Aunque parezca raro nos olvidamos, en bastantes ocasiones, de quienes sufren, la realidad no es así. Lo que ocurre es que, realmente, pensamos más en cómo podemos pasarlo bien, dejando a un lado todo aquello que, de alguna forma, nos pueda molestar.
No siempre lo conseguimos y hay algo que nos sigue acompañando y que es doloroso, aunque estemos en plena fiesta; es todo apariencia, algo así como una máscara que oculta la tristeza de nuestro rostro. Hay una competición mundial para encontrar la forma de atraernos a espectáculos para grandes masas en los que la tragedia hace su aparición e incluso se piensa en ella antes de que aparezca. La intranquilidad es un sufrimiento, aunque comparta tiempo con lo festivo.
Con frecuencia nos olvidamos de pensar en la realidad de la vida y seguimos ese camino que nos marcan para confundir nuestra personalidad en un conglomerado que se mueve al son que otros marcan. Lo festivo hay que atenderlo en nuestra vida pero siempre y cuando no nos arrastre a la pérdida de los valores fundamentales de la persona. Hay muchos problemas en el mundo que, de alguna forma, afectan a nuestras vidas. Hay que tener en cuenta esos problemas y dedicarles a ellos toda la atención que necesitan para que acaben resueltos. Quizás nuestra intervención sea pequeña porque no podamos dar más de uno mismo, pero aún así era y es necesaria, lo mismo que para nuestro propio sentir –sentir del alma– también lo era necesario.
Hasta hace bien poco nos resultaba lejano el problema trágico del ébola que padecían muy gravemente, algunos países africanos. Algunos misioneros católicos sí vivían ese grave problema y dos de ellos, sacerdotes y médicos, se contagiaron de la enfermedad que atendían en los enfermos y fueron repatriados a España, donde fallecieron al no poder superar los daños que sus organismos habían sufrido. Todo ello es de sobra conocido, como lo es, también, el hecho de que una enfermera –del equipo que cuidó en España a esos dos sacerdotes– se ha contagiado y ahora permanece hospitalizada y sometida a una rigurosa vigilancia médico y con el tratamiento que, hoy día, se considera adecuado, aunque todavía la enfermedad esa presenta alguna que otra incógnita de importancia.
Ahí hay materia más que suficiente para pensar en lo que debe ser nuestra vida. No basta que ahora sintamos verdadero dolor por esas tragedias y por lo que pueda acontecer ya que todavía está la cuestión, en España, diríamos que empezando y Dios quiera que nos equivoquemos y todo sean falsas alarmas pero, de cualquier forma, es motivo más que suficiente para pensar y cuidar a los que sufren. Hay mucho en el mundo que necesita de nuestra atención y muchas son las personas –mujeres y hombres– que dedican sus vidas, por completo, a esa labor. Seguro que todos las conocemos aunque sea de referencia, pero hay que dar unos pasos más hacia adelante. En la vida no sólo hay que pensar en divertirse; es necesario pensar y ayudar a quienes sufren .
La vida es dura y eso es bien sabido por todos, aunque unos la padecen más que otros y a estos hay que dedicarle todo muestro cariño y esfuerzo para que sus vidas puedan ser menos duras; trágicas algunas veces y hasta con cierta frecuencia. Este es el reto que todos tenemos; hacer más llevadera la vida a quienes tanto sufren. Todos, cada uno de nosotros, mujeres y hombres, estamos llamados a pensar en quienes sufren y ayudarles de la mejor manera que nos sea posible. Una enfermera sufre el contagio de una grave enfermedad y mientras tanto ¿qué hacemos nosotros?