvo de acuerdo con desarrollar la definición de ‘antisemitismo’ para salvaguardar a los judíos de la segregación en las universidades.
Otra de las valoraciones recayó en Michael Vincent Lawler (1986-37 años), uno de los que promovió el Proyecto Ley. Al pie de la letra declaró: “Cuando la gente se dedica a acosar o intimidar a individuos judíos justificando el asesinato de judíos o utilizando el libelo de sangre o responsabilizando colectivamente a los judíos de las acciones del gobierno israelí, eso es antisemitismo. Es lamentable que haya que aclararlo, pero por eso es necesario este Proyecto de Ley”. Luego, los episodios antisemitas están a flor de piel en Estados Unidos, como en cuantiosos puntos neurálgicos del planeta, desde el mortífero atentado perpetrado por Hamás el 7/X/2023, que detonó la guerra.
Es preciso puntualizar que la definición de la IHRA ha sido admitida por más de 1.200 entidades del mundo, incluyéndose 35 estados de Estados Unidos de América, al igual que 91 ciudades y municipios por el Departamento de Estado de Estados Unidos y la Estrategia de Joe Biden (1942-81 años), al objeto de neutralizar el antisemitismo, así como otros países, según la organización judía estadounidense que representa 147 federaciones y 300 comunidades judías independientes. Me refiero a las Federaciones Judías de América del Norte, que enviaron una carta a los integrantes del Congreso defendiendo la descripción del enunciado.
De acuerdo con la IHRA, las actividades o elocuencias antisemitas incluyen “ataques contra el Estado de Israel, concebido como una colectividad judía”. No obstante, dentro de su definición concreta que “una crítica a Israel similar a la dirigida a cualquier otro país no puede considerarse antisemita. El antisemitismo frecuentemente acusa a los judíos de conspirar para dañar a la humanidad, y a menudo se utiliza para culpar a los judíos de por qué las cosas van mal. Se expresa en el habla, la escritura, las formas visuales y la acción y emplea estereotipos siniestros y rasgos de carácter negativos”.
De esta manera, se descifra palabra por palabra en la definición de IHRA que conjuntamente aporta diversas muestras de ‘antisemitismo’ tales como: Primero, “acusar a los judíos como pueblo de ser responsable de malas acciones reales o imaginarias cometidas por una sola persona o grupo judío, o incluso de actos cometidos por no judíos”. Segundo, “negar el hecho, el alcance, los mecanismos o la intencionalidad del genocidio del pueblo judío a manos de la Alemania nacionalsocialista y sus partidarios y cómplices durante la Segunda Guerra Mundial”.
Tercero, “acusar a los ciudadanos judíos de ser más leales a Israel, o a las supuestas prioridades de los judíos en todo el mundo, que a los intereses de sus propias naciones”. Cuarto, “aplicar un doble rasero al exigirle un comportamiento que no se espera ni se exige de ninguna otra nación democrática”.
Y quinto, “usar los símbolos e imágenes asociados con el antisemitismo clásico para caracterizar a Israel o a los israelíes”. Los más críticos, aunque sacaron a relucir su desconsideración hacia el antisemitismo, subrayaron que algunos de los ejemplos aludidos por la IHRA, están preservados por la Constitución y, por consiguiente, no deberían ser infligidos, tal y como aclaró el representante republicano Matthew Louis Gaetz (1982-41 años), uno de los que no abogó por la legislación.
"La deflagración de las múltiples protestas propalestinas no deja de multiplicarse en las universidades de Estados Unidos, ilustrando un escenario de trifulcas y desconcierto entre la toma y atrincheramiento de edificios por estudiantes y grupos de extrema izquierda"
Sin ambages ni rodeos, el inconveniente peliagudo pasa porque el molde de la IHRA sobre el antisemitismo es para muchos, ambiguo, equívoco e impreciso. Su andamiaje incluye prototipos de ‘antisemitismo’ como las “comparaciones de la política israelí contemporánea con la de los nazis”, o “responsabilizar a los judíos por las acciones del Estado de Israel”, o “negar al pueblo judío su derecho a la autodeterminación”, o “acusar a los judíos como pueblo de ser responsables de malas acciones cometidas por una sola persona o grupo judío”, entre algunos.
En vista de lo anterior, el Proyecto de Ley presentado en el Congreso de Estados Unidos y copatrocinado por poco más o menos, cincuenta republicanos y más de una docena de demócratas, sistematizaría la definición de ‘antisemitismo’ de la IHRA en el Título VI de la Ley de Derechos Civiles de 1964. Una Ley Federal contra la discriminación que valga la redundancia, imposibilita la discriminación asentada en la ascendencia compartida, las peculiaridades étnicas o el procedencia nacional.
Sin lugar a dudas, el acogimiento de este Proyecto de Ley es el último de los rastros altisonantes dejados en el Congreso del movimiento de protesta y esparcido por los campus universitarios. Los republicanos han cargado contra los alborotos y exigido que se tomen cartas en el asunto. Lo que ha llevado a los gestores docentes al mismo foco del tinglado político sobre el proceder de Israel en la guerra actual. De convertirse en Ley, el Proyecto amplificaría la definición de ‘antisemitismo’ para introducir el “ataque al Estado de Israel, concebido como colectividad judía”.
Amén, que los detractores sostienen que la medida tendría un resultado atemorizador sobre la libertad de expresión en los campus universitarios. “El discurso crítico con Israel por sí solo no constituye una discriminación ilegal. Al incluir el discurso puramente político sobre Israel en el ámbito del Título IV, el Proyecto de Ley es demasiado amplio”, apuntó el representante Nadler durante una recepción.
En cambio, los valedores de la proposición aseguran que facilitaría un marco razonable y oportuno para que el Departamento de Educación inspeccione los sucesos progresivos de discriminación y el acorralamiento conducente contra estudiantes judíos. “Ya es hora de que el Congreso actúe para proteger a los judíos estadounidenses del azote del antisemitismo en los campus del país”, ratificó el republicano de Carolina del Sur, Russell William Fry (1985-39 años).
Con lo cual, los republicanos han tomado una actitud absolutamente a favor y en apoyo de Israel, en contraste a los demócratas, que tienen evidentes discrepancias sobre la cuestión.
A resultas de todo ello, esta posible equiparación entre ‘antisemitismo’ y ‘antisionismo’ no ha sido acogida por todos los judíos, que es una comunidad heterogénea y con distintas apreciaciones sobre el Estado de Israel y sus actos. El mismo Nadler insinuó que dictámenes como ese “no comprenden la complejidad del judaísmo e ignora que son antisionistas y, obviamente, no son antisemitas”.
Mientras que el ‘antisemitismo’ se sustenta en estereotipos, obcecaciones u odio a los judíos, el ‘antisionismo’ se mide en maneras de rehúso al Estado de Israel. Pese a todo, algunos eslóganes antisionistas pueden ser antisemitas. De hecho, existen antisionistas, incluidos judíos de algunas ramas ortodoxas o judíos progresistas, que sistemáticamente se contraponen al Gobierno de Israel y/o a sus gestiones. Pero igualmente hay antisionistas que sospechan que los judíos no deberían poseer un Estado y ese porte aglutina ingredientes visiblemente segregacionistas.
Por lo tanto, los patrones de hostilidad habidos en las universidades, se resuelven principalmente como antisionistas y en muchos de los campamentos abanderando a Palestina, concurren alumnos judíos con slogans como “sionismo es racismo”, disociando la religión del Estado de Israel. Asimismo, el antisemitismo quedaría descrito en la reglamentación de Florida, en virtud de un Proyecto de Ley que el Senado sancionó por acuerdo, después de que su patrocinadora avisara que una ampliación de estas prácticas contra los judíos llevaría al extremismo contra otros grupos.
Florida es uno de los diversos estados que sondean determinar el ‘antisemitismo’. “Los brotes de antisemitismo pueden ser un presagio de profundos problemas sociales y reflejar que el extremismo y la violencia son eminentes. Es peligroso e inaceptable. Cuando hay un comportamiento de odio contra cualquier persona, puede convertirse rápidamente en una endemia social”, distinguió la senadora demócrata, Lori Berman (1958-65 años), inspiradora del Proyecto de Ley.
Para ser más preciso en lo fundamentado, Florida desafiaba un sinfín de ostentaciones neonazis en los pasos elevados de las autopistas, folletos antisemitas en las barriadas y proyecciones intolerantes en fachadas de edificios. El acento reformado del Proyecto de Ley encierra once pruebas de antisemitismo que se aprestan con su definición. Comprenden percepciones ‘deshumanizantes’ de que los judíos dirigen el gobierno y las industrias, insignias y retratos ‘demonizantes’ coligados con el antisemitismo clásico, como la difamación de sangre, la impugnación del Holocausto y el doble rasero al tachar a Israel, el único país de mayoría hebrea.
Pero el Proyecto de Ley dispone claramente que el vocablo ‘antisemitismo’ no se adapta a las críticas a Israel que sean parecidas a las acusaciones de otro país. Igualmente, asienta que la medida “no puede interpretarse en el sentido de disminuir o infringir ningún derecho protegido bajo la Primera Enmienda, o entrar en conflicto con las leyes antidiscriminatorias federales o estatales”.
La senadora del Estado de Florida explicó: “Lo que hará este Proyecto de Ley es ayudar a educar y sensibilizar a los electos, policías, docentes, medios de comunicación y la sociedad civil, sobre lo que constituye el antisemitismo. Hace la declaración de que no toleraremos el antisemitismo en nuestra sociedad y utilizaremos toda la fuerza de la Ley para delatarlo. Desafortunadamente, el pueblo judío ha sido a menudo los canarios en la mina de carbón, los primeros en alertar del peligro. Los brotes de antisemitismo pueden ser presagios de profundos problemas sociales y reflejar que el extremismo y la violencia son inminentes”.
Al extraer sucintamente algunos de los hechos constatados, docenas de manifestantes invadieron el edificio y proximidades de la Universidad de Columbia en Nueva York, ubicada en Alto Manhattan, empleando para ello barricadas en los accesos y colgando una bandera palestina, en otra escalada de las protestas contra la guerra en la Franja de Gaza que se ha propagado a los campus universitarios.
Imágenes de vídeo hacían alarde de jóvenes reacios a sus ideales con los brazos entrelazados ante el Hamilton Hall, trasladando todo tipo de mobiliarios junto a barricadas. Precisamente uno de los inmuebles que se adueñaron durante la reivindicación por los derechos civiles y contra la guerra de Vietnam de 1968. Además, ecos y comentarios en una cuenta de Instagram de organizaciones de la protesta, apremiaban a defender el campamento improvisado e incorporarse a la causa. Una pancarta con la expresión “Palestina libre”, recapitula lo detallado.
A la vez, la frecuencia de radio estudiantil WKCR-FM, cubrió escalonadamente la ocupación de la universidad, asaltada unas horas más tarde del tiempo límite de las 14:00 horas, para que los presentes abandonaran las 120 carpas instaladas y con el ultimátum de ser suspendidos en el curso académico. Y es que, la Universidad de Columbia comenzó a sancionar a los estudiantes que se resistieron a la advertencia dada por las autoridades del centro para que cesaran en sus propósitos.
Durante altas horas de la madrugada algunos discentes consiguieron irrumpir en uno de los edificios del campus, hasta blindarlo totalmente y agazaparse en su interior, mientras otros intervenían con una especie de cadena humana en el exterior, según las imágenes difundidas de un vídeo en las redes sociales.
Posteriormente, los responsables universitarios recalcaron en un comunicado que únicamente podrían acceder al campus los estudiantes hospedados en residencias, más los integrantes de los servicios esenciales como mantenimiento, seguridad pública y restauración. Al igual, que sólo se pondría a disposición un punto de acceso y salida del perímetro. El aviso agregaba: “La seguridad de todos y cada uno de los miembros de esta comunidad es primordial”.
Los participantes especificaron que tenían proyectado permanecer en el edificio hasta que la Universidad reconociera las tres peticiones interpeladas: desinversión, transparencia financiera y amnistía.
En la Universidad de Columbia, allende al espacio que aloja las carpas y tenderetes, pequeñas banderas de Israel flameaban sobre la superficie y fotografías de los rehenes que prosiguen a merced del grupo político y paramilitar palestino, Hamás, que se declara yihadista, nacionalista e islamista.
“Para muchos de nuestros estudiantes judíos y para otros también, el ambiente se ha vuelto intolerable en las últimas semanas. Muchos han abandonado el campus y eso es una tragedia. El lenguaje y los actos antisemitas son inaceptables y los llamamientos a la violencia son sencillamente aborrecibles”, detallaba la rectora al subrayar que el “derecho de un grupo a expresar sus opiniones no puede ir en detrimento del derecho de otro grupo a hablar, enseñar y aprender”. Y ante las ceremonias de graduación a la vuelta de la esquina, los centros universitarios intentaban hallar el modus operandi para desocupar los campamentos. Algunos extendían las negociaciones y otros acudían a la fórmula de la fuerza ante la policía.
Al mismo tiempo, miles de individuos fueron apartados en protestas en las Universidades de Utah, Texas, Nueva Jersey y Virginia, mientras que unas horas antes de que se invadiera el edificio Hamilton Hall se decidió sancionar a los alumnos con el suspenso. Por otro lado, la policía hubo de intervenir para desbaratar un campamento en la Universidad de Yale, aunque no se han confirmado datos de arrestos.
"La represión a las protestas propalestinas aúpa el movimiento estudiantil y una parte de los políticos culpa a éstos de antisemitismo, porque el derecho a la libertad de expresión no abarca la violencia, el vandalismo o la ausencia de la Ley"
El Yale Daily News, un diario estudiantil independiente, apuntó que agentes de la policía de New Haven y Yale señalizaron la explanada del campus con cinta, con la indicación de que cualquiera que se encontrase en el interior del recinto podría ser incomunicado y suspendido.
En las últimas semanas los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad actuaron en otros campus de Estados Unidos, lo que ha ocasionado cuantiosas confrontaciones. En escasas circunstancias, por no decir ninguna, representantes universitarios y líderes de las protestas lograron alcanzar algún acuerdo para reducir las perturbaciones en la vida diaria de los campus y las ceremonias inmediatas de graduación. Y más aún, en el City College de Nueva York, los reclamantes resistían el pulso en su acceso principal.
Videos compartidos en las redes sociales por corresponsales, delataban a todas luces que mientras los agentes trataban de despejar las calles y aceras, a su vez derribaban a sujetos y atropellaban a otros. En tanto, muchos manifestantes arrestados fueron conducidos en autobuses a otros lugares de la ciudad.
Y como colofón, momentos más tarde de que compareciera la policía, éstos arriaron una bandera palestina elevada en el mástil de la Universidad, para seguidamente arrojarla al suelo e izar la bandera de Estados Unidos. En definitiva, la represión a las protestas propalestinas aúpa el movimiento estudiantil y una parte de los políticos culpa a éstos de antisemitismo, porque el derecho a la libertad de expresión no abarca la violencia, el vandalismo o la ausencia de la Ley. Aun así, alegan en que profieren expresiones enfrentadas contra Israel, aliado de Estados Unidos en Oriente Medio.
En consecuencia, el eterno forcejeo por los ideales divaga detrás del conflicto entre Israel y Hamás que se prolonga en el tiempo, y en la Cámara de Representantes discurre un Proyecto de Ley con un amplio apoyo bipartidista, pero también con diversos cuestionamientos sobre si viola la Primera Enmienda, para agrandar la definición de antisemitismo y condenar las sacudidas de odio contra los judíos en los centros universitarios.
Mientras tanto, la deflagración de las múltiples protestas propalestinas no deja de multiplicarse en las Universidades de Estados Unidos, ilustrando un escenario de trifulcas y desconcierto entre la toma y el atrincheramiento de edificaciones por estudiantes y grupos de extrema izquierda.
Lo cierto es, que el presidente Biden ha intentado sofocar el encontronazo político de unos levantamientos que le pueden salir demasiado gravosas de cara a su posible reelección. Después de jornadas de caos y fogosidad en medio de operaciones policiales para regresar a la aparente calma, el mandatario cambió su agenda para formular un alegato de ‘ley y orden’. “Todo hemos visto las imágenes”, se pronunció sobre las labores efectuadas en campus como la Universidad de Columbia, convertida en el epicentro de las protestas, o de California, donde hubo fuertes forcejeos entre activistas y agentes con el empleo exclusivo de material antidisturbios. El resultado no pudo ser otro: cientos de arrestos y clases nuevamente suprimidas.
Simultáneamente, se expresó con rotundidad ante la tesitura que han de encarar las autoridades universitarias, que no les queda otra que armonizar el derecho a la protesta de los estudiantes, pero igualmente cuidar del orden entre el advenimiento de los campamentos indebidos y la depredación de edificios. Todo ello “pone a prueba dos principios fundamentales estadounidenses, el derecho a la libertad de expresión, de asamblea pacífica y de que las voces sean escuchadas; y el imperio de la ley. Ambos deben ser respetados”.
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