Opinión

Defensa de Hernán Cortes y la obra de España en América

E Lo que hicieron los españoles en América fue una gesta hasta entonces jamás vista. Aunque incurrieron en el gran defecto español de no escribir luego con la pluma todo el honor y gloria ganados con la espada. Eso posibilitó luego que los historiadores extranjeros se aprovecharan de presentar la historia de España a su modo y manera, desvirtuándola, tergiversándola y deformándola a su favor y en contra nuestra. Ellos, cuando de su país se trata, se unen todos como una piña con razón o sin ella, mientras nosotros nos peleamos entre sí.
Dentro de esa pereza española a la hora de defender lo nuestro, se vuelve ahora a reincidir. Está renaciendo una nueva polémica política, sobre si debe celebrarse o no el 500 Aniversario de la llegada en 1519 de Hernán Cortés a Méjico. Es la misma controversia surgida en el siglo XVI entre partidarios y detractores de aquella ingente obra, sobre si España poseía o no título legítimo para conquistar América, que se repitió luego durante la Expo de Sevilla-1992, cuando algunos españoles pretendieron que España pidiera perdón al mundo por haber descubierto el Nuevo Mundo. Igual sucede ahora con la celebración del V Centenario de la vuelta al mundo, patrocinada y pagada por España, que iniciaron el portugués Magallanes y el español Elcano, pero que al morir el portugués, la finalizó el español. Ahora Portugal se ha apropiado de su celebración ante la indiferencia española, cuando Magallanes incluso tuvo que nacionalizarse español al no contar con apoyo de Portugal, que incluso hasta intentó apresarlo.
Pero, siendo esta polémica política, sin que yo haya pertenecido nunca a ningún partido, abordo el tema de forma independiente, analizándolo sólo desde la óptica de los hechos históricos, basándome en la opinión científica de historiadores extranjeros de reconocido prestigio. Pues, intentando de informar con imparcialidad objetiva, tengo que reconocer que los españoles cometieron en América errores, excesos y posibles atrocidades. Pero nunca más ni mayores que los que contra ellos perpetraron los indios cuando en muchos casos recibieron a los españoles con feroz hostilidad y crueldad extrema, disparándoles con flechas envenenadas y muriendo por cientos. Sólo en la llamada “Noche Triste” de Méjico, mataron 870 de los 1200 hombres que formaban las tropas de Hernán Cortés entre españoles e indígenas aliados. Más los nuestros anduvieron allí descalzos, harapientos, semidesnudos, hambrientos, teniendo que comer pieles hervidas, raíces, serpientes y animales repugnantes, aquejados de enfermedades desconocidas, luchando en la proporción de un español por cada mil indios, y curándose sus heridas con sal sobre carne viva y fuego incandescente.
Mas aquellos hechos sólo deben hoy enjuiciarse, valorarse y medirse con el metro histórico de hace 500 años que sucedieron, cuando el mundo tenía como legitimación para la guerra el derecho de conquista entonces bendecido por los Papas, cuya religión era entonces concebida como la única fe verdadera, inseparable de la conciencia europea. No existían el derecho internacional, ni apenas estados, naciones, ni soberanía territorial, ni derechos humanos. El mundo se regía por la ley del más fuerte. Aparte de que otro países se inventaron la llamada “Leyenda negra” contra España, como Inglaterra, Holanda, Francia y Países Bajos, más bien por envidia de no haber podido ser ellos quienes realizaran tan gloriosa gesta, utilizando grandes mentiras, engaños y mala fe.
Los españoles conquistaron allí dos grandes imperios: el azteca en Méjico, por Hernán Cortés, de Medellín (Cáceres) con 400 hombres. Y el inca en Perú, por Francisco Pizarro, de Trujillo (Cáceres) con sólo 200 españoles, siendo la inmensa mayoría extremeños. Y eso sólo se consigue con heroicidad, voluntad férrea, derrochando coraje y valor indómitos. Más los españoles se encontraron allí con personas humanas como ellos, pero que practicaban el canibalismo, la sodomía y el sacrificio inhumano de hasta 20.000 al año de jóvenes que engordaban como animales para después abrirlos en canal su propia familia y ofrecerlos inmolados a sus dioses. Ante tan horrendos crímenes y aberraciones, sintieron la ineludible obligación cristiana y moral de erradicarlos. Y también aquellos bravos españoles, pese a ser los extremeños de tierra adentro, tuvieron que enfrentarse a gravísimos peligros, como atravesar grandes océanos embravecidos que se tragaron numerosas embarcaciones y miles de tripulantes.
La “Leyenda negra” utilizó como pretexto la acusación que contra los españoles hiciera el fraile dominico Bartolomé de las Casas de haber cometido “genocidio cultural”, que en 1699 escribió su mal llamada “Brevísima relación de la destrucción de las Indias”, que ahora se está demostrando que todo fue mentira y utilizada con mala fe. Denunció duramente que los españoles esclavizaban a los indios, como era su obligación clerical; pero si luego no hubiera resultado que él mismo explotó en las Antillas varias encomiendas de esclavos. Veamos la valoración que de su libro ahora hacen historiadores extranjeros, la mayoría americanos:
El norteamericano, William S. Malthy, dice en su obra El Gran Duque de Alba: “Ningún historiador que se precie puede hoy tomar en serio las demenciales, injustas y desatinadas acusaciones del padre De las Casas”. Su homónimo Stanley G. Payne, refiere en su libro: “En defensa de España”. (Espasa 2017), que “De las Casas fue gran humanista y gran formador, pero como historiador, distorsionó lo sucedido en América. Añadiendo que la mala imagen sobre España se ha forjado en los estereotipos que han generado naciones derrotadas y rencorosas como Inglaterra. Por ello, recientemente publicó que, aunque en el imperio español no se ponía el sol, durante tres siglos España fue el “centro del mundo”y ejemplo de prosperidad y ejemplaridad. Asimismo, el historiador italiano Vitorio Messori, asevera: “La verdad y la justicia imponen el que no se acepten sin críticas las invectivas de De las Casas. El historiador Wald Frank, asevera: “El elemento creador de la conquista de América fue la generosa integración de los españoles con los humildes indios”. Y el prestigioso escritor Hugth Thomas, escribió: «El mestizaje fue la mayor obra de arte lograda por los españoles en el Nuevo Mundo”.
El norteamericano Charles F. Lumis, recoge en su obra The spanihh pioneers: “Hernán Cortés no fue un conquistador cruel. No tan sólo fue un genio militar, sino que trataba con mucha clemencia a los indios y era muy querido por éstos. Porque creo que todo joven sajón-americano ama la justicia y admira el heroísmo como yo, me he dedicado a escribir este libro. La razón de que no hayamos hecho justicia a los exploradores españoles es, sencillamente, porque hemos sido mal informados. Su historia no tiene paralelo; pero nuestros libros no han reconocido esta verdad; si bien ahora ya no se atreven a disputarla. Gracias a la nueva escuela de historia americana vamos ya prendiendo esa verdad, que se gozará en conocer todo americano de sentimientos varoniles (…) Nunca otra nación madre dio jamás a la luz ninguna de las conquistas en la Historia de América que pueda compararse con la que los españoles realizaron”.
Y el historiador inglés Robert Goodwin, en su libro “España, centro del mundo. 1519-1680”, coloca a España en el "centro del mundo", y como país más importante de la historia, con posesiones en todos los continentes, y dice: “De esa época ha subsistido el sentido del honor y el humanismo”. Por eso, una de las cosas que le fascinó investigar fueron en los manuscritos de la época, el "debate" sobre la esencia del ser humano que generó el trato español dado a los indios nativos de América.
Y, si es en legislación española, la reina Isabel la Católica, en su Real Provisión de 20-12-1503, ordenaba: “Mando a vos dicho nuestro gobernador, que hagáis pagar a cada uno el jornal e mantenimiento que según la calidad de la tierra e de la persona e del oficio vos pareciere que debiere haber (…). Lo cual hagan e cumplan como personas libres, como lo son, e no como siervos, e hacer que sean bien tratados e los de ellos. Y no consintáis ni deis a que ninguna persona les haga mal a los indios ni ningún daño o desasosiego alguno”. En 1530 Carlos I prohibió allí toda clase de esclavitud.
Las Leyes de Indias de 1542 reconocían a los indios como súbditos libres y protegidos por la corona española. Felipe II ordenó: «Os mando que de aquí en adelante castiguéis con mayor rigor a los españoles que injuriaren, ofendieren o maltrataren a los indios, como si los mismos delitos se cometiesen contra los españoles». Dichas Leyes fueron más favorables para los indios que las dadas en la Península para los españoles. Regulaban hasta el peso que podía coger cada indio, el trabajo y trato humanitario que debía darse a las mujeres y niños. Hernán Cortés, en su testamento, otorgado el 11-10-1547, nombró por igual herederos a sus hijos naturales de América que a los legítimos.
Pero no sólo fueron conquistadores los extremeños, sino también descubridores, evangelizadores e intelectuales que llevaron a América la civilización occidental mucho más avanzada que la de los indígenas. En el primer viaje con Colón ya fueron hasta nueve extremeños. Y extremeños fueron Hernando de Soto, Barcarrota (Badajoz), que descubrió La Florida, el río Mississippi y las tribus entonces desconocidas de indios norteamericanos, aprendiendo sus idiomas. El cacereño Francisco de Orellana descubrió el río Amazonas y su gran selva. Vasco Núñez de Balboa, Jerez de los Caballeros (Badajoz), descubrió el Océano Pacífico y Panamá.

El cronista de Indias Bernal Díaz del Castillo, refiere (visto por él mismo): “Hernán Cortés mandó ahorcar al soldado Fulano de Mora, por el sólo hecho de haber robado una gallina a un indio cuando la tropa estaba hambrienta y tuvo que alimentarse con varios zorros cazados. Aunque luego por intercesión de Pedro Alvarado (de Badajoz), conquistador de Guatemala, Honduras y El Salvador, le fue conmutada la pena por otra menos severa. Más Cortés no se cansaba de pedir obispos y clérigos al rey Carlos I. De Belvís de Monroy (Cáceres) salieron para América los llamados “Doce apóstoles extremeños”, que desde California hasta la Patagonia argentina no dejaron ningún rincón sin pasar, llevando a los indios nuestra cultura, el encuentro humanitario y civilizador, construyendo iglesias, escuelas, asociaciones benéficas, casas y pueblos para los aborígenes, enseñándoles el comercio, la industria, las artes, las letras y la producción de bienes agrícolas.
Los extremeños inmortalizaron a Extremadura en América, y allí dieron a España universalidad, contribuyendo más que nadie a que al calor español hayan brotado y florecido hasta veinte naciones hermanas y muchos millones de hispanoamericanos que hoy hablan y rezan como nosotros, a los que nos unen estrechos vínculos de sangre, de raza y cultura. Por ello, los españoles no debemos sentir complejos ni vergüenza, sino la íntima satisfacción y el legítimo orgullo de serlo. Por el contrario, sabemos que otras potencias colonizadoras practicaron en sus colonias “aparheid”, racismo y segregación, y hasta casi exterminado tribus enteras de indios. Mientras que entre españoles e hispanoamericanos se dio el gran fenómeno del “mestizaje”. Los nuestros fueron allí a mezclar su sangre con la de los indios, sin prejuicios de raza.
España acometió en América la mayor aventura que el mundo ha conocido. Su grandeza, no cabe en la historia española, pertenece a la historia universal. Y la celebración del V Centenario de la llegada de Hernán Cortés a Méjico sería más que justa, fortalecería los históricos lazos de sangre, hermandad, cultura y todo un sinfín de valores que hoy nos confieren una identidad común. Españoles y americanos debemos sentimos orgullosísimos de ello. Sólo desde el desconocimiento de la historia y el resentimiento de potencias allí fracasadas, que después casi extinguieron a los aborígenes, se puede mostrar rechazo por tal hazaña universal, que hizo posible que la sangre fraternal de ambas razas se fusionara en una sola. A españoles e hispanoamericanos nos unen profundos sentimientos de hermandad. Hasta emociona oír a miles de kilómetros y 500 años después, a tantos hispanoamericanos que se honran llamando con cariño a España la “madre patria”.

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