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De Seinäjoki a Kauhajoki

Es la segunda vez que viajo a Finlandia, a la Universidad de Ciencias Aplicadas de Seinäjoki, acogiéndome para ello al programa europeo de intercambio de profesores Erasmus. En esta ocasión no hemos podido contemplar el paisaje nevado, ni experimentar los 30 grados bajo cero. Sí la lluvia. También el frio, en torno a cero grados, y las escasas horas de luz solar que tienen al día. A las tres de la tarde ya es prácticamente de noche. Quizás por ello los finlandeses adoran el sol. Hay un vuelo diario desde Helsinki hasta Málaga. Es una de sus formas de combatir la depresión causada por la oscuridad de los largos días de invierno. También lo hacen con el trabajo. Son tremendamente activos, prácticos y emprendedores. Por esta razón mi misión, también en esta ocasión, era un tanto difícil y complicada.
En febrero impartí un curso sobre Responsabilidad Social Corporativa en la Escuela de Negocios de esa Universidad. Yo era consciente de los altos niveles de educación medioambiental que hay en ese país, que se practican y enseñan desde los primeros años en la escuela. Sin embargo, creo que pude defender con dignidad nuestras experiencias ante la mayoría de alumnos internacionales, cerca de 50, que allí estudiaban. E incluso sacar pecho en aspectos relacionados con la contabilidad medioambiental, en la que España es pionera. En correspondencia con aquellas jornadas, el Decano de la Escuela permitió que el profesor Ville-Pekka visitara nuestra Facultad en Ceuta y compartiera con nuestros alumnos y profesores sus conocimientos de Marketing. Pero también creo que descubrió una ciudad apasionante, desconocida para muchos europeos, quizás como consecuencia de la escasa promoción exterior que de la misma se hacía, como declaró en la prensa local. Posiblemente esa experiencia suya, que él comentó con entusiasmo con sus colegas, junto con el interés de otro profesor de esa Universidad, el arquitecto de origen argentino Julio Vallejo, hayan sido las causas de que las autoridades académicas me vuelvan a invitar a participar en actividades de la escuela.
Dos eran los asuntos que me propusieron. El primero fue participar como conferenciante en unas interesantes jornadas sobre Mercosur, que esta escuela viene organizando desde hace ya bastantes años. Haciendo honor a su filosofía educativa y a su nombre “Universidad de Ciencias Aplicadas”, lo que hacen es llevar a la escuela de negocios a los más importantes empresarios del país con intereses en esa importante área comercial del mundo, a los embajadores y representantes comerciales de algunos de los países que la componen, a las autoridades políticas y académicas de Seinäjoki, y a algunos profesores internacionales. De esta forma los alumnos, que luego comparten la comida del autoservicio de  la escuela con los participantes, tienen la oportunidad de informarse de las oportunidades de negocio y actividad económica sin intermediarios de ninguna clase. Y también de establecer contactos de cara a futuros trabajos o estudios. Fue el caso de uno de los estudiantes españoles, que pudo llevar a cabo una conversación privada con alguno de los embajadores asistentes. Yo tuve el honor de poder explicarles a los alumnos y al resto de participantes, la evolución de las inversiones de empresas españolas en Latinoamérica desde los años 80, que recibieron un importante impulso de los distintos gobiernos de Felipe González de la época. Y también de decirles, que desde hacía más de 500 años, España tenía un sincero interés en el desarrollo económico y cultural de América Latina.
El segundo encargo, el más difícil para mí, era intentar convencer a los alumnos de la escuela superior de hostelería de esta Universidad, de que sus prácticas las hicieran en Ceuta. Era un expreso deseo de algunos de sus profesores, frente a la alternativa que manejaban algunos alumnos de irse a practicar a la Costa del Sol malagueña. Problemas de logística de última hora hicieron que tuviera que desplazarme en autobús a 50 kilómetros de Seinäjoki, concretamente a Kauhajoki, una pequeña localidad rural, rodeada de granjas y preciosas casas de madera, en donde, desde hace más de 80 años, está ubicada la escuela de hostelería. Allí nos esperaba la profesora Kirta Nieminen, coordinadora internacional de prácticas.
Esta experiencia en autobús de línea, que agradezco, nos permitió conocer la realidad de la Finlandia rural, junto a la laboriosidad y espíritu emprendedor de sus gentes. Especialmente las mujeres. Un ejemplo. De los más de 20 directores que había tenido la escuela a lo largo de su historia, cuyas fotografías se exponían en una de las salas, sólo dos habían sido hombres. Otro. Tanto en el avión que nos llevó a Helsinki, como en el autobús de Kauhajoki, pudimos comprobar que viajaban solas dos niñas. En el segundo caso se trataba de una preciosa chiquilla de no más de 7 años, que se sentó junto al conductor del autobús, que en todo momento controlaba la situación. En su mochila llevaba todo lo necesario para el viaje. También un móvil, en el que recibió una llamada, supongo que de sus padres. Nos llamó la atención su carácter y decisión. Como una persona mayor.
Ya en la escuela, contrariamente a las pesimistas previsiones de asistencia, la clase se llenó de alumnos y alumnas que siguieron con mucha atención mi exposición. Yo les mostré las fotos aéreas de Ceuta (también algunas de Granada), y como en anteriores ocasiones, les expliqué hasta dónde llegaba el Imperio romano en África, desde cuándo Ceuta era una ciudad española y europea, y cómo una de las mejores experiencias de nuestra ciudad era sentir el cruce de mares y continentes. Les dije que no podíamos competir con la Costa del Sol en playas, pero que nosotros también teníamos algunas. Sobre todo unos preciosos acantilados y unos fondos marinos únicos. También les hablé de las horas de sol anuales. 3.000 en la Costa del Sol y 2.500 en Ceuta. Y del número de visitantes medios a nuestra ciudad. Les di el dato de que, en la actualidad teníamos menos visitantes, pero más ocupación hotelera. Asimismo les expliqué que teníamos el privilegio de contar con que casi la mitad de nuestra población era musulmana, pero que además de la mayoritaria población cristiana, también teníamos otras dos importantes colonias de hindúes y de hebreos. Les hablé de las casi 20.000 personas que cruzan a diario nuestra frontera con Marruecos y de los problemas diplomáticos que teníamos con este país. Del cruce de culturas, de la riqueza culinaria, de nuestros paisajes, de la ventaja que suponía estar a cinco minutos de Marruecos y a media hora de la península ibérica. Por último les mostré los datos de las cinco empresas que, atendiendo la petición cursada a través la Confederación de Empresarios de Ceuta, habían ofrecido sus instalaciones para realizar sus prácticas. Para finalizar, les prometí que si venían a nuestra ciudad, intentaríamos tratarlos como alumnos de nuestra Facultad, les haríamos un seguimiento de sus prácticas y, sobre todo, los recibiríamos con el mayor cariño y hospitalidad que nos fuera posible. Ya solo falta comprobar si nuestro empeño ha servido para algo.
Pero uno de los encuentros más agradables fue el que pudimos tener con los estudiantes españoles de la Universidad de Granada. Uno de ellos de Ceuta. Mi mayor satisfacción fue cuando Santiago, el alumno de nuestra ciudad, me agradeció el consejo que le di en su día de venir a estudiar aquí y me confesó que estaba entusiasmado con el sistema educativo finlandés. El hecho de realizar prácticas diarias y no limitarse darse un atracón de estudiar para los exámenes finales, era lo que más le hacía aprender. Finalizamos nuestra estancia en Seinäjoki compartiendo con ellos una estupenda tortilla de patatas, una ensalada y un arroz de lomo y setas, todo ello cocinado con aceite de oliva español y acompañado de un buen vino del Priorato y una cerveza San Miguel, que es de las cervezas españolas más internacionales. Los chavales, después de unos meses por estas tierras comienzo salchichas y salmón, creo que agradecieron y valoraron el arte culinario español.

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