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De Damasco a Ceuta, pasando por el Príncipe

Como a menudo lamentamos quienes allí tuvimos la suerte de nacer o vivir, la antigua ciudad española que desde África mira a la Península Ibérica no gozar de demasiada buena prensa. Invisible la mayor parte del tiempo, aparece de cuando en cuando en la tinta de los periódicos o en las pantallas de los telediarios como marco para noticias que transmiten inquietud y extrañeza. En los últimos tiempos las peores informaciones remiten a un siniestro itinerario que concluye en la lejana Siria, hoy convertida en arena de una muy cruenta guerra fratricida con la cual la comunidad internacional no sabe qué hacer.
La operación policial consumada el pasado 21 de junio en el barrio ceutí Príncipe Alfonso aporta la última prueba fehaciente del crecimiento del radicalismo islamista violento en la Ciudad Autónoma y de su conexión con el más reciente frente de la yihad global: ocho individuos detenidos por presunta pertenencia a un entramado extendido a un lado y otro de la frontera con Marruecos, dedicado a radicalizar, captar y enviar voluntarios fanatizados a matar o morir matando en Siria. Los avisos a ese respecto venían amontonándose desde años atrás. Así lo constatábamos ya en 2007 en un análisis elaborado para el Real Instituto Elcano. Decíamos entonces: “no faltan motivos para pensar que ciertos sectores de la ciudad podrían servir de escenario para la expansión de la ideología salafista-yihadista, el desarrollo de actividades de apoyo logístico al movimiento yihadista global o incluso la realización de atentados en Ceuta o desde Ceuta. Por consiguiente, la amenaza es real” (Luis de la Corte Ibáñez, Actividad yihadista en Ceuta: antecedentes y vulnerabilidades, 28/2007: http://www.realinsti...). Como se ve, el tiempo ha venido a consolidar el peligro que entonces se apuntaba. Pero ¿cómo? Y ¿por qué?
Aunque la marginalidad no sea condición necesaria ni suficiente para el arraigo de credos extremistas y antisociales, no cabe duda que puede facilitarlo, sobre todo cuando se condensa en entornos urbanos con las características propias de un gueto, altas tasas delictivas y una hostilidad manifiesta hacia las fuerzas y cuerpos de seguridad. A todos esos elementos, presentes desde hace décadas en el barrio ceutí popularmente conocido como El Príncipe, han venido a sumarse en tiempos recientes un incremento sustantivo del número de inmigrantes norteafricanos llegados al norte de Marruecos y Ceuta: marroquíes pero también personas procedentes de varios de los países afectados por las revueltas árabes iniciadas en 2011. De las 12.000 personas que residen en El Príncipe sólo una exigua porción se siente predispuesta al extremismo religioso. Sin embargo, las recurrentes visitas de predicadores incendiarios foráneos (como el imam Omar el Haddouchi, preso durante varios años en Marruecos por conexión con los atentados de Casablanca de 2003) y las advertencias realizadas por las propias autoridades alauitas sobre la huida de un número indeterminando de presuntos terroristas en dirección a Ceuta sugieren que la ciudad ha sido elegida por líderes yihadistas foráneos para contribuir a sus peores propósitos. Además de su condición de terreno abierto al proselitismo activo y su potencial valor como refugio para extremistas es posible que algún estratega de la yihad haya visto en Ceuta (como en Melilla) un espacio perfecto para captar precisamente el tipo de militante yihadista más preciado en los últimos tiempos: musulmán (y árabe) pero con pasaporte y nacionalidad occidental, con las ventajas que ello conlleva para una generación de terroristas que aspira a combatir en una guerra global y sin fronteras.
El grupo o célula que acaba de desarticularse en Ceuta se gestó gracias a la confluencia de los factores anteriores y partiendo de los restos de otro entramado yihadista desmantelado en diciembre de 2006, en el marco de la judicialmente fallida Operación Duna. La “fama” ganada por su detención como implicado en un presunto complot para atentar en Ceuta ofreció a Karim Abdeselam Mohamed (“Marquitos”) la oportunidad de retomar sus esfuerzos a favor de la yihad tras salir de prisión. Aprovechando su nuevo estatus y el apoyo de otro de los detenidos en la Duna (Abdelkrim Chaib, alias Derkia), Marquitos logró atraer un número indeterminado de seguidores y tejer en torno a ellos una nueva red cuya doble ubicación en territorio español (Ceuta) y marroquí (Castillejos/Fnideq) le permitió enviar decenas de voluntarios a Siria a través de diversas rutas. Sobre las muertes causadas por tales voluntarios (por cierto, de perfil bastante diverso) sólo tenemos una idea aproximada, inspirada en las 130 muertes que, según el Ministerio de Interior, fueron provocadas el 1 de junio de 2012 cuando el taxista ceutí Rachid Whabi estrelló un camión bomba contra un cuartel militar. Para conseguir que la red funcionara Marquitos debió conectar con los intermediadores necesarios para cubrir el camino hasta Siria y con las organizaciones yihadistas que reciben a los voluntarios. El modo en que lo logró aún es una incógnita. Pero si hacemos caso a algunas informaciones publicadas en los últimos días, los detenidos, incluido el propio líder local, se hallaban sujetos a un liderazgo superior ejercido a distancia por un individuo que todavía permanecería en libertad: un español de origen marroquí, con amplios antecedentes por narcotráfico, que visita Ceuta con frecuencia, a quien algún diario nacional se ha aventurado a calificar como jefe de operaciones de Al Qaida para Europa.
Sea cierto o no lo anterior, la señal que envían las últimas detenciones no puede ser ignorada: la vulnerabilidad de Ceuta al extremismo radical es innegable y constituye un problema de primera magnitud. Ese problema comienza al borde de África y en los márgenes de un barrio español pero llega bastante más lejos: como mínimo, y de momento, hasta Damasco…. Sólo cabe esperar que nuestro sistema judicial no reincida en fallos como el de la operación de 2006, cerrada en falso.

(*)LUIS DE LA CORTE IBÁÑEZ es profesor titular de la Universidad Autónoma de Madrid y doctor en Psicología. Actualmente es miembro del Consejo de Dirección del Instituto de Ciencias Forenses y de la Seguridad de la UAM.

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