En tema de frontera cualquier anuncio se antoja una quimera. Llevamos prácticamente dos años contando lo mismo sobre la aduana comercial y los cambios en Tarajal. Dos años repitiendo las mismas frases para decir nada. Mejor hubiera sido callar o elegir los momentos en los que lo anunciado realmente se vaya a cumplir. La imagen que se ofrece al ciudadano termina siendo la de una administración-maquillaje y eso no es bueno para nadie.
Delegación del Gobierno, siguiendo la línea de Madrid, no puede salirse del discurso en torno a la aduana comercial. “Tenemos los deberes hechos”, nos cuentan. “Ahora tiene que actuar Marruecos”, añaden. Para eso no hace falta ni ser ministro ni delegada, a este lado del paso siempre se ha hecho lo que han consentido al otro lado topándonos con un país que cuando ha querido ha cerrado o abierto fronteras, ha permitido tensiones o no en la valla y hasta nos ha parido un conflicto internacional en solo 48 horas.
El problema viene cuando a sabiendas de cómo es y actúa el vecino, se promueve un tipo de mensaje como factible cuando es inviable. Aquí y en Madrid se han dado plazos, se ha vendido la piel del oso antes de cazarlo y se ha hecho política sin contar con los reveses que podían llegarnos.
Por eso precisamente hoy nos topamos con la triste realidad de una aduana comercial fantasma que arrastra un puñado de pruebas piloto fracasadas en cuanto a tiempos y operatividad. Por eso nos topamos con la llegada del pescado legal desde Algeciras y el contrabando colado a través de la inteligente frontera o mediante esas pateras de pesca que lo mismo te cuelan su mejor pesca como hachís o te arrojan al mar a inmigrantes.
Los deberes hechos en una hoja de la libreta de nada sirven si el cuaderno se lo lleva el compañero rebelde de pupitre. Y eso es lo que sucede aquí, que llevamos años haciendo los deberes y hablando de lo mismo para rellenar idénticos titulares con el ánimo de decir cuando en el fondo no se dice nada.