Ceuta es un lugar dotado de una extraordinaria belleza y una desconocida dimensión sagrada, mágica y mítica. Las primeras luces de la mañana despiertan cada día los colores de unos paisajes en los que destacan el azul del mar y el verde del Monte Hacho y García Aldave. La intensa luz que se extiende como un manto sobre Ceuta es un toque de llamada a nuestros sentidos y una invitación constante a la emoción y la trascendencia espiritual. Cada detalle de la orografía de nuestra ciudad es la clave para descifrar un secreto guardado celosamente por el espíritu de Ceuta. Algunos, con mayor o menor acierto, estamos intentando reunir las pistas que permitan liberar el Anima Mundi apresado en esta tierra. Estoy convencido de que todos venimos al mundo con una capacidad innata para la expresión de las emociones y los pensamientos más profundos, íntimos y elevados. Hay a quienes se les da bien escribir, a otros la música, la danza, la pintura o la escultura. De estas últimas disciplinas contamos en Ceuta con excelsos artistas entre los que cabe citar a Antonio San Martín, Diego Segura, José Luis Torres, Elena Laverón o Ángel Ruiz Lillo. Sobre este último ceutí, autoexiliado en Estados Unidos, escribió mi apreciado amigo Manolo Abad en su magnífica colaboración publicada en este mismo medio el pasado domingo.
No tuve la ocasión de conocer en persona a Ángel Ruiz Lillo, pero ello no es óbice para admirar su figura y su obra. Resuena en mi cabeza sus palabras reproducidas por Manolo Abad en el mencionado artículo de opinión. Dijo Ruiz Lillo sobre Ceuta que “esta es una tierra magnífica. Lo único que le censuro es su desidia; y el no volcarse en mostrar tanta belleza como encierra”. La prueba de la desidia de nuestro pueblo es el estado general en el que se encuentran nuestros bienes culturales y naturales. No seríamos justos si no reconociéramos el esfuerzo que se ha hecho en recuperar el conjunto monumental de las Murallas Reales, en hacer visible la impresionante califal o en integrar yacimientos arqueológicos como la basílica tardorromana o las viviendas mariníes de Huerta Rufino en la trama urbana actual. No obstante, es mucho lo que se ha perdido en los años del desarrollismo urbanístico, tiempos en los que no existía el más mínimo control arqueológico en las intervenciones urbanísticas o se derribaron edificios singulares como el Hospital Real o los cuarteles del Revellín y las Heras.
Tampoco es que se haya hecho mucho en materia de restauración ambiental. En algunos tramos del litoral ceutí aún se observan manchas de fuel con varias décadas de antigüedad y los espacios naturales incluidos en la Red Natura 2000 siguen sin contar con los respectivos planes de gestión y ordenación tal y como obliga la normativa comunitaria. En los últimos años hemos sufrido importantes incendios forestales y todavía no se ha repoblado ni un metro cuadrado. Realmente no sabemos a qué están esperando. Se le parte a uno el alma cuando contempla los restos calcinados de varios ejemplares de los castaños centenarios localizados en las inmediaciones del arroyo de Calamocarro. Estos monumentos naturales no han recibido la más mínima atención a pesar del llamamiento conjunto que hicimos las organizaciones conservacionistas de Ceuta.
Respecto al poco esfuerzo que se ha dedicado en mostrar la belleza de Ceuta subrayado por Ángel Ruiz Lillo tenemos pruebas contundentes. Pienso que es difícil transmitir algo que uno no haya previamente interiorizado. Por desgracia, nuestro modelo educativo está basado en la transmisión oral y escrita de conocimientos dentro de los muros de las escuelas y las aulas. De esta forma se mutilan los sentidos y no se despierta la inteligencia que nace de la observación directa de naturaleza.
Como escribió Patrick Geddes, “tenemos que darles a todos la perspectiva del arte, que comienza con el arte de ver y continua con lo de ver el arte, e incluso con lo de crearlo”. Además de enfrentarnos a las contraindicaciones del modelo cerrado de escuela, el aprecio de la belleza tiene que competir con la omnipresencia de las pantallas de móviles, tablets y ordenadores diseñados para atrapar la atención y disipar la concentración. Pero, por encima de todo, el principal mal con el que tenemos que lidiar es con la profunda escisión del alma humana provocada por el desprecio general a los aspectos subjetivos de nuestro ser.
Cada día avanza a mayor velocidad la sombra de la ignorancia de los símbolos comunes que permite la comunicación, la comunión y la cooperación entre los seres humanos. En opinión de Lewis Mumford “no hay peor pobreza que la de ser excluido por ignorancia, por insensibilidad o por falta de lenguaje de los símbolos significativos de la propia cultura; esas formas de sordera o ceguera social constituyen formas de muerte para la personalidad humana”. Nuestra humanización depende en gran medida de la capacidad para transformar la experiencia en símbolos y los símbolos en experiencias vitales. Esta capacidad se demuestra en la poesía, la música, la danza, la filosofía, la religión, la pintura o la escultura, entre otras formas de expresión artística.
El esfuerzo de artistas como Ángel Ruiz Lillo para lograr dotar de significado, forma y valor a sus impresiones sensitivas y sus experiencias significativas permiten aprovechar las potencialidades latentes de un lugar y de un pueblo como el de Ceuta. Ruiz Lillo supo absorber y fundir el espíritu de este lugar en su bella escultura bautizada como “La Dama de Ceuta”. En esta escultura Ceuta se muestra desnuda expresando que la potencia incorporal que está separada del cuerpo. Tal y como subraya P.Hardot, en su ensayo sobre la historia de la idea de la naturaleza, desde el Renacimiento “a la naturaleza se la representa como una mujer desnuda para simbolizar su simplicidad y su carácter trascendente, pero también, quizá, para sugerir que la naturaleza se desvela a quien la contempla”. Siguiendo esta idea y observando el gesto apesadumbrado de la figura femenina esculpida por Ángel Ruiz Lillo, todo parece indicar que la naturaleza de Ceuta espera a que la contemplen para mostrar toda su belleza y sus significados trascendentes.
Coincido con Manolo Abad en la necesidad de reivindicar la figura de Ángel Ruiz Lillo y cumplir su sueño de traer a nuestra ciudad a su “Dama de Ceuta”. La escultura, en la actualidad, la tiene en su poder uno de sus alumnos. Conocedor del deseo de su maestro ha ofrecido a la Ciudad la “Dama de Ceuta”, la cual tendría que hacerse cargo, como es lógico, de los gastos de su traslado hasta Ceuta. Estamos hablando de una cantidad insignificante teniendo en cuenta el valor de la obra y el prestigio de la obra de Ángel Ruiz Lillo. Ceuta demanda obras artísticas realmente valiosas y permanentes. La “Dama de Ceuta” tiene la fuerza suficiente para reforzar y alimentar el alma de los ceutíes, para expresar el espíritu de Ceuta y el carácter de sus gentes y para simbolizar el despertar de su genius loci. Es una bella expresión de la riqueza simbólica de esta tierra, de sus sueños, pensamientos y del potencial de este pueblo para resistir a las situaciones más difíciles y sobreponerse frente a todo tipo de calamidades. Su desnudez transmite la idea de que la esencia de Ceuta está libre de vestiduras religiosas, ideológicas, raciales, culturales e históricas. Es un símbolo imperecedero y eterno del alma de Ceuta, de su bondad, sabiduría y belleza.
La Ciudad tendría que apoyar a los artistas ceutíes que se han impregnado del espíritu de Ceuta y han logrado exhalarlo y llevarlo a las más altas regiones del arte, la poesía, la poesía, la escritura o la música. Sin duda Ángel Ruiz Lillo fue uno de estos artistas merecedores del reconocimiento unánime de todos los ceutíes. A las autoridades culturales le corresponde esta labor de acrecentamiento del patrimonio cultural de Ceuta con la adquisición de obras de la belleza y el valor de la “Dama de Ceuta”. Por nuestra parte, lo único que podemos hacer es apoyar las sabias palabras de Manolo Abad y prestar nuestra pluma a la silenciosa, pero incansable labor de algunos familiares de Ángel Ruiz Lillo para que su cumpla su sueño de que sus paisanos podamos disfrutar de la bellísima y evocadora “Dama de Ceuta”.
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