En una de las noches del verano pasado charlaba con Said, quien, aparte de ser mi amigo también es el presidente de la asociación de vecinos de la barriada “Príncipe Felipe”. Aquella noche debatíamos a la fresca, debatíamos como casi siempre que podemos de lo divino y de lo humano, de la crisis, etc.
Le comentaba yo acerca de mi última lectura, que no era ni más ni menos que “El Príncipe”, de Maquiavelo. Le explicaba yo a mi amigo Said que, según este autor, un príncipe debe gobernar con leyes (propias de los hombres), y con la fuerza bruta (propia de las bestias). Maquiavelo creía que las personas eran mitad hombres mitad bestias.
Ya que aquella noche era tranquila, los vecinos, como de costumbre, nos saludaban al pasar. Aunque algunos nos interrumpían para denunciarle al presi muchas de las deficiencias de la barriada: que si la falta de autobuses los domingos, que si la limpieza, que si la seguridad,... En fin, las cosas que mi amigo ya sabe y que él ya ha denunciado ante los responsables de las barriadas.
Fue en esa misma noche cuando tuvimos un repentino sobresalto: una explosión recorrió todos los rincones, asustando hasta a las ratas. Después de unos segundos de perplejidad, nos dirigimos con calma al lugar que estaba en llamas y observamos que se trataba de la quema de dos vehículos abandonados.
De inmediato, Said llamó al 112 y acudieron rápidamente los bomberos (menos de diez minutos). La policía, casualmente, esta vez se encontraba en el lugar y en el momento preciso, pero no lograron detener a los malhechores. Habían vuelto a escaparse.
El fuego estaba alejado del núcleo poblacional y no suponía un gran peligro. Tampoco el humo era una gran molestia, ya que el viento soplaba en dirección contraria a los edificios. Desde la lejanía, un grupo de vecinos permanecíamos allí observando lo que acontecía. Primeramente acudió otra unidad de la policía nacional; seguidamente comenzaron a venir más y más coches de policía. Al menos conté diez unidades, las cuales cortaron la circulación alrededor del siniestro. Finalmente, hicieron su aparición los miembros de la UIR.
Pues bien. Éstos últimos nos rodearon a los vecinos que estábamos observando las explosiones de los coches. En verdad, sentí que la UIR consideraba que éramos una amenaza para ellos, debe ser porque en ocasiones esta unidad sufre apedreamientos por algunos desalmados, y ya no saben diferenciar entre vecinos civilizados o desalmados, desconfiando de todos en general.
Yo me sentí algo intimidado por tan exagerado despliegue. En ese momento me vino a la mente “El Príncipe”, no la barriada sino el libro de Maquiavelo. Pensé que podría estar de acuerdo con este autor en que las personas tenemos una parte animal. Pero nunca podría estar de acuerdo en que la fuerza bruta sea necesaria (“propia de las bestias”), más bien creo que la violencia engendra más violencia, y que es mejor repartir pan entre los ciudadanos que repartir palos.
La UIR ha sido puesta en tela de juicio en algunas ocasiones por excesivo uso de la fuerza; también hay dudas en los límites legales de su uso. Lo que para mí está fuera de toda duda es que en mi barrio viven personas, no bestias, y que podría admitir que las personas tienen una parte animal, pero ¿razonamos?
Urge una mano amiga para Tara. La Protectora de Animales y Plantas de Ceuta busca…
La Asociación TDAH Ceuta sigue luchando cada día para visibilizar la situación que viven los…
La familia de Jalal Chaoui El Aissaoui, residente en Barcelona, pide ayuda a través de…
La iniciativa forma parte de la campaña ‘Aceites Solidarios’, una colaboración de las tres instituciones…
La federación de tenis de Ceuta ha presentado en la redacción del diario deportivo Marca…
El Centro Cultural Antigua Estación del Ferrocarril ha sido el escenario elegido para celebrar la…