A lo largo de la Historia Ceuta ha sido siempre una ciudad muy codiciada por los países que se hallan situados dentro de su entorno y por las numerosas culturas y civilizaciones que por ella pasaron procedentes del Mediterráneo, Norte de África y Península Ibérica.
Ese ha sido el motivo de que desde la antigüedad se la hayan disputado y la hayan poseído numerosas potencias, sobre todo, por el lugar estratégico y privilegiado sobre el que se asienta, del que siempre se ha dicho que Ceuta es la "llave del Estrecho de Gibraltar", con el enorme tráfico de buques mercantes y militares que a diario lo cruzan; la misma ciudad está bañada por dos grandes mares: Océano Atlántico y Mediterráneo; es una preciosa ciudad con vistas y paisajes encantadores del puerto, la ciudad y sus alrededores; es puerta de salida y entrada hacia dos mundos: Oriental y Occidental; su cercanía con la Península hizo que en el pasado fuera cabeza de puente entre Europa y África que facilitó el paso y las invasiones hacia una y otra orilla del Estrecho, primero, los árabes desde ella conquistaron la Península, aunque después los dos países peninsulares conquistados, España y Portugal, reconquistaron el territorio y terminaron poseyendo Ceuta. Y siempre fue ésta centro neurálgico de un gran trasiego humano de gentes, pueblos, civilizaciones y culturas de un lugar para otro, que por eso la ciudad es hoy suma de convivencias entre cristianos, musulmanes, judíos e hindúes; y, también fue Ceuta lugar de confluencia de las grandes rutas comerciales hacia Oriente y Occidente, que por eso, pese a ser una plaza eminentemente militar, tuvo necesidad de abrirse al comercio.
En el entorno de Ceuta tuvieron lugar importantes acontecimientos bélicos que terminarían transformando el Norte de África y la Península. El año 647 los árabes invadieron el territorio norteafricano, procedentes de Arabia, Egipto y Siria. La región norteafricana había estado hasta entonces bajo la influencia de los bereberes, que eran sus antiguos pobladores autóctonos que convivieron en el territorio con los cristianos de la Mauritania Tingitana, actual territorio de Marruecos comprendido en su interior entre Ceuta y Melilla, que cuando estuvo en poder de los romanos lo llamaron la Hispania Transfretana. Cuando los bereberes se vieron invadidos por los árabes, en principio se resistieron a someterse a ellos y a convertirse al islam, y más de 50 años después de la invasión todavía mantenían encarnizada lucha por su independencia, aunque al final los árabes terminaron sometiéndolos convirtiéndose los bereberes a la religión musulmana. A Ceuta llegarían los árabes, en su mayoría sirios, bastante más tarde, el año 709, cuando la población ceutí estaba formada por refugiados de la guerra visigótica, en su mayoría familiares y partidarios del rey Witiza, también por cristianos arrianos que escaparon de las conversiones forzosas de la iglesia católica visigótica, por judíos perseguidos y por algunos bereberes.
El año 711 los invasores cruzaron el Estrecho por Ceuta, según la leyenda, ayudados por el conde don Julián, que gobernaba la ciudad. Éste habría traicionado a su rey don Rodrigo entregando Ceuta a los árabes por despecho, porque el monarca habría deshonrado a su bella hija Florinda, y por eso luego el padre se habría vengado facilitando el paso por el Estrecho a las tropas musulmanas al mando de Tarik y Muza. El rey visigodo salió al encuentro de los árabes con su ejército, pero sería derrotado por los invasores cerca del río Guadalete. La Península quedó en poder árabe; y el año 787 Ceuta cayó bajo el poder de la tribu árabe de los Idrisi, cuyos miembros habían atentado contra el califato de Damasco y tuvieron que huir refugiándose en el Norte de África. Con ellos los ceutíes apenas mantenían relaciones porque no pertenecían a su etnia y los tenían por invasores. Así las cosas, el año 929, Abderramán III, emir de la dinastía de los omeyas, se proclamó independiente del califato abasida de Damasco, fundando él otro califato: el de Córdoba. Los ceutíes vieron la ocasión propicia para pedirle ayuda porque de ninguna forma querían ser anexionados por el imperio fatimí que extendió sus dominios por el Norte de África. Abderramán III se dio cuenta de la enorme importancia estratégica que Ceuta tenía para sus planes expansionistas en todo el Magreb, de manera que envió tropas a Ceuta en auxilio de los ceutíes con el beneplácito de éstos. Tras haber quedado Ceuta bajo el dominio del califa cordobés, Almanzor, célebre general y gran estratega árabe invicto en 52 batallas hasta que los cristianos lo derrotaron en la de Calatañazor, amuralló el Monte Hacho haciéndolo un baluarte inexpugnable, y convirtiendo a Ceuta en una especie de ciudadela-cuartel con un puerto de guerra.
Pero el problema de Ceuta era que, siendo sólo una ciudad eminentemente militar, con un territorio muy reducido y sin apenas disponer de materias primas debido a su difícil orografía, tenía que depender de los vecinos africanos y de la Península para abastecerse. Por eso, el año 961, otro omeya ya en el poder, Alhakén II, concibió a Ceuta como una ciudad comercial abierta al exterior; sin perjuicio de su condición eminentemente militar, pensó que, haciendo de ella una ciudad comercial, sería una fuente muy importante de riqueza y, caso de sufrir ataques por los almorávides y almohades que a toda costa pretendían anexionársela, no sólo sería defendida por el ejército, sino que contaría ya con dos intereses sumados en su defensa: el militar y el comercial, de manera que la plaza sería defendida no sólo por los militares sino también por el pueblo que no dudaría en luchar tenazmente en defensa de sus propios intereses, riquezas y patrimonios. Para conseguirlo, Alhakén II fue el primero en impulsar el comercio, concediendo una serie de franquicias al puerto y sus habitantes que una vez puestas en práctica hicieron aflorar bastantes ingresos y crear nuevos intereses comerciales productores de riqueza. Ceuta se abrió así al mundo comercial, de modo que comenzó a tener una intensa actividad marítima, comercial y de la industria artesanal. Su puerto se había abierto al exterior, a los distintos mercados y puertos periféricos más cercanos, como Tánger, Algeciras, Cádiz, Málaga y hasta a los países ribereños del Mediterráneo.
Pero, como ciudad codiciada que era, Ceuta terminó cayendo en poder de los almohades en cuanto los omeyas relajaron su defensa tras su propia fragmentación política. Y serían luego estos últimos los que dieran el impulso definitivo a la ciudad para convertirla en todo un emporio comercial de riqueza tras haberse abierto a todos los puertos de la Península y del Mediterráneo. Y de esa forma fue como también Ceuta se abrió al exterior y emprendería su auge y su época de esplendor. Con la llegada al puerto ceutí de numerosas embarcaciones, trasegando mercancías destinadas a la ciudad, y que luego regresaban cargadas a sus lugares de origen y a otros puertos para venderlas, Ceuta recibió así una influencia latina que le permitió cultivar una mentalidad más occidental que norteafricana, y a vivir más de cara a Occidente; porque ya no sólo llegaban a su puerto embarcaciones norteafricanas y peninsulares, sino también procedentes de otros puertos del Mediterráneo Occidental, destacando los italianos de Génova y Pisa, lo que hizo aumentar su riqueza, sus contactos con el mundo occidental y las relaciones humanas con pueblos y culturas.
Con los genoveses Ceuta firmó el año 1161 un tratado de paz que les garantizaba la seguridad de sus mercancías tanto por tierra como por mar con tasas reducidas que bajaron del 10 al 8 %, lo que suponía un trato privilegiado frente a los pisanos y de otros lugares a los que se les cobraba unos derechos arancelarios del 10 %, salvo que tuvieran que entrar a puerto por arribada forzosa por causa de los temporales. La ciudad empezó a adquirir un notable desarrollo comercial y mercantil, hasta el punto de que el puerto ceutí fue el más relevante de la época en materia de importación-exportación, lo que hizo aumentar considerablemente sus relaciones con el mundo exterior con gran beneficio en todos los aspectos. Fue tanto el incremento comercial que Ceuta experimentó tras aquel tratado, que si en 1083 tuvo unas transacciones comerciales por importe de 3.599 libras genovesas, en 1200 alcanzarían ya las 18.472 libras. La entonces República de Pisa también firmó otro tratado con Ceuta el 25-11-1186 que fue suscrito por el califa almohade Abú Yusuf Yakub en idioma árabe, después traducido por el intérprete Amari; era valedero por 25 años, y por el que las embarcaciones pisanas eran libres de importar y exportar de Ceuta toda clase de bienes, aunque no consiguió las condiciones ventajosas de Génova y tuvo que pagar el 10 % de derechos aduaneros, que era el gravamen general impuesto a los demás puertos autorizados a comerciar con la ciudad.
El año 1227 Ceuta firmó un convenio con el antiguo reino de Aragón, con Jaime I, a fin de fomentar las relaciones marítimo-comerciales con Barcelona, que entonces era un condado dependiente del reino aragonés. Este convenio, si bien favorecía a ambas partes, era más proteccionista para los aragoneses, habida cuenta de que en una de sus cláusulas se recogía lo siguiente: "Las mercancías de origen aragonés destinadas a los puertos de Egipto y Ceuta, no podrán ser embarcadas sobre navío extranjero, a menos que ninguno de los barcos catalanes estacionados en Barcelona pudieses tomar el cargamento". Esta cláusula se introdujo debido a que por aquellas fechas en Ceuta había muchas embarcaciones como consecuencia de la intensa actividad marítimo-pesquera que se desarrollaba, y sus fletes eran más baratos que los catalanes. No obstante, hacia 1270 el puerto de Ceuta perdería hegemonía comercial y marítima debido a que Tarifa fue reconquistada por los cristianos, que potenciaron su puerto y ello restó bastante actividad al de Ceuta, aunque posteriormente la recuperaría en poco tiempo debido a que el Océano Atlántico, que hasta entonces había sido el "non plus ultra", porque era casi desconocido y los buques no navegaban más allá del Estrecho; pero luego, cuando quedó abierto y empezó a abrirse al mundo marítimo, favoreció mucho al puerto ceutí y a la propia ciudad.
De todo lo anterior se extraen las conclusiones siguientes: 1ª.- Ceuta siempre fue una ciudad estratégica muy disputada. 2ª.- Al igual que antes hicieron cartagineses, romanos, bizantinos y visigodos, también los árabes pusieron a Ceuta bajo dependencia directa de la Península y rara vez dependió de poder norteafricano alguno. 3ª.- Ceuta por su territorio reducido y difícil orografía, apenas ha dispuesto de materias primas propias, dependiendo en gran medida su abastecimiento de la Península y de Marruecos, circunstancia que siempre ha hecho más difícil su utilización exclusiva como plaza militar aislada. Precisamente por eso, ya la bula "Rey regum", dada el 4-04-1418 por el Papa Martín V al rey Juan I de Portugal, reconoció para Ceuta y las demás ciudades y fieles cristianos que vinieran a luchar contra los sarracenos la indulgencia plenaria de permitirles intercambiar el comercio con el vecino país, que entonces estaba prohibido con los musulmanes por motivos religiosos. De hecho, incluso cuando España y Marruecos han mantenido hostilidades o situaciones tensas en que temporalmente cerraron sus fronteras, nunca el comercio entre ambos lados llegó a prohibirse por completo, siendo tolerado por ambas partes incluso de forma subrepticia. 4ª.- Una Ceuta comercial se vio siempre favorecida por el principio económico de que el comercio entre dos países casi siempre favorece a ambos, sobre todo, cuando el primer país es excedentario de los bienes de los que es deficitario el segundo; y, viceversa, cuando el país primero necesita de los bienes que al segundo le sobran. Por eso son tan importantes las relaciones comerciales con el exterior. Sobre todo las exportaciones, ayudan mucho a mantener el equilibrio de la balanza de pagos respecto de las importaciones que no haya más remedio que realizar.
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