Estamos ya en campaña electoral, es decir, dentro de un periodo de quince días (afortunadamente corto, aunque a muchos acabará por parecerle muy largo) en el que las diversas opciones políticas se esforzarán para atraer el voto de los ciudadanos.
Los distintos medios de comunicación vienen informando acerca de las numerosas encuestas llevadas a cabo con respecto a los posibles resultados de estos comicios. Ciñéndonos a nuestra ciudad, todas ellas auguran una victoria aplastante del PP -con Juan Vivas al frente-, una pobre cosecha para PSOE y “Caballas”, y nada para las demás candidaturas.
Encuestas de este tipo pueden ser un arma de doble filo. Por una parte, son susceptibles de imbuir tal confianza y lasitud entre el electorado potencial de la opción que presentan como ampliamente vencedora, que llegue a desmotivarlo, llevando así a que una apreciable parte del mismo decida no acudir a las urnas, con el pensamiento de que ya está todo ganado. Por otro lado, con referencia a las otras opciones, puede conducirlas al desánimo o, por el contrario –y es de temer que así sea- enrabietarlas, con lo que la campaña adquiriría un peligroso y nada deseable cariz de enfrentamiento a cara de perro.
No hay que creer a pies juntillas lo que dicen las encuestas, aunque muchas veces puedan resultar acertadas. Solamente son el aproximado retrato de la situación en un momento dado, basado en algunos centenares de entrevistas o llamadas telefónicas, lo que conlleva un más que apreciable margen de error. Según la última encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), publicada el pasado jueves, nada menos que casi el 70% de los electores ceutíes piensa votar al PP, y. además, con una alta participación, algo poco creíble a la vista de los antecedentes. Le atribuye veintiún escaños, solamente dos tanto a PSOE como a “Caballas”, y cero para los demás. Ahí hay algo que se aparece como bastante difícil de asumir, al menos a priori, y más en una ciudad donde la llamada “abstención técnica” es muy elevada.
Precisamente por ello, más le vale a los partidarios de Juan Vivas y del PP dedicar un ratito del domingo 22 a acudir al colegio electoral para depositar su papeleta (aunque luego se vayan a la playa o al vecino país) prescindiendo de la falsa idea de que todo está ganado sin que haya necesidad de molestarse en ir a votar.
Del mismo modo, los partidarios de las demás opciones no tienen por qué caer en el desánimo, pero tampoco deben dedicarse a crispar el ambiente. El voto es, sin duda, un derecho constitucional, pero también una obligación ética. Aquel ciudadano que, por comodidad, decide abstenerse, pierde toda fuerza moral para protestar, criticar o quejarse una vez que las urnas hayan dado cuenta de la voluntad popular.
Así que ni triunfalismos prematuros, que suelen ser muy malos consejeros, ni desánimos anticipados, ni ataques desaforados que después tengamos que lamentar. Lo cierto es que cuantos más electores acudamos a votar el domingo 22, más clara quedará la decisión democrática de los ceutíes.
Que gane el mejor. Si atendemos a las encuestas, y vista la gran diferencia que arrojan a su favor en cuanto a valoración entre los ciudadanos, ya cabe deducir quien es, por mucho margen de error que puedan tener.