Colaboraciones

De la vaciedad y la estulticia

Cada mañana, como un rito litúrgico de una costumbre de años, leemos la prensa escrita de algunos periódicos del país y, entre ellos, nuestro entrañable Faro. Y, me llama sobremanera que algunos columnistas exageren sus artículos hasta extremos inimaginables, calificando continuamente -un día sí y otro también-, a la izquierda de provocar las diez plagas de Egipto, sustituyendo en el caso que nos ocupa al mismísimo dios de Israel.

No hay nada más ridículo que la exageración de los exegetas del discurso partidista, que toman la palabra como pretendida arma arrojadiza contra los contrarios en el pensamiento ideológico. Porque en un pretendido sistema democrático como es el nuestro, no es de recibo que las ideas no se respeten y prevalezcan los insultos y las descalificaciones más primarias y mezquinas, que podamos soportar sin sentir una profunda náusea de tanta miseria, de tanta palabrería vacía de contenido.

La democracia es un foro donde la palabra es la esencia de toda comunicación entre hombres y mujeres que lideran una idea política para aplicarla a nuestra sociedad. Y, por ello, no puede desvirtuarse con comentarios que en nada ayudan al debate de las ideas; sino al contrario, dejan en barbecho cualquier aproximación que pudiera darse entre las diferentes ideologías que conforman la realidad social de nuestro país.

Pudiéramos llamar a estos aprendices de brujo herederos del «Despotismo Ilustrado (*)», donde continuamente hablan del pueblo, pero sin el pueblo: adalides de un nuevo liberalismo económico, donde todo vale para que fluya el dinero en un circuito cerrado a la especulación entre banqueros y empresarios, sin ningún límites a sus ganancias entre diferentes y paraísos fiscales; mientras los trabajadores son los convidados de piedra, en un reparto desigual, con salarios miserables que no se benefician del remonte de la crisis económica, donde la precariedad laboral es lo habitual y los contratos fijos lo extraordinario.

Estamos cansados de estar hartos, de columbrar cada mañana a estos agoreros de la mala palabra; del comentario agrio sin más fundamento que la acritud constante, que lejos de resolver cualquier problemática, dándole su ámbito apropiado y su necesario tiempo para encaminar, lo precipitan por los acantilados de la estulticia más irrelevante, sin dar ninguna oportunidad al dialogo.

Cuanto tiempo perdido en destruir los débiles pilares de nuestra joven democracia, cuando todo el gasto intelectual debería realizarse en construir puentes que posibilitaran consensos mínimos que peldaño a peldaño, ayudasen a construir el edificio dónde pudiese ser habitado por todas las voces y el sentir de todos los españoles, aun siendo diferentes.

Al parecer, no somos dados a aprender de la historia, como bien dice la significativa frase pronunciada por  filósofo español, Agustín Nicolás Ruiz de Santayana: «Los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla». Y, en este sentido, la interrupción de proceso republicano en el año 1936 por los facciosos, sólo ha retrasado la historia unos años, porque los procesos históricos son irreversibles, y aunque al cabo sean sesgados, siempre rebrotan con el esplendor de la nueva primavera.

Finalmente, acabamos este artículo tal como lo empezamos, a saber: De la vaciedad y la estulticia nada se allega, «más vale tener buen tino de andar la jornada sin herrar» -como dijera el maestre Manrique-, porque para pronunciar palabras turbias y necias siempre hay tiempo. Así, que es menester que moderen su aciaga verborrea siniestra, aquellos que siempre van sembrando dudas en los campos y caminos de España; porque no dudamos que con la mesura en sus discursos, de seguro alcanzarán mayor credibilidad y cordura -en los inestables sesos- donde ahora, mal que nos pese, sólo pueblan el mundo irreal de las sombras chinescas...

(*) Despotismo Ilustrado:

Política de algunas monarquías absolutas del siglo XVIII, inspirada en las ideas de la Ilustración y el deseo de fomentar la cultura y prosperidad de los súbditos (RAE).

El despotismo ilustrado es un concepto político que surge en la segunda mitad del siglo XVIII, en Europa (Austria, Francia, Rusia y Prusia), que se enmarca dentro de las monarquías absolutas y que pertenece a los sistemas de gobierno del Antiguo Régimen Europeo, pero incluyendo las ideas filosóficas de la Ilustración, Constituyó una forma de gobierno que trataba de conciliar el absolutismo con las nuevas ideas de la Ilustración, intentando para ello conjugar los intereses de la monarquía con el bienestar de los gobernados. Se desarrolló durante la segunda mitad del siglo XVIII.

El absolutismo ilustrado es una práctica política dentro de las monarquías absolutas del Antiguo Régimen, relacionada con la Ilustración; dentro de la cual, los monarcas que los siguieron contribuyeron al desarrollo cultural, político-administrativo, social y económico de sus estados. (Fuentes diversas)

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