Nuestro mundo anda perdido desde que el humano no sabe que se llama así porque procede del humus, de la tierra, y que humildad y humillar comparten raíz con él. Nuestro mundo está muy confuso desde que cree que la economía es la ciencia del dinero, olvidando que significa “administración del hogar”.
Este mundo está malogrado si se empeña en hacer de la política una profesión altamente remunerada y de unos pocos y se olvida que política significa “de los ciudadanos”.
Nuestro sistema educativo obedece sin rechistar a los egoístas mandatos que le dicta nuestra incompleta sociedad y ha dejado a un lado las humanidades para enfrascarnos en un mundo servil, práctico y empobrecido que ha decidido qué es útil y qué no lo es y ha determinado que el arte, la historia, la filosofía, las lenguas clásicas, la poesía, la música, la comedia , la investigación no lo son y apuesta, desde hace ya demasiado tiempo, por el estudio del mercado, la ingeniería , las leyes , la empresa , la banca o la tecnología. Error, que en latín significa “vagar sin rumbo”.
Incidiendo en exceso en el aspecto utilitario de la educación formamos personas incompletas, huérfanas de lo que es más esencial en el ser humano. Es imposible educar ciudadanos de provecho si no educamos sencillamente ciudadanos, hombres y mujeres en el más amplio y noble sentido de la palabra. Sin una formación humanística no es posible, de forma cabal, hablar de una sociedad responsable, libre y avanzada .La nuestra es hoy una sociedad egoísta, confundida, en la que las normas de comportamiento ya no están claras y el individuo ya no forma parte del todo, la globalidad le ha ganado la batalla a la identidad. Las grandes palabras están moribundas y apenas se sostienen con coletillas; la solidaridad es cosa de campañas, la cooperatividad, de proyectos, la igualdad, de planes y la convivencia es un programa. El diálogo nos exige demasiado tiempo y lo hemos sustituido por la dictadura de la información y las imágenes golpean duro a las palabras.
Las humanidades no pueden medirse en productividad objetiva e inmediata pero generan el capital más valioso para el hombre. ¿No debe ser el objetivo último y sagrado de la educación formar hombres y mujeres valiosos, que ejerzan la libertad con un espíritu crítico y juicioso? ¿Crear personas lúcidas, nobles y ricas de espíritu? Claro queda que ese perfil de ciudadano resulta peligroso para el mundo que los oligarcas se han construido a su medida. Tienen motivos para estar asustados porque cuando el espíritu crítico surge del pueblo y se hace palabra, el mensaje puede crecer con tanta fuerza que consiga derribar su régimen absoluto.
Nos están entreteniendo demasiado en lo “útil” cuando deberíamos volver a perseguir lo “inútil”. La educación no desprecia nada, nada le sobra, se nutre de todo, de lo propio y de lo ajeno, de las humanidades y de la ciencia, pero ¿por qué nuestros políticos se empeñan en amputarla? Mucho me temo que son “hombres ajenos a los asuntos de la ciudadanía” o, como dirían nuestros griegos, unos idiotas.
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