Categorías: Opinión

Del papel a la realidad

Dice un refrán popular que una imagen vale más que mil palabras. Sin embargo, no siempre es así. En nuestra sociedad actual sufrimos una verdadera avalancha de imágenes que somos incapaces de procesar ante la falta de una educación de la mirada. Incluso los que tenemos una formación específica en la lectura de mapas y planos a veces nos cuesta trasladar mentalmente al terreno lo que representan los planos de los megaproyectos que tanto gustan a los políticos, sean del color que sean. Los pocos que nos preocupamos de leer estos proyectos y nos tomamos la molestia de presentar alegaciones para expresar nuestro punto de vista sobre su incidencia ambiental quedamos sobrecogidos cuando vemos el impacto paisajístico que provoca tanto desafuero desarrollista. Esta sensación la hemos sentido cuando vimos por primera vez desde el mar, a una relativa distancia de la costa, el inmenso bocado que le han dado al Monte Hacho para construir la Estación Depuradora de Aguas Residuales o cuando vislumbramos los efectos de traslado de parte de los residuos depositados en el vertedero de Santa Catalina a la vaguada de las Cuevas. El resultado es espeluznante. Toda esta vertiente del Monte Hacho ha quedado arruinada desde el punto de vista paisajístico.
Desplacémonos mentalmente a toda parte de Ceuta: Loma Colmenar y los terrenos aledaños donde se construye el nuevo centro penitenciario. La llamada Loma Colmenar fue, en poco tiempo, completamente desmochada para convertirse en una amplia plataforma elevada para construir el Hospital Universitario. Y ya puestos, el gobierno central pensó que a Ceuta le convenía una macroprisión, aunque ello supusiera llevarse por delante 200.000 m2, arrasando a su paso colinas, arroyos y una amplia superficie de masa forestal. Ni siquiera consideraron necesario una evaluación ambiental de este proyecto que ha causado una modificación brutal de la geomorfología de esta zona de Ceuta. Ahora, cuando se ha visibilizado la magnitud del proyecto, al igual que lo sucedido en el Monte Hacho, la gente comienza a apreciar la desproporción de la nueva cárcel que nos han dejado de premio para favorecer el “progreso” de Ceuta.
La magnitud de estas actuaciones se encontraban reflejadas en los planos, pero la ciudadanía no ha tomado conciencia de ellas hasta que se han trasladado del papel a la realidad. La falta de escala resulta evidente en la mayoría de los proyectos mencionados: un EDAR para 120.000 personas, un hospital utilizado al 50 % por la falta de personal, una prisión para 2.000 internos…. ¿Alguien se ha parado a pensar cómo sería la vida en Ceuta con 120.000 habitantes?. A día de hoy ya hemos superado con creces la capacidad de carga de nuestro territorio, así que seguir por esta vía de crecimiento poblacional nos conduce directamente al abismo.  De igual modo, la ausencia del concepto de límite en el discurso y el pensamiento de las autoridades locales y nacionales está derivando en unos cambios radicales del territorio. Tal y como ilustran algunas trabajos recientes (Cendrero et alii, 2005), “los seres humanos hemos pasado a ser el principal agente de denudación y evolución del paisaje (en vez del agua), algo nuevo en la historia de la tierra…La Revolución Industrial puede representar, además de un cambio fundamental en la historia humana, el inicio de una nueva etapa en la historia de la Tierra, que marcaría el paso a un nuevo modelo de evolución geomorfológica”. De la mano de esta sinrazón, que ha venido de la mano del exceso de confianza del ingeniero en los planes mecánicos, se han incrementado en nuestra ciudad los riesgos asociados a las lluvias torrenciales que serán cada día más frecuentes según nos advierten los distintos escenarios del cambio climático en nuestra área geográfica.
La invención de las máquinas excavadoras ha magnificado el poder de modificación del relieve por parte del hombre. No obstante, lo que subyace tras la acción de la maquinaria es la continuación de la tradición destructiva iniciada por los ingenieros militares que perfeccionaron las técnicas de fortificación en los siglos XVI y s.XVII. Estos precursores de la ingeniera pusieron las bases de su especialización  profesional en la destrucción. Como comentó Lewis Mumford en “La ciudad en la historia”, los ingenieros desarrollaron “un hábito mental de arrasar las cosas, en virtud del cual procuraban barrer los obstáculos del suelo, a fin de empezarlo todo de nuevo conforme a sus inflexibles principios matemáticos”. Desde entonces y hasta nuestros días, la fuerza destructiva y transformadora del paisaje no ha dejado de incrementarse en beneficio de la eficacia mecánica pasando por alto todo lo que se encuentra a su paso. A este ritmo Ceuta se convertirá en una inmensa llanura para mayor gloria de las mentes posthistóricas a las que tanto les gusta la uniformidad y tanto desprecian la naturaleza.

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