La caza, en cualquiera de sus modalidades la viene realizando el hombre desde que Dios lo creó. Hoy día pueblos enteros viven gracias a la caza, sin ella no habrían existido nunca, imagínense a los esquimales.
En nuestro país viven de la caza muchas localidades y una buena parte de la industria, el turismo, el comercio, etc. Y sí Dios nos hizo cazadores, también nos dotó de un profundo respeto y amor por la naturaleza. Con el tiempo, el hombre ha evolucionado y ha hecho de la caza un deporte.
Hay personas que han decidido en otra dirección, con diferentes sensibilidades y que han elegido la opción de no comer carne; prefieren pertenecer a esa gran familia de vegetarianos y actúan de forma consecuente con su elección. Además, respetan a los practicantes de este deporte. También, hay personas que sin ser vegetarianos, o sea que comen carne, tampoco practican este deporte. Esos también tienen que ser respetados.
Luego están los que practican el deporte de la caza. De este colectivo hay que decir que quien lo practica vela como el que más por los animales, respetando sus ciclos biológicos y esto conlleva un respeto absoluto por el medio ambiente, pues una cosa sin la otra no puede existir. Éstos, también respetan a quienes no piensan igual.
Los cazadores ceutíes que pueden practicar este deporte en Marruecos cuentan con el añadido de realizarlo en un entorno rural y puro. Este país tiene la suerte de contar con esta ventaja, pues aún no ha sido contaminado en su totalidad con modelos importados de otros países. Además, entre los cazadores ceutíes y marroquíes existe una auténtica simbiosis, todo hay que decirlo.
Los cazadores, normalmente se reúnen en grupos de amigos al final de la jornada de caza, se sientan para comer, beber y contar batallitas y chascarrillos. En ese momento del día se dan la mano la amistad y la naturaleza.
Las discusiones tampoco faltan, aunque las superan con creces los chistes y las historias. Mi grupo, normalmente, lo forman mi hijo, mi hermano, el Quinito, el Chiri, Enrique, Nene, Don Enrique y un tal Quino.
Y aunque me gustaría, y a Don Enrique también, que compartiera mesa con nosotros el maestro D. Rafael de Terán, no puede ser, no se puede tener todo.
Sin duda, para quien nos conozca, en éste grupo, está lo mejor de cada casa.
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