Hace unos días, un viejo amigo, refiriéndose a mis colaboraciones en este diario, y de modo especial a la más reciente, La sopa boba, me dijo “tú siempre tratando de sacarle las castañas del fuego a Vivas y al PP, empeñado en lo de la superpoblación de Ceuta”. Dos personas más –no quiero exagerar– me han parado en la calle para hablarme del tema, pero en ambos casos dándome la razón
Pues bien; sigo manteniendo la tesis de la superpoblación local y de su decisiva influencia en el lamentable incremento del paro en nuestra ciudad, y voy a hacerlo no para defender a Juan Vivas ni al PP, sino a base de números, los cuales –si bien no resultan nada literarios– suelen ser fieles medios de prueba. Para ello partiré de cifras comparativas entre los años 2007, solo a cuyo final asomó las orejas la crisis, y el pasado 2013, utilizando datos del Instituto Nacional de Estadística y de otras fuentes oficiales.
Mientras que la población de España en el año 2007 era de 45.200.337 habitantes, en julio de 2013 ascendía a 46.609.700, después de haber tenido un pico de 47.190.493 en 2011. Y sigue descendiendo. Prescindiendo de este último dato, significativo de por sí, resulta que entre los años 2007 y 2013 el incremento de la citada población fue aproximadamente de un 3,2%.
Ceuta tenía en 2007 76.000 habitantes, y 84.504 en 2013, lo que supone un incremento del 11,2%. Y sigue aumentando, salvo masivas retiradas de permisos de residencia obtenidos ilícitamente. Es decir, que si comparamos los aumentos experimentados por la población a nivel nacional y de modo concreto en Ceuta durante el periodo 2007-2013 se denota una sensible diferencia que multiplica por tres y medio, a favor (es un decir) de nuestra ciudad, el incremento experimentado por España. Y está claro que en ello intervienen tanto el superior índice de natalidad que se registra en Ceuta, en el cual influyen la cercanía de Marruecos y los asentamientos, reales o ficticios, de personas procedentes del vecino país. Si echásemos la vista hacia atrás, las cifras serían aun más llamativas.
Pasando al tema del desempleo, se producen diferencias ciertamente contundentes en la comparación. En 2007, había 1.800.000 personas inscritas como desempleadas en España. Esa cifra ha ascendido dramáticamente hasta las 4.701.338 que estaban registradas como paradas a finales de 2013, pese a que el año pasado hubo un ligero descenso. Son casi 3.000.000 más. A su vez, y como es lógico, la población ocupada ha descendido desde los 20.476.900 trabajadores que cotizaban a la Seguridad Social en 2007, a los 16.299.515 que lo hacían al finalizar 2013, lo que significa la más que alarmante cifra de 4.177.385 ocupados menos. Un descenso del 20,3%, que a la vez supone un 27% de la población activa. Sin embargo, y este es el dato más sorprendente, en Ceuta había en 2007 una población ocupada que ascendía a 20.477 trabajadores, mientras que en 2013 el número de ocupados es prácticamente igual a aquél, pues asciende a 20.346. La diferencia es mínima, solo 131 menos. Apenas un 0,6%. Pero mientras que el paro registrado en Ceuta se cifraba en el año 2007 en 6.946 personas, en el 2013 ha arrojado la desmesurada cifra de 12.693, lo que supone 5.747 desempleados más –por añadidura de escasa o nula formación en general– con un incremento del 82,7%, representando en torno al 41% de la población activa.
¿Cómo se puede explicar que si a nivel nacional la población ocupada ha descendido durante el periodo 2007-2013 nada menos que un 20,3%, en Ceuta solo lo haya hecho en un 0,6%, alcanzando el desempleo en el conjunto de España un 27% de la población activa, pero llegando en Ceuta a un 41%? Partiendo de que el paro ceutí ya era muy alto incluso en época de bonanza, y siendo cierto que su población ocupada ha permanecido prácticamente en la misma cifra, solo cabe deducir –aunque reconozcamos el “efecto llamada” que sobre el paro registrado ejercen aquí los Planes de Empleo– que ya desde antes de la crisis no existían puestos de trabajo para tanta gente como la que lo demandan en la ciudad.
Como todos sabemos, Ceuta carece de riqueza natural propia, su potencial industrial es mínimo, el comercio y el puerto se vieron negativamente afectados por el ingreso de España en la ahora denominada Unión Europea, y la reducción de la guarnición ha debilitado su economía. Casi el 50% del empleo local depende de las administraciones públicas, las cuales han llevado a cabo ciertos recortes en materia laboral, según vienen denunciando fuentes sindicales relacionadas con la educación y la sanidad. Pese a ello, repito, la cifra de ocupados se ha mantenido. Hay personas que viven el infortunio de haber perdido su trabajo, pero otras han tenido necesariamente que encontrarlo, pues en caso contrario no existiría tal equilibrio.
De cualquier modo, o se consigue localizar alguna nueva y caudalosa fuente de riqueza para Ceuta, lo que –dada la actual cifra del paro– resultará harto difícil, porque colocar a casi 13.000 personas se aparece como una entelequia, o bien –como tristemente, y aunque la población haya aumentado, ya se han visto obligados a hacer muchos ceutíes– solo queda como solución la migración interior o la emigración al extranjero. Pero lo que resulta claro es que aquí ni existe ni existirá, al menos en un futuro previsible, trabajo para todos los parados, pese a la nueva regulación legal sobre las operaciones triangulares, que por sí sola, si llega a cuajar y si no la torpedean los funcionarios de turno, como ocurrió con las Reglas de Origen de la UE, no es previsible que pudiera dar colocación a miles de personas. Y menos mientras siga creciendo el número de habitantes.
Todo ello, quod erat demonstrandum, a causa de la superpoblación que nos agobia.
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