No hay experiencia tan sublime como contemplar un nuevo conocimiento. Poco sabemos, pues nos queda tanto por saber.
Como quien se adentra en tierra de descubrimientos, acudí a los cursos de liderazgo que organizaba la Confederación Salud Mental España, y de los que ofrezco varias lecturas.
En primer lugar, tengo que destacar el gran nivel que vengo observando en los profesionales y consultores que nos ayudan en los procesos de aprendizaje, lo cual me hace despertar la esperanza en este país, a poco que nos demos una oportunidad.
Ya en el contenido, el liderazgo debe entenderse como un elemento transformador y cooperativo. Hemos de ser capaces de canalizar las energías de los equipos, y proyectarlas hacia un escenario de mejora continua, donde la estructura organizativa salga fortalecida. Por añadidura, se fortalecerá nuestro objeto, que es la defensa de la salud mental.
Pero, ¿qué es aquello que hace especial a la persona que ejerce el liderazgo?
El poder de transformación será tanto mayor cuanto mayor sea la inteligencia contextual: ¿quiénes forman nuestros grupos de interés, tanto internos como externos? ¿cuáles son los dominios de nuestra acción?
Para poner en marcha el engranaje hace falta una fuente de alimentación, un cuerpo dinámico. Esto es la motivación.
Asimismo, es conveniente no confundir el liderazgo con el “ordeno y mando”. El “coercitivo” es solo un registro para situaciones que requieran una rápida respuesta. Yo, personalmente, me adscribo al estilo “democrático”, ya que me gusta dotarme de cuantas opiniones y elementos de juicio sean posibles, antes de influir con mi voluntad (la verdad es que siempre tengo el temor de que mis decisiones tengan alguna contraindicación).
También es buen fundamento conocer las potencialidades del grupo humano al que dirigimos, su grado de emocionalidad, o pragmatismo, pues cada problema es individual y requerirá una solución diferenciada.
Las dificultades deben contrarrestarse con la empatía, con la actitud de escucha. Por tanto, un buen líder es un buen escuchador, un buen comunicador, un buen preguntador.
Siempre que surja un desafío, es bueno ofrecer un territorio común, para que la persona que necesita comunicarse lo haga con comodidad, expresando sus dudas y puntos de vista.
Si logramos que el talento humano gire en torno al proyecto que perseguimos, habremos cumplido con los cánones del buen liderazgo.
El buen gobierno es condición necesaria para situar a nuestra organización en un punto de partida ventajoso, y afrontar así los retos de futuro desde la confianza y el optimismo.
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