Nadie diría que hace 24 horas Paco Ibáñez, el estanquero de ‘La Cultural’ de Hadú, se había enfrentado a un encapuchado que, pistola en mano, quería hacerse con su dinero.
Y nadie lo diría porque ayer, como lo lleva haciendo más de 50 años, abrió las puertas de su pequeño establecimiento, situado enfrente de la iglesia de San José, para atender a sus clientes. Ironías de la vida: tenía sobre el mostrador en el que se había enfrentado al encapuchado la edición de ‘El Faro’ en el que se cuenta su agresión. Ahora Paco recupera la tranquilidad. Del atraco le quedan 23 puntos en la cabeza y unos pequeños hematomas en las yemas de los dedos. “Me lo hice al golpearme con el tubo de la luz, cuando me resistí. Se rompió en el forcejeo”, apunta Paco, señalando la fluorescente del techo del estanco rota por los golpes.
La Policía Nacional intenta localizar al autor de este atraco. Cree que puede ser la misma persona que ha practicado otros robos en la barriada. La cámara de seguridad situada enfrente de la iglesia no ha aportado visión alguna pero un vecino podría disponer de la identidad del delincuente ya que éste, cuando escapaba, se retiró la capucha. Paco no pudo verle el rostro ya que en todo momento lo tuvo tapado, incluso cuando le golpeó con la culata de su pistola para zafarse y escapar del lugar sin botín alguno.
Durante la mañana de ayer todo eran visitas para el estanquero, todas orientadas a preguntar por su salud, lamentando lo sucedido y sabiendo de la connotación milagrosa que ha definido su roce con la delincuencia. Ibáñez recuerda que en principio pensó que se trataba de un broma. Y es que eso de que alguien te sorprenda por detrás y te diga lo típico de ‘esto es un atraco’ suena a eso, a broma. Al darse la vuelta comprobó que ni mucho menos. Que se trataba de un delincuente, pistola en mano, que, con sangre fría pretendía obtener el botín. Por la voz hablaba perfectamente español, por lo que se podría descartar que se tratara de un delincuente marroquí. Por su comportamiento hierático se sospecha que podría haber cometido atracos de esta índole en otras ocasiones.
Ahora es labor de la Policía investigar los hechos. En sus manos tienen la bolsa que el atracador llevaba y en la que podría haber alguna huella para localizar al detenido en los ficheros policiales. Los mismos que han sido mostrados a posibles testigos del suceso.
A la espera de que se produzca el arresto, Paco vuelve a su rutina. Con 72 años a sus espaldas y dos atracos, ayer continuaba con sus labores. Las mismas de cualquier día salvo que en esta ocasión no paraba de contar una y otra vez la misma historia a su clientela.
Por el Hospital Universitario han pasado ya otras víctimas de atracos. Paco no ha sido el primero en resultar lesionado tras un ataque. Allí mismo, en el clínico, la Policía supo por boca de los profesionales sanitarios que ya habían pasado al menos otras tres personas con heridas sufridas en el transcurso de robos.
La delincuencia callejera repunta, y a menudo viene definida por una carga de violencia que deja en el camino víctimas. Ellas son las que cuentan las historias que terminan formando parte de una crónica negra que en demasiadas ocasiones se queda sólo en la hemeroteca ante la falta de decisión de los afectados a la hora de interponer denuncia en la Jefatura Superior.
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