Cada conquista de derechos ha venido de la mano de personas generosas, comprometidas y valientes que decidieron dar un paso adelante para que otros millones de personas pudieran vivir dignamente y en libertad. Personas que sabían que tendrían que pasar penalidades, porque donde no se respetan derechos básicos es difícil encontrar la compasión de los que tratan de imponer sus ideas, de perpetuar sus privilegios para someter a todos los que no piensan como ellos.
Una línea imaginaria en el suelo puede marcar la diferencia de vivir dignamente y con derechos o carecer de derechos y estar sometidos a leyes injustas y discriminatorias. Esa línea divisoria marca la posibilidad de ser una persona libre y con capacidad de decisión o tener que estar sometido a creencias o ideas que no compartes. Si naces en esa línea infernal que te impide desarrollarte como ser humano, de poder decidir qué te gusta o no, a que dios quieres adorar o si no quieres adorar a ninguno puedes decidir resignarte y vivir toda la vida sometida o rebelarte para intentar cambiar las cosas.
La condena a 55 años de prisión a Yasaman Aryani, su madre Monireh Arabshahi y Mojgan Keshavarz por defender el derecho a llevar o no llevar hiyab no debe dejar indiferente a ningún ciudadano, organización o comunidad religiosa de un país democrático. Tres mujeres condenadas por el tremendo delito de quitarse el velo y repartir flores en un vagón reservado solo a mujeres en el metro. Su delito: repartir flores y emitir un vídeo en el que ofrecían una flor a una mujer con hiyab y le decían que esperaban que un día pudieran caminar juntas por la calle: “yo sin hiyab y tú con él". Reivindicar el derecho a decidir no llevar una prenda en la cabeza las ha llevado a ingresar en prisión, además de recibir otros castigos inhumanos.
La historia está llena de relatos heroicos de hombres y mujeres que intentaron cambiar las cosas. También está llena de silencios, silencios cómplices y sospechosos que definen y mucho la calidad democrática y la hipocresía de las organizaciones y la sociedad en la que estamos inmersos. Los silencios cómplices son las otras condenas que soportarán estas heroínas, como también los padecieron otros hombres y mujeres que lucharon por vivir en un mundo más libre, justo y solidario.
Hay silencios que deben hacernos reflexionar.
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