Es algo bastante corriente encontrarse en un grupo de personas de características más o menos parecidas pero en el que una de ellas tiene una cualidad especial: la generosidad.
Y no es `precisamente la del desprendimiento del dinero en favor de quienes lo necesiten sino la de la entrega personal a lo que sea necesario llevar a cabo. Ésta fue, a mi juicio, la cualidad dominante en el Presidente Suarez, al que se acaba de dar sepultura cristiana, con los máximos honores, el pasado martes. Su ejemplo es el de esos hombres que se entregan plenamente a los demás en todo momento, a sabiendas incluso de que otras personas tenían méritos más que sobrados para emprender una obra como la que él llevó a cabo, pero que no supieron o quisieron dar de sí todo lo que tenían.
Creo que España así lo ha reconocido y creo también que hoy día siguen siendo necesarios hombres o mujeres de ese mismo calibre; que se olviden de las cosas menudas y que den de sí el máximo de esfuerzo aunque tengan que luchar, en silencio, contra todo lo que se pueda oponer a la idea de una España que no se consuma en litigios que atentan contra su propia integridad y no pocas veces contra el sentido común. ¿Dónde está ese deseo firme de que España sea una Nación plenamente cohesionada y fuerte, tanto en las ideas como en las realizaciones? Nos hacen falta líderes capaces de dar siempre el máximo de su alta capacidad y que no se pierdan o entretengan en pequeñas luchas artificiales de intereses de grupos.
Causa enfado y tristeza ver, un día y otro, colisiones de grupos de ciudadanos contra las Fuerzas de Seguridad. Verlas y analizarlas. ¿A qué fin obedecen cada una de ellas? ¿Por qué se llega a esas manifestaciones que tienen más de amenazas que de exposición de motivos? Hay motivos de descontento, sin duda alguna, y hace falta esa calidad de entenderlos y de, al mismo tiempo, convencer de que esa actitud violenta no es la más adecuada ni conveniente. Necesitamos una persona de carácter firme y mente comprensiva así como fecunda para lograr que todo ese afán de revueltas callejeras de carácter grave algunas de ellas. A veces se contemplan debates en los que no se llega al fondo de la cuestión y, por tanto, son inútiles. España necesita otra forma, bien distinta, de ser y esto tiene que ser conseguido con un liderazgo adecuado. Se pierde mucho tiempo en conversaciones estériles - sin alma - y debe alcanzarse un nivel de mucha mayor importancia. Se trata de bienestar general de la Nación española y ésta es una cuestión que no se logra sin la entrega plena de los hombres y mujeres que componen el arco parlamentario y en especial de la persona que sepa imponer con razones llenas de sensatez y firmeza la verdad de la situación y de su porvenir.
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