Lo denuncia en un reportaje, hoy, Rocío Abad, recogiendo sencillamente el malestar que hay entre los vecinos por decisiones que, cuando menos, resultan incongruentes. Hace tres años, la Ciudad echó mano de lo que sabe: la excavadora. Así que, sin atender las quejas de vecinos aislados o de entidades hechas y derechas como Septem Nostra, pasó de todo, se hinchó su orgullo y se llevó por delante el edificio neoárabe ubicado cerca de la calle Canalejas. Con el ataque de cojones que suele dar una mayoría electoral y la ausencia de excusas con fundamento, argumentaron el estado de ruina para convertir en escombros un edificio que, si bien carecía de protección, tenía un importante valor artístico e histórico. Pero nada, la voz popular quedó hundida por el poder del orgullo y se cargaron, como han hecho en otros puntos de la ciudad, la historia que allí se ocultaba.
Ahora resulta que en el lugar que debía haberse respetado y restaurado, asoman viviendas ilegales. El lugar es escogido por marroquíes para comprar y vender chatarra o para realizar sus negocios a plena luz del día. Pero eso no le importa a la Ciudad. Ahí, fíjense, es más cortita de miras. Se cargaron la historia (si me apuran sentimental) para dejar que una zona céntrica se convierta en núcleo de viviendas ilegales. Pero no pasa nada. Es el sino de esta Ceuta cuyas barriadas cada vez crecen más desdibujadas, perdiendo su esencia, arrinconando su historia e incluso matándola poco a poco, mientras la Ciudad, atolondrada y borracha de un mal entendido poder, solo trabaja para mantener a estómagos agradecidos o maquinar cómo bordear sentencias judiciales. Así estamos.
Esta misma semana, tras la junta de seguridad celebrada en la Delegación del Gobierno, se ponía encima de la mesa lo que ahora se llama disciplina urbanística. Ya saben, términos que acuña la clase política para aparentar preocupación por algo. Se comprometieron a crear un protocolo, a luchar más contra esta problemática... después de que ya hace un año nos vendieran la misma moto. Los días pasan y la dejadez es absoluta, tanto que en cualquier rincón te nace un asentamiento de casas al margen de la ley que no hay narices de vetar. En asuntos de este tipo, resulta que la institución se caracteriza por su lentitud, por enterarse siempre la última de l o que está pasando. En cambio no pierde ni un minuto en cargase, con la excavadora (ya saben, a lo bruto) esas muestras de historia, de sentido de un pueblo, de lo que fue buena parte de la vida de los que ahora tienen mando en plaza.
Se cargaron edificios para dejar huecos a obras ilegales. Genial. Nunca tuvimos mejores gestores y tan callada oposición.
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