Ceuta es una ciudad que se siente derrotada. La frustración se ha convertido en nuestra constante vital durante las tres últimas décadas. La constatación de que todo sale mal (y empeora indefectiblemente), de que nadie nos apoya, y de que los acontecimientos nos superan, han ido inoculando el virus de la indolencia que se ha apoderado (acaso irreversiblemente) del estado de ánimo colectivo hasta hacernos desfallecer.
Los ceutíes hemos llegado a la terrible conclusión de que nuestro destino está fuera de nuestro alcance. Será lo que tenga que ser, independientemente de nuestra voluntad. Esta convicción es la que explica perfectamente el individualismo feroz que impera en Ceuta. Cada cual busca su propio camino ajeno por completo a toda suerte de interés común. Así se entiende este fenómeno tan nuestro del “éxodo psicológico”, que nos hace arrastrar cuerpos por las calles con la mente, las ilusiones y las esperanzas (que dan forma a la vida) depositadas en otros lugares remotos. Una existencia triste y trashumante sin más aspiración que dejar pasar el tiempo esperando nada.
A mi juicio está es una de las claves de la Ceuta del siglo veintiuno. Ceuta es una ciudad sin pulso, incapaz de cualquier reacción. Puede parecer exagerado. Pero lo cierto es que la realidad se encarga obstinadamente de ratificar esta apreciación, e incluso de dejarla en excesivamente prudente. Basta con observar lo que está sucediendo en el ámbito educativo. Partamos de la premisa, universalmente aceptada, de que se trata de un servicio público esencial, que afecta a todos los miembros de la sociedad y que tiene unas obvias consecuencias en el futuro inmediato, tanto individual como colectivo. A esta característica general, es preciso añadir las peculiaridades de nuestra ciudad (así mismo descritas hasta la saciedad), que dificultan muy seriamente la función docente, y cuya expresión más lacerante es el escandaloso índice de fracaso escolar que nos asola y amenaza con llevarnos a un callejón sin salida.
En este contexto, ¿qué pueblo sobre la faz de la tierra sería capaz de tolerar impávido un destrozo del sistema educativo del calibre que estamos padeciendo en Ceuta? Todo el mundo es perfectamente consciente de lo que está pasando. Desde hace tres largos años, la escuela se ha convertido en un desgarrador lamento al que nadie quiere prestar atención. Ya no se pueden ofrecer más argumentos. El profesorado, a la vez víctima y espectador privilegiado, ha denunciado de manera unánime, exhaustiva y reiterada su hartazgo y horror ante un desmantelamiento tan injusto como injustificado. No queda absolutamente nadie que no sepa que la gestión del sistema educativo en Ceuta es un desastre espeluznante. Y sin embargo, todo transcurre como si no pasara nada. La incomprensión transmutada en irritación se ha adueñado del colectivo docente que se tortura sin encontrar respuesta a una pregunta inevitable ¿Por qué nadie hace nada? La educación de los ceutíes está en manos de incompetentes irresponsables, aderezados con alguna dosis de sadismo (no se puede entender la rabiosa inquina que le tienen a esta ciudad), mientras los dirigentes políticos se escandalizan en privado y callan en público, y la inmensa mayoría de la población se encoge hombros infligiendo con su indiferencia un castigo irreversible a sus propios hijos e hijas.
También nos roban la educación. Otra derrota más. La respuesta es un silencio indolente y estremecedor.
Tras el conocido Black Friday llega el próximo lunes el Cyber Monday, una jornada de…
El esperado evento está a la vuelta de la esquina y los comercios en Ceuta ya…
China ha dado un paso clave en su política de apertura internacional al anunciar una…
Los ceutíes que se han acercado en la tarde de este domingo a la Sala…
La noche del sábado dejó un regalo muy especial para los vecinos de Ceuta y…
Las bibliotecas de Ceuta tienen preparada una programación variada para la semana que comienza el…