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Deprisa, deprisa

Título de la película dirigida por Carlos Saura en 1981, “deprisa, deprisa” narra la historia de una banda de delincuentes juveniles. Así, deprisa, deprisa, han actuado Rajoy y Zapatero, sacándose de la manga toda una reforma constitucional, que presumiblemente va a ser aprobada como el título de la película, “deprisa, deprisa”. Con premeditación, alevosía, y casi nocturnidad, nos van a imponer, sin consultarnos, una reforma constitucional. Hasta ahora creíamos, porque así se nos había hecho creer, que las reformas constitucionales eran algo muy serio que sólo se debían aprobar tras profundas reflexiones, largos debates, y, preferentemente, después de consultar con la ciudadanía, y no solamente con la aprobación de nuestros representantes políticos. Sin embargo, un partido en el gobierno, dividido, con ilustres voces rebelándose en sus filas (Borrell, Antonio Gutiérrez, Alfonso Guerra, Patxi López, o Juan Fernando López Aguilar entre otros muchos han manifestado lo disparatado de la reforma) se arroga una legitimidad que tiene “de derecho” (porque “de hecho” la perdió hace mucho tiempo), y obteniendo el apoyo del primer partido de la oposición, el Partido Popular, nos cuela por la puerta de atrás algo tan serio como una reforma constitucional.
Todo ello, según nos han explicado, para “tranquilizar a los mercados internacionales” (a casi nadie se le escapa que esta reforma se podría redactar en francés o alemán), cuando, en realidad, el efecto va a ser el contrario. Porque…. ¿Quién va a confiar en un país que cambia sus leyes en 48 horas, sin debate público, sin el pronunciamiento directo de los ciudadanos, sin que ninguno de los partidos que la van a aprobar la hayan llevado en sus programas electorales? De la misma forma se puede cambiar en sentido contrario en otras 48. Los mercados demandan tranquilidad y estabilidad, y un país que no es previsible, no es confiable.
Ahora resulta que una reforma constitucional es  cuestión poco menos que de vida o muerte, cuando hasta hace menos de una semana, para PP y PSOE entre otros no era necesaria, y para Unión Progreso y Democracia (UPyD) era misión imposible. Porque la realidad es que reformar la Constitución fue el pilar sobre el que se creó el partido UPyD, y, hasta ahora, nadie se tomaba en serio esa cuestión. Todavía deben resonar las burlas, tanto de los diputados del partido en el gobierno como de los de la bancada de enfrente, cada vez que Rosa Díez proponía (y han sido muchas veces) una reforma de nuestra Constitución seria, meditada, debatida, y consensuada. Nunca, para el PSOE y el PP, fue importante reformar nuestra Carta Magna en el sentido, tal y como ha propuesto repetidas veces Rosa Díez en la tribuna de oradores del Congreso, de “REFORMAR EL MODELO TERRITORIAL DEL ESTADO” (con la consideración de una buena vez de Ceuta y Melilla como COMUNIDADES AUTÓNOMAS entre otras cosas), “LA RECUPERACIÓN POR PARTE DEL ESTADO DE LAS COMPETENCIAS DE EDUCACIÓN Y SANIDAD para garantizar la cohesión de España y la igualdad de todos los españoles”, “LA REFORMA DE LA LEY ELECTORAL para que los votos de todos los ciudadanos valgan lo mismo”, “LA REFORMA DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL , para conseguir que éste sea un órgano independiente y deje de estar al servicio de los Partidos Políticos que coartan, presionan y condicionan a los Magistrados que lo componen”, “LA REFORMA DE LA ELECCIÓN DEL FISCAL GENERAL DEL ESTADO, para que represente al Estado y no al Gobierno de turno”, “LA SUPRESIÓN DE LA PRIMACÍA MASCULINA EN LA SUCESIÓN DE LA CORONA”, “LA SUPRESIÓN DEL SENADO”, o “LA SUPRESIÓN DE LAS DIPUTACIONES PROVINCIALES (tema éste último al que ahora parece que se apuntan muchos, y al que me refería la semana pasada en esta misma columna bajo el título “las veletas”)”.
Los ciudadanos españoles, al igual que se hizo cuando se sometió a referéndum el actual texto constitucional, quieren que se les pregunte directamente cuando se pretenda reformarlo, y no sea únicamente aprobado en sede parlamentaria, por mucho que esa misma Constitución lo contemple. De lo contrario, parecerá que nuestros políticos “pasan” de nosotros y legislan a nuestras espaldas, con premeditación, alevosía y nocturnidad. Que lo hacen todo “deprisa, deprisa”. Como la banda de delincuentes protagonistas de la película del mismo nombre.
POSDATA: Palabras de la diputada Rosa Díez: “Tomémonos en serio la democracia y pongamos todas las cartas sobre la mesa. Empecemos por evitar que la reforma propuesta sea además de innecesaria, chapucera. Y abramos sin demora y sin miedo el debate de fondo: el modelo de país que queremos para los próximos treinta años. A ver si nos ganamos el sueldo”.

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