Categorías: Opinión

De políticos, sindicalistas, banqueros y empresarios

Se dice, y con buen criterio, que somos felices de la misma manera y, sin embargo, cada uno es desgraciado a la suya. Asimismo, sin temor a equivocarnos, podríamos dejar sentado que no todas las crisis son iguales. Cada una de ellas es hija de su tiempo y de sus circunstancias. Así en los años duros del franquismo, 50 y 60 y algunos de los 70, la emigración era la válvula de escape mediante la cual se resolvían los problemas laborales, y, asimismo, la devaluación de la peseta. La crisis que nos golpeó en los años del felipismo, con las reconversiones famosas, se pudo amortiguar y sobrellevar con los fondos europeos, y el asentamiento de las multinacionales en nuestro país al olor de las reconversiones. Y, acabando el siglo pasado, finales del felipismo y comienzos del aznarismo, con la entrada en el euro, hubo que hacer una rebaja drástica  de los tipos de interés, lo cual impulsó un fuerte crecimiento económico. Quien tenga suficiente edad se acordará de lo anteriormente expuesto y quien no, pues lo puede leer en los libros de historia. No es, evidentemente, materia reservada para unos pocos, entendidos o no. Es de dominio público. No son pues datos originales.
Bueno, ¿y ahora qué se puede hacer para salir con bien, y cuanto antes, de esta crisis que nos golpea brutalmente? Ya no hay aquella emigración con maletas atadas con cuerdas, botas de vino, bocadillos de chorizo y picadura. En todo caso los que ahora emigran son los más preparados, eso que se ha venido en llamar ‘fuga de cerebros’. Los fondos europeos han pasado a ser recuerdos, y no se puede devaluar, obviamente, la moneda, y los tipos de interés están si no por los suelos, casi, casi. ¿Entonces qué? Pues hacer una reforma laboral en condiciones. ¿Qué es en condiciones? Pues, por decirlo en corto, hacer reformas estructurales que abarquen los salarios, la competitividad, los despidos, la formación de los trabajadores, las bonificaciones, los contratos, la vigilancia más estrecha del absentismo laboral, las organizaciones empresariales y, en definitiva, las sindicales. Esto es a grandes pinceladas lo que debe incluir una reforma laboral. De los detalles de la reforma laboral del Gobierno se ha hablado y escrito hasta la saciedad por entendidos, por aficionados, por advenedizos y por mediopensionistas. Yo, por tanto, no voy a entrar en detalles a este respecto. Los detalles se publicaron en el BOE en poco menos de ochenta páginas y allí se puede uno ilustrar sobre la mencionada reforma laboral.
Se dice que el siglo XX fue el de una nueva era de la ‘mentira’. Se creyó, asimismo, que la mentira era ‘un privilegio de la derecha’, sobre todo en Francia durante la Quinta República, así como ‘la virtud y la compasión’ eran privilegios de la izquierda. Pero hete aquí que a la llegada de la democracia las condiciones han acabado por igualarse. “La mentira se ha democratizado”. ¿Afortunadamente? Pero, claro, el que engaña debe contar con gente dispuesta a dejarse engañar, y, es más, todo ello lleva a conformar una “sociedad de mentirosos”.
Políticos, sindicalistas, banqueros y empresarios, he aquí las cuatro ‘patas’ en las que se apoya el sistema. Respecto de los primeros, los políticos, no es nada nuevo escribir que ocupan los últimos lugares de la credibilidad ciudadana. Por algo será. Que los políticos mienten, pues sí, como todo el mundo hace, pero se suele decir que las mentiras de los políticos son ‘mentiras políticas’ para diferenciarlas de otras mentiras. Acaso se refieran a que ‘mienten con verosimilitud’. “Falsedades saludables”, las llamaba el clérigo irlandés Swift. En España, como no podía ser de otra manera, los políticos son maestros en el arte de la mentira y del engaño, del nepotismo y de las corruptelas. Sálvese quien pueda. ¿Ejemplos? ¿Quiere ejemplos, amable lector? ¿Uno sólo? Pues ahí va. Los socialistas suelen hacer una defensa numantina de la escuela pública, pero ellos no se aplican el cuento. Así Cristina Garmendia, José Bono, José Montilla, Artur Mas, Mercedes Cabrera, … llevan a sus hijos a las escuelas privadas. Hay miles de ejemplos de cualquier tipo.
Los sindicalistas. ¡Ay de los sindicalistas! Estos están aún más desprestigiados que los políticos. Aún más. Se les considera parásitos del sistema. Y los hay hasta quienes practican el matonismo. Los sueldos de los dos especímenes principales, Méndez y Toxo, y no sólo ellos dos, salen de nuestros bolsillos. ¿Cuántos años lleva el tal Cándido sin acudir al tajo? ¿Quince? Son profesionales del sindicalismo subvencionado. Unos caras. Son repudiados por la ciudadanía por su afán de liberarse y de vivir como obispos. Son especialistas, sobre todo la sectaria UGT, en echar mano de sus servicios jurídicos, que pagamos todos, para coartar la libertad de expresión de los ciudadanos. Los millones con que han sido subvencionados claman al cielo. Hay que acabar con el sablazo sindical y sus caros privilegios. O ellos o nosotros. Deberían vivir de las cuotas de sus afiliados. Manejan un discurso ideológico rancio y casposo y decimonónico. Son corresponsables de los cinco millones de parados. ¡A la calle con ellos, sí, pero a patadas!
En la célebre película “La diligencia”, de John Ford, un banquero corrupto y ladrón, al tiempo que roba en su propio banco, dice una frase lapidaria: “Lo que es bueno para los bancos es bueno para el país”. Esta declaración resume la clase de poder fáctico que constituyen los bancos. La actitud, en nuestro país, de los bancos durante la crisis ha sido obscena, repugnante. El gobierno de Zapatero les endilgó 180.000 millones de euros para que hicieran fluir el crédito. Y en vez de ello se dedicaron a sanear sus números. Les prestan dinero al 1% para que ayuden a los ciudadanos y se dedican a comprar deuda de los países emisores que les reportan intereses de hasta el 4%. Ganan miserablemente un 3%. Faltan calificativos para nombrarlos.
Y, por fin, los empresarios. Tampoco salen bien parados en el imaginario colectivo de los ciudadanos. Son, evidentemente, los que crean puestos de trabajo, pero, a veces, en condiciones leoninas. En esta reforma laboral, los empresarios deberán justificar todos los despidos y por motivos objetivos. Pero si la empresa falsea los motivos, el trabajador podrá acudir a los juzgados, “a sus expensas”, ¡ojo!, para intentar recibir la más alta indemnización. Será interesante hacerles un seguimiento para ver cómo se comportan. No inspiran confianza en modo alguno. De quien menos te lo esperas, te hace una ‘guarrada’.
En fin, hastío es lo que rezuma el ciudadano al contemplar cómo esos políticos, sindicalistas, banqueros y empresarios se blindan de por vida con pensiones millonarias, al tiempo que farfullan y balbucean sandeces, bobadas y necedades, rodeándose de una vida de lujos, de excesos y ostentación. Por tanto, estas líneas merecen acabar como escribe Samuel Beckett en un pasaje de su obra “Molloy”: “Y a la mierda”.

Entradas recientes

Ángel Martín convence a todos con su humor, conciencia social y emocional

El humorista Ángel Martín ha hecho disfrutar de principio a fin a los espectadores de…

29/09/2024

Así se refuerza Marruecos ante el anunciado pase a Ceuta

Marruecos ha reforzado la seguridad en su frontera con Ceuta además de en los alrededores…

29/09/2024

Sofiane: "Tengo que aprovechar esta oportunidad de jugar"

Sofiane fue el delantero titular del Ceuta ante el Recreativo de Huelva. Hizo un buen…

29/09/2024

Castillejos, asociaciones civiles y políticas piden su recuperación

Asociaciones civiles y políticas de Castillejos han expresado su preocupación por la cadena de sucesos…

29/09/2024

Intervenido un coche lleno de tabaco para cachimba en la frontera

Agentes de aduanas destinados en el paso fronterizo de Bab Sebta, el lado marroquí que…

29/09/2024

Denuncian el maltrato animal sufrido por un gato comunitario

DAUBMA, la asociación Plataforma en Defensa del Arbolado Urbano, la Biodiversidad y el Medio Ambiente, ha remitido…

29/09/2024