Nos informan de que el copiloto alemán de la compañía Germanwings que, según todos los indicios, ha provocado la tragedia en Los Alpes, padecía una dolencia psíquica severa y problemas de vista. Lo grave es saber que “lo hizo porque se dio cuenta de que sus problemas de salud impedirían su gran sueño, que era ser capitán de vuelos de larga distancia en Lufthansa” (lo dice la que fue su novia). ¿Nadie se había dado cuenta de que este señor era un peligro para la aviación comercial?.
Según la OIT, cada 15 segundos muere un trabajador a causa de accidentes o enfermedades relacionadas con el trabajo en el mundo. Y cada 15 segundos, 153 trabajadores tienen un accidente laboral, lo que lleva a que mueran más de 2,3 millones de personas al año y ocurran más de 317 millones de accidentes laborales. Todo ello conlleva un elevado coste y una pesada carga económica para las sociedades modernas, que se estima de hasta un 4 por ciento del Producto Interior Bruto global.
Pero de todos los riesgos laborales, el psíquico es quizás uno de los menos visibles, pero más letales y peligrosos. De hecho, algunos de los informes que circulan desde hace años, dan cuenta de alto porcentaje de trabajadores que consumen antidepresivos, e incluso drogas, para poder soportar la presión laboral a la que se les somete. Todo esto se ha incrementado tras la crisis económica. Es decir, las condiciones de trabajo influyen de forma importante en la siniestralidad. Y ello hace aumentar lo que se conoce como acoso psicológico en el trabajo.
Nuestros tribunales de justicia se han pronunciado sobre estos asuntos. Nos hablan de la “deuda de seguridad” o del “deber general de protección del empresario para la prevención de riesgos laborales”. En este sentido, el acoso se considera como un atentado contra los derechos fundamentales, en concreto el derecho a la integridad física y moral. Y todo ello lleva al deber general de contar con planes de prevención, y de seguridad y salud laboral en los trabajos. También de riesgos psicosociales, siendo obligación de la empresa velar por la salud psíquica de sus empleados. Mucho más si de su actuación puede derivarse algún tipo de peligro para los demás.
Es difícil llegar a saber lo que puede pasar por la mente de un suicida. Mucho más, si no le importa acabar con la vida de otras personas. De ahí la dificultad de prevenir atentados terroristas de tendencia yihadista. Lo mismo ocurre cuando la muerte llega de la mano de personas enfermas por otras causas, no sólo de fanatismo. Pero esto no significa que sea imposible. Ni que no sea una obligación de los gobiernos, o de las empresas, prevenirlos.
Según las informaciones que nos van llegando del accidente aéreo que comentamos, el piloto ocultó que estaba de baja médica. De acuerdo. Pero la empresa ya sabía de su largo historial depresivo. Y la ONU recomienda que los pilotos pasen test psicológicos periódicamente. No sabemos si en este caso los pasó. Es lo de menos. Seguramente tardaremos en saber la verdad. Fundamentalmente porque dependiendo de quién sea declarado culpable, se sabrá quién paga más o menos indemnizaciones a las víctimas.
Pero lo que ha de quedar claro de este triste accidente es la imperiosa necesidad de incrementar las medidas preventivas frente a los riesgos psicosociales en los trabajos. Sobre todo, cuando de ello depende la vida de los demás, además de la del propio trabajador.
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