Parecía una anécdota, un nuevo órdago para intentar sacarnos más dinero por parte del gobierno marroquí, un nuevo desaire del vecino que no entiende el sentido de la palabra convivencia y a la vez es incapaz de pensar en las consecuencias de acciones absurdas. Así estaba la situación cuando llegué a Melilla, recién comenzado el Ramadán, con la regata melillense en plena competición (lujo absurdo) y con la sensación de que en esta ciudad no pasa el tiempo.
Buscar señas de identidad del melillense o profundizar sobre la defensa y formas de manifestarse por los intereses como pueblo es complicado. El carácter del ciudadano de Melilla es más frío que el ceutí y resulta, en cierta manera, como escarmentado de un catálogo de sucesos parecidos, volviéndolo pasivo ante los acontecimientos y con la aparente inseguridad de tener el enemigo en casa (no los veo nada sofocados, se han acostumbrado a estos pulsos y la población de sin papeles marroquíes residentes en Melilla es bastante numerosa).
La lejanía de la península y el alto coste de los medios de comunicación han hecho de los melillenses un pueblo muy relacionado con Marruecos, siendo el espacio de ocio y recreo habitual. Por esa razón la sensación es extraña, ocultando la realidad por miedo a no poder disfrutar de los fines de semana y de obligarlos a buscar otras alternativas.
Pero no va mucho más allá la clase política de Melilla, oculta en la sombra de un interés electoral y que sólo sale a la palestra intentando maquillar y sin aportar soluciones. Un partido conservador en el poder debe refrendar unos principios e ideales por la defensa de la ciudad que gobierna. En el Palacio de la Asamblea de la ciudad apenas se respira preocupación, cuando el gobierno local debería estar volcado en el futuro y en la prosperidad de todos, se limitan a dejarse ver en actos sociales o culturales, evitando responder con contundencia a un problema latente.
Mientras tanto, la orfandad de la Delegación del Gobierno se intensifica por días, escondidos, en un papel secundario y esperando órdenes de Madrid. El partido socialista se gana a pulso su desprestigio en ambas ciudades autónomas, apoyados por la ausencia agosteña de los miembros del gobierno a nivel nacional (Moratinos, Aído, Zapatero…), esquivando un tema de primer orden y posponiéndolo hasta el 23 de agosto, fecha en la que el Ministro Rubalcaba viajará hasta Rabat, una posible solución (bajada de pantalones, más ayuda a Marruecos y vuelta a Madrid a expresar una ficticia normalidad).
Indisciplina, falta de responsabilidad, orden de prioridades, desgobierno, abandono de funciones… ¿Cómo le podemos llamar? Y mientras la oposición se balancea buscando culpables políticos y no ofreciendo respuestas (González Pons, vicesecretario del PP, vino a decir más de lo mismo, haciendo la ruptura del ayuno como acto de cara a la galería con la comunidad islámica melillense). Aznar apareció, y una visita de apoyo de un ex presidente fue utilizada por el gobierno socialista como excusa para politizar más la crisis, sirviéndole para despistar la incapacidad de actuación (siempre apoyados por sus medios de cabecera).
La solución será contentar al país vecino con nuevas ventajas y ayudas, mientras ellos seguirán pintándonos la cara, encumbrándose como un ejemplo y un crisol de libertades, acusándonos a nivel internacional de nuestro trato con ellos, cuando únicamente buscan una mecha para la enésima reivindicación de Ceuta y Melilla.
En conclusión, hasta el día 23 no recibiremos respuestas, el comercio de la ciudad se resiente a pasos agigantados (el verano es una fecha fundamental para las ventas y la frontera es el oxígeno para los negocios melillenses). ¿Nos compensarán las deudas la autista Ciudad Autónoma? ¿Sabe Rubalcaba las consecuencias económicas de posponer la reunión? Todos a la espera y a expensas de un régimen autoritario imperante en Marruecos, donde la principal arma es amedrentar a nuestro frágil gobierno.
Imposiciones, exigencias y privilegios inmerecidos cuando sólo muestran intolerancia, avasallamiento y discriminación. La falta de sensibilidad es una tónica habitual en su forma de actuar y nunca refrendada con la reciprocidad que corresponde al trato ofrecido por España que acoge a miles de sus súbditos y está embarcado en cientos de acuerdos de colaboración (nunca mutua) con el gobierno alauita.
La realidad de una cultura de género de distinto calado al acostumbrado al occidental, pone en tela de juicio un machismo latente que ninguna asociación feminista ha sido capaz de denunciar. Hecho pasado por alto por ser otra la intención de las protestas en la frontera, donde unos pocos detienen y espantan a los transeúntes con el beneplácito de la gendarmería marroquí. No estaría de más recordarle a esos alborotadores (marionetas del Reino de Marruecos), las de criaturas de su país que son atendidas a diario tanto en el Hospital comarcal de Melilla como en el Universitario de Ceuta, enfermos, partos y demás actuaciones realizadas por la falta de medios de Marruecos en materia sanitaria y que tienen cabida por la hospitalidad que se le presupone a un pueblo hermano y vecino.
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