Categorías: Opinión

Demagoga

Si bien es cierto que en Ceuta siempre han existido diferencias entre las zonas más céntricas de la ciudad y las del extrarradio, no lo es menos que esas diferencias, lejos de disminuir a lo largo de los años, estamos viendo cómo aumentan a diario.
Aunque supongo que no todos lo vemos igual.
Supongo que si a todos nos escandalizara el aumento de la delincuencia, de la inseguridad, de la pobreza, del fracaso escolar de nuestros niños y niñas o de la precariedad, otro gallo nos cantaría. A veces me da la impresión de que no somos conscientes de que si mi vecino está muy mal por no poder alimentar a su familia, por no poder pagar el alquiler, porque sus hijos no puedan tener a tiempo libros o material escolar, a mi también me afecta.
De modo más grave o más leve, pero me afecta.
Si la mayoría de mis vecinos y vecinas viven en situaciones precarias, acabo viviendo en una zona con un grave riesgo de exclusión social para todos sus componentes. Si vivo en una zona sin bibliotecas a las que poder acudir a estudiar, a leer o a llevarme un libro prestado, mi riesgo sigue en aumento. Una persona sin formación, sin nivel cultural corre el riesgo de convertirse en carne de cañón para que otros le manipulen o le laven el cerebro. Por eso es tan importante que el acceso a la cultura y a la educación no distinga según el poder adquisitivo de los padres y madres.
¿Saben cuántas bibliotecas existen en el extrarradio hoy en día?
Las que había, han ido cerrando para mudarse por criterios políticos. Ni la municipal ni la de la UNED que tanto bien cultural hacían pueden seguir siendo refugio de miles de estudiantes del extrarradio que se trasladaban a ellas andando, muchas veces por ahorrarse un par de euros o destinarlos a otro uso.
Con las viviendas de protección oficial, tres cuartos de lo mismo. Y es que hay bastante diferencia según fueran construídas en el centro de la ciudad o en la periferia. Las del centro exigían unas nóminas bastante elevadas a sus ocupantes y las del extrarradio estaban reservadas únicamente a familias de la periferia con escasos recursos. Nada de mezclas.  
La asistencia social que tan necesaria se ha hecho por desgracia en estos tiempos tampoco es la que debería.
Pero es que además, el gobierno del PP es tan cínico que mientras recorta en ayudas sociales, tanto a nivel nacional como local, organiza mercadillos solidarios para ayudar a quienes lo necesitan. ¿Alguien me lo puede explicar? Por un lado, dan la espalda oficialmente a quienes más lo necesitan; y por otro, para tener la conciencia tranquila supongo, organizan mercadillos solidarios. Es como cuando tras sacar a la palestra que la fundación de las comilonas se había gastado como tres mil euros en cenas una sola noche y que con ese dinero se podrían dar ayudas básicas durante un mes a 10 familias, el gobierno decidió hacer su auto lavado de imagen habitual firmando convenios con entidades sociales. Puro marketing. A eso han reducido la política, solo a la imagen.
En estas cosas no cae el gobierno.
En el empuje a la consolidación de los ghettos que llevan años formando.
En el empuje a la marginalidad y a la soledad de quienes se sienten absolutamente desamparados por quienes gobiernan.
Es posible que esa situación empuje a algunos a delinquir. A otros, a la mayoría, les hace esforzarse por salir y sacar a los suyos de esa situación. Sin embargo son esfuerzos individuales que necesitan del empuje de toda la sociedad para que las mejoras sean genéricas, y ese empuje social debe estar indisolublemente unido al compromiso firme y real de quien gobierne. Por eso no puedo evitar responsabilizar de ello a quienes forman parte del gobierno.
Responsabilizar, que no culpabilizar.
Quien gobierna es responsable del destino de los fondos públicos. De las prioridades. De qué se va a hacer con nuestro dinero para mejorar las cosas. De las pautas y directrices que se marcan. Quien gobierna, en el momento que acepta el cargo, acepta la responsabilidad de dar la talla ante la población. Quien gobierna no está para acomodarse en una silla durante cuatro años si no todo lo contrario: está para ponerse las pilas desde el minuto uno. Lo más normal sería que cuando alguien no fuese capaz de cumplir con sus responsabilidades, dejase paso a otro.
Y lo más normal sería que si no lo hiciera, se lo exigiéramos…
Ahora el que quiera, que me llame demagoga…
Aunque sea por decir la verdad

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