Daniel Castañeda

Hacía tiempo que no te veía, estimado amigo Daniel. Creo que allá cinco o seis meses y pensé: “este se habrá ido de viaje a Cádiz para vez a alguna de las dos novias que allí dejó; o tal vez a Alhucemas, para saludar a aquella que allí tenías como pareja…” ¡Menudo pájaro tuviste que ser en tu juventud!
Pero resulta que aquí estabas, en tu siempre querida Melilla desde que llegaste a ella de tu inolvidable Granada, y me enteré en la tarde del martes, a través de la entrevista que te hacía en tu domicilio mi también estimado amigo Salvador Ramírez para Televisión Melilla. ¡No sabes la alegría que me supuso encontrarte a tus 97 años de edad repleto de salud y con una memoria que para sí quisieran personas de muchísima menos edad! ¡Vamos, como decía mi madre a esas amigas que no veía hacía algún tiempo, que “estás hecho un sol”!
Cuando encendí el televisor para ver qué ofrecía en esos momentos Televisión Melilla, la entrevista que te hacía Salvador iba ya casi por la mitad, pero no obstante en lo que quedaba me enteré de esas novias que tuviste en Cádiz y Alhucemas, que “viviste” las guerras del 21, la del 36 y la segunda mundial; que tu trabajo fue siempre entre papeles, libros, carpetas, bolígrafos, etc., etc., a la venta en esa conocida empresa familiar “La Española”, que regentada tu hermano Carlos también, en la Avenida Reyes Católico y Avenida Juan Carlos I.
Me reí de lo lindo con los chistes que le contaste a Salvador, especialmente de aquel que quería confesarse y terminó con el cura en la cúpula que tenía el para rayos porque temía que lo que iba a confesar lo escuchara alguien si lo hacía en el confesionario.
Y no sólo continuas repleto de salud, sino que también con esa simpatía, amabilidad y buen humor que siempre te ha caracterizado, amén de excelente persona, amigo de los amigos, de esos con los que se puede disfrutar de un buen rato y si, algún día los precisaras, puedes contar con ellos, entre los que me encuentro, puedes estar seguro.
Me enteré igualmente que sigues, cuanto te apetece, tomándote tu vermú antes de las comidas y, después de ellas, tu copita de Anís del Mono, exquisito al paladar y muy bueno para la digestión.
Y para colmo, amigo Daniel, deleitaste a los telespectadores con tres interpretaciones al piano de forma magistral: el precioso tango “A media luz”, el paso doble “Campanera” y la melodía italiana “O sole mio”.
Repito, amigo Daniel, que me diste un alegrón al saber que te encuentras perfectamente a tus 97 años, esperando que sean muchos más los que te conceda Dios para continuar entre nosotros. Un fuerte abrazo, buen amigo. Y a Salvador Ramírez, mi sincera felicitación por tan jugosa y agradable entrevista a tan importante personaje, que llegó a nuestra ciudad de su tierra natal, Granada, y aquí se quedó para siempre.