La pizarra | Defender nuestro "cupo"

En el argot educativo se conoce como “cupo” el número de profesores que el Ministerio de Educación asigna a la Dirección Provincial (de Ceuta) para hacer frente a las necesidades concretas de cada uno de los cursos escolares. Es por tanto una cifra que se revisa y se aprueba anualmente. El procedimiento para su determinación resulta extremadamente simple. O, al menos, así debería ser. En el último trimestre del curso, la dirección de cada centro elabora una previsión de necesidades para el siguiente que, una vez revisada por el servicio de inspección, es enviada por la Dirección Provincial a los Servicios Centrales. Allí sufre un segundo filtro y, por último, se somete al siempre antipático control del Ministerio de Hacienda que, desgraciadamente, tiene la última palabra (o mejor dicho, la última cifra). Es fácil entender que el “cupo” es un elemento clave del sistema educativo. Acaso el más importante. Establece, ni más ni menos, el número de horas disponibles por curso para atender todas y cada una de las diversas tareas y funciones que deben acometer los centros. Es por tanto un asunto polémico. Siempre. No en vano, mide la correlación de “fuerzas” entre las necesidades y las posibilidades. Ambos son conceptos indeterminados por naturaleza. Y ese es, precisamente, el origen de la controversia. El concepto “necesidad” en educación admite muchas versiones. La administrativa se centra en “los mínimos establecidos en las normas vigentes”. La pedagógica en “la calidad de la enseñanza” (evidentemente mejor cuanto más individualizada y por tanto directamente proporcional al número de profesores y profesoras). Por su parte el concepto “posibilidades” tampoco es objetivo, ni rígido; ya que depende de la “voluntad política de inversión en educación”. Es muy frecuente oír al Gobierno de turno decir “no hay dinero” cuando, en realidad, lo que se está diciendo es “no queremos gastar más dinero en este asunto”. La inconcreción de los términos en litigo conduce, inexorablemente, a que la fijación del cupo sea un conflicto permanente.

“En Ceuta, para este curso, el cupo ha sido de mil quinientos profesores. ¿Suficiente? Según el Ministerio, más que de sobra. Para ellos todos los centros están dentro de los límites que la ley fija para las ratios de alumnos por grupos, además de cumplir todas las estipulaciones normativas relacionadas con el resto de funciones educativas. Para nosotros, un cupo con el que se genera el mayor fracaso escolar del país es claramente insuficiente”

En Ceuta, para este curso, el cupo ha sido de mil quinientos profesores. ¿Suficiente? Según el Ministerio, más que de sobra. Para ellos todos los centros están dentro de los límites que la ley fija para las ratios de alumnos por grupos, además de cumplir todas las estipulaciones normativas relacionadas con el resto de funciones educativas. Para nosotros, un cupo con el que se genera el mayor fracaso escolar del país es claramente insuficiente. Es cierto que en estos momentos estamos ante una realidad heterogénea en materia de ratios. Y que el Ministerio exhibe sus mejores datos (en educación infantil) para defender su política de personal y la idoneidad de “su” cupo. Pero no deja de ser una “trampa” estadística. La educación secundaria está desbordada; la atención a la diversidad, tanto en primaria como secundaria, cubre el mínimo legal, pero está muy lejos de los estándares recomendables para combatir el fracaso escolar; y la Educación Especial sigue tratándose desde la perspectiva de una especie de peculiar subsidiaridad que provoca vergüenza ajena. Sobran razones para justificar un aumento de cupo para el próximo curso. Si queremos revertir la tendencia al fracaso en la que nos desenvolvemos hace décadas, es preciso dotar a los centros de más profesores (entre otras cosas) Y el primer paso para ampliar el cupo es mantener el que tenemos. En estos momentos existen serias dudas y preocupación al respecto. Explicaremos por qué.

En la actualidad las nóminas de un número considerable de profesores de Formación Profesional (algo más de cincuenta) están financiadas de manera diferenciada por los fondos europeos del Mecanismo de Recuperación y Resiliencia, cuyo límite temporal expira en la primavera de dos mil veintitrés. Por principio (y así consta en todos los Reglamentos que son de aplicación), los fondos europeos nunca pueden ser utilizados para financiar los servicios ordinarios de los estados miembros. Se conciben para atender necesidades muy concretas y coyunturales, o para promover algún tipo de innovación (que posteriormente cada país puede incorporar a su estructura de gasto si lo estima oportuno); pero siempre con un horizonte temporal muy estricto. Ello quiere decir que, con toda probabilidad, esos fondos no se van a prorrogar. Ante esta tesitura (amenaza), el Ministerio debe tomar una decisión. O asume con sus propios presupuestos el coste de este programa y, en consecuencia, se mantiene inalterado el cupo para el próximo curso; o bien se “desentiende” de esta circunstancia lo que supondría un recorte del cupo del cuatro por ciento (aproximadamente). Esta segunda opción admite una variante trilera, consistente en mantener el profesorado de FP y recortar de otros cuerpos y especialidades, alegando una sobre abundancia administrativa (que no pedagógica).

Tenemos que evitar que el Ministerios caiga en la tentación de ahorrar, en este caso, por la vía indirecta de la (no) gestión de los fondos europeos

Es el momento de movernos para defender nuestro cupo (como mínimo). Tenemos que evitar que el Ministerios caiga en la tentación de ahorrar, en este caso, por la vía indirecta de la (no) gestión de los fondos europeos. El profesorado, con sus representantes sindicales a la cabeza; pero también el resto de instituciones y entidades, tenemos que evitar que se produzcan recortes en una Ciudad tan castigada en su sistema educativo. Nunca faltan motivos para la movilización en Ceuta en el ámbito educativo; pero ahora tenemos uno muy claro y cercano. Ni un profesor menos!!!