Vinculada al movimiento feminista desde los años 60, la editora Mireia Bofill acude a las jornadas ‘Más Iguales’ con la intención de remover conciencias para que se comience a escuchar “la importancia del trabajo de la mujer, desbordada por las tareas del hogar y que por este doble trabajo a veces deben delegar en otras mujeres, en su mayoría inmigrantes”. Toda esta circunstancia sigue provovando a su vez una espiral de trabajo mal reconocido y mal remunerado. “Sobre todo al sur de Europa donde los servicios públicos son muy pocos, aunque creamos que no”.
–En Ceuta son las mujeres transfronterizas las que se ocupan de esta tarea en muchas familias. ¿Considera que la solución para hacer visible y legal este trabajo es más de tipo moral que económica?
-En efecto hay una parte moral y otra económica. Muchas veces estas personas no quieren estar legalizadas. Otras reclaman muy poco. Es algo que vamos alimentando y que puede estallar como una bomba. Vamos resolviendo el día a día sin más. Es algo de lo que se habla muy poco. Un trabajo no remunerado que hacen otras mujeres subregularizadas e incluso si lo estuvieran el régimen de empleadas del hogar sigue siendo muy desfavorable. Cada familia intenta hacer lo que puede y las personas tienen unas necesidades que no siempre atienden a las que dicta el mercado.
–¿Existen datos de lo que supone todo éste trabajo?
–En Cataluña el trabajo doméstico representa un 112 por ciento del que se hace remunerado. Son más horas las que se dedican a éste trabajo no remunerado, que las que se dedican al trabajo fuera del hogar o de cuidados de ancianos. No es una cosa residual, desde luego.
–¿Por qué se habla tan poco de ésta realidad?
–Se habla tan poco justamente porque es muy importante. Hablar de conciliación supone a veces no pensar en estas manos invisibles que a su vez ayudan a esa conciliación. Manos que cuidan, resuelven, escuchan, resuelven tensiones...esto está ignorado.Simplemente cerrar los ojos y no mirarlo ya forma parte de un maltrato. Se crean tensiones y todas las tensiones en el ámbito doméstico caen sobre las familias y muy especialmente sobre las mujeres. Esto contiene consecuencias, la más extrema la violencia y las dificultades para salir de ahí.
–¿Cómo podrían hacerse visibles esas manos?
–El primer paso de un problema es saber que lo tenemos. Posteriormente hay que unirse con otras, reivindicar, preguntar, saber, informarse... tenemos que ir pensando en formas de que ésto cambie. Y una de las cosas es variar el régimen de empleadas del hogar, por ejemplo. Tratar de fomentar la regularización, que al menos es un primer paso ya que si no existe, no se puede reivindicar ningún derecho. En Cataluña algún partido ya ha propuesto desgravaciones fiscales para la persona que necesite contratar a otra en caso de personas dependientes o demás. Cuando nos querían estimular para la compra de pisos, desgravaban en la compra de una vivienda. Cuando esa bolsa de trabajo sumergido emerge de ésta manera, una manera de solucionar el problema sería a través de las desgravaciones fiscales.
–¿Qué está fallando?
–Está fallando lo que podría ser el leif motiv de mi intervención. Existen una serie de cosas que consideramos problemas de ámbito privado y social. ¿Qué sociedad queremos construir? ¿Cómo queremos vivir? Sabemos que ahora vivimos más años y debemos plantearnos cómo queremos hacerlo. Es, como todo, una cuestión de prioridades. Deben removerse conciencias y buscar soluciones. Hablar de mujeres es hablar del mundo que queremos construir y afecta a todo, no sólo al ámbito doméstico sino a ley de presupuestos, régimen fiscal... las mujeres lo sufrimos, lo conocemos de primera mano y tenemos la obligación de darlo a conocer.