Ya nos cuentan que se ha dado luz verde a la construcción de la escalera en el Tarajal. Casi cuatro meses después de que por las santas pelotas de alguno se optara por el derribo de la vieja comunicación que unía la frontera con el Jato, nos venden una reunión a tres bandas: Ciudad, Delegación y Demarcación de Carreteras para disponer de una alternativa y evitar, así, las tercermundistas imágenes que seguimos viendo a diario. Esas de ancianas subiendo por los montes o de escolares que tienen que hacer lo mismo.
Ahora llega el periodo de publicitar la, con perdón de los lectores, ‘gran cagada’ política y para eso nos tienen que engalanar el producto para metérnoslo por los ojitos. Resulta indignante escribir de esto, como resulta igual de indignante que nadie asuma que metió la pata y bien metida. Las administraciones se pasan ahora la pelota unos a otros, nadie quiere ser la culpable de los hechos, así que Ciudad y Delegación intentan hacer su particular ‘guerra sucia’, esa que se trabaja en los despachos, para no erigirse en causante de una acción que no hay por donde cogerla.
¿Qué beneficio se obtuvo con el derribo de la vieja escalera? Ninguno. Peor aún, se ha provocado mayor gasto y se ha conseguido que obras que estaban funcionando bien, como es el caso de los tres carriles habilitados en la carretera nacional, no hayan servido finalmente para nada.
El debate sobre la escalera quedó ayer ensombrecido por otro debate de calado, el del Estado de la Nación, en el que cobró protagonismo la reciente tragedia que terminó con 15 personas muertas en el intento de entrada en la ciudad.
Hemos visto los enfrentamientos de unos y otros en torno a un hecho que ha demostrado ya no solo el bajo nivel de nuestros políticos, sino la necesidad urgente de una regeneración porque, sencillamente, así no podemos seguir.
El oportunismo y la hipocresía han pesado demasiado en torno a una situación que, por su importancia, ha sido noticia. Quienes deberían haber estado a la altura de las circunstancias no lo han hecho. Han primado los intereses partidistas sobre otros y hemos terminado asistiendo al enfrentamiento de medios de comunicación que han dejado bien definida cuál iba a ser su línea de acción.
Lo inteligente hubiera sido remar todos en el mismo camino, dejando para el ámbito judicial la necesidad de investigación y la reclamación de responsabilidades si es que las hubiera. Pero aquí todos hemos confundido los papeles y más de uno se ha creído con derecho a ser juez, por la cara.
Del radicalismo de la escalera hemos pasado al feroz enfrentamiento entre unos políticos que no buscan más que cuotas de protagonismo ante una sociedad cada vez más asqueada.