La pasada semana los medios de comunicación copaban sus portadas y las aperturas de los principales telediarios con la desaparición de cientos de inmigrantes en el Mediterráneo.
Se escribieron artículos preñados de cifras, de muertes, de balances y recomendaciones para, días después, pasar a la nada. No nos sorprenda. No es nuevo. Llevamos una historia de fracasos, de grandes dramas provocados por una desastrosa política que ha terminado causando todos los males de África. Atrás quedan muertes de hombres, mujeres y niños cuya consternación dura lo que el momento mediático. A algunos ni siquiera eso. Hablan de seres humanos como invasores; hablan de movimientos migratorios como amenazas; hablan de pases a la desesperada como los grandes negocios de esas mafias que vienen maravillosamente bien para justificar la política puramente policial que ha aplicado Europa. Nada es verdad, todo es mentira. África será salvada por los propios africanos, mientras prevalecerá el negocio de una inmigración que deja atrás víctimas mientras los Estados siguen llorando cual plañideras por unos resultados de los que todos, en parte, somos culpables. ¿Hasta cuándo este tipo de situaciones?, ¿seguiremos abordando el problema migratorio con dramas que van y vienen?, ¿cuándo será el momento en el que todo cambiará? Como acertadamente se escribió: ¿qué pasaría si en vez de un barco con 700 inmigrantes se hubiera producido el hundimiento de un crucero con 700 turistas? Somos capaces de imaginar la situación y a mí, particularmente, me causa vergüenza ese diferencial. El cambio quizá llegue a tiempo. O no.