De la ‘cara color esperanza’ a la realidad

Emulando la mítica canción de Diego Torres, aunque sin entonarla, a Vivas le dio ayer por cerrar su discurso con motivo del debate sobre el estado de la Ciudad aludiendo a la esperanza. “Tengo la ilusión del primer día y, como dice la canción, quiero pintarme la cara de color esperanza”, dijo. Fue quizá lo único novedoso en un discurso, el elegido por Vivas, que al igual que sirvió para este pleno, bien podría haber servido para el tradicional discurso por el Día de la Autonomía, la copa de Navidad o cualquiera de las entrevistas que, de ciento a viento, copan los medios de comunicación.
Comenzaba con puntualidad un pleno del que se presupone su relevancia, pero que no termina de calar en el ciudadano. Los mensajes de unos y otros siguieron moviéndose por los mismos caminos, cargando discursos que chocan con una realidad, la del día a día que sufren los ciudadanos, que reclama más.
Vivas se defendió sin salir del ‘sota, caballo y rey’ que hasta el momento le ha servido, aferrándose en el mantenimiento del empleo,  en las inversiones (aunque algunas fueran gestionadas por la anterior administración), en la economía encorsetada o en las políticas sociales. Apostó por caballo ganador presentando lo hecho hasta ahora  y lanzó un mensaje lejano a la autocomplacencia, recordando que quedaba “mucho por hacer” y “por corregir”, ya que “nadie puede sentirse satisfecho cuando, tantas familias y tantas personas, sufren en sus casas y en sus vidas el drama del paro y la pobreza”.
No cabía momento alguno para la celebración, ni para lanzar unas campanas al aire sin sentido, así que se optó por una presentación ya clásica y un gancho: el anuncio. Y es que Vivas aprovechó el pleno de ayer para publicitar que de aquí al año 2015 se activarán planes de empleo para contratar a 1.900 jóvenes. En 12 millones de euros se va a presupuestar esta actuación que, anunciada en pleno, dejó prácticamente anuladas las posteriores críticas de las que iban a echar mano los dos partidos en la oposición.
Flojos. Los dos. Muy flojos en unas exposiciones en las que, en el caso de Alí parecían reflexionadas en ese mismo momento, mientras que en el caso de Carracao, sonaban a estudiadas con el guión en la mano.
La batidora mental que portaba ayer el líder del principal partido en la oposición era de tal calibre, que hasta lo único que podía tener gancho para salir del pan nuestro de cada día lo hizo mal. Alí pedía al Gobierno que tuviera empatía con las historias personales que dio a conocer, mientras que, por su tono, parecía que ni él mismo conocía a Ikram, Mustafa, Pedro o Carmen. Perdió la oportunidad de sacar los colores al Gobierno, y su intervención pareció más la salida preparada en ese momento que la apuesta crítica de un partido que vende el ser una posible alternativa. Pero si Alí no estuvo acertado, menos Carracao. Leyó tan rápido el discurso que traía escrito, fue tan directo en reproches económicos de un PSOE que a nivel nacional ha aprendido a pedir perdón mientras que a nivel local parece más una jaula de grillos buscando intereses particulares, que muchos de sus dardos sonaban vagos, sin fuerza.
Bien es cierto que con algunos calificativos se vio que provocaba malestar en la figura de Vivas, algo que en ningún momento consiguió Caballas, en otros perdía autoridad. Economía, inversiones e inseguridad no pueden ser solicitados tras una legislatura previa salpicada por deficiencias en todas esas áreas.
Cabría, tras lo sucedido ayer, reflexionar si realmente existe una conexión entre la ciudadanía y la clase política, para la que Vivas pidió respeto. Cabría ya no solo por la clara ausencia de conexión entre los mensajes de los líderes políticos (a pesar de que vuelva a aparecer, de nuevo, el ya manido tema de la atención al barrio del Príncipe), sino por la prácticamente nula asistencia que logran a un pleno que debe ser contemplado como una de las claves políticas. Ni tan siquiera los elogios prestados por el diputado Guillermo Martínez a la figura de don Juan consiguieron romper la hierática postura que mantenían los de su mismo partido.
Los ciudadanos, está claro, tenían ayer, tienen hoy, otras preocupaciones. El debate sobre el estado de la Ciudad pasó de largo.