Si en algo podemos estar de acuerdo la mayoría de las personas es en la importancia de la solidaridad en estos tiempos. El azote de las carencias ha hecho que se abran los ojos y el alma al intento de ayudar a aquellos cuya situación es peor que la nuestra, y que lamentablemente, son muchos.
Se puede dar comida, ropa, calzado, juguetes e infinidad de cosas que serán aceptadas con una sonrisa por aquellos que están atravesando una complicada cuesta diaria en el camino a la supervivencia.
Existen también otras necesidades fundamentales. Necesidades tan “simples” y básicas como las relacionadas con la salud, ese bien de incalculable valor y al que, valga la redundancia, no se valora en su justa medida hasta que empieza a ausentarse.
La sanidad pública española atraviesa momentos críticos. Tremendamente críticos. Pagar por las recetas, por el transporte sanitario, por determinados medicamentos… Se ha comenzado un proceso de privatización que avanza a pasos agigantados por una cuestión ideológica del gobierno que tenemos…hoy por hoy casi todo pasa por ese verbo: pagar. Y a veces, más de las que creemos, el pago de ese precio se hace difícil para quienes menos tienen.
La asistencia sanitaria como principio universal a aplicar ha quedado en un segundo plano y se ha priorizado el vil metal. La insensibilidad no debería tener cabida en cuestiones humanitarias precisamente porque deshumaniza. Hace que parezcamos desalmados frente al sufrir ajeno y hace que se caiga incluso en la desesperación cuando algo tan simple no es entendido.
Por supuesto, ello no es incompatible con una regulación adecuada de los recursos que tenemos pero cualquier regulación debe tener en cuenta que no se trata de camiones averiados, si no de personas que pueden tener hasta su vida en riesgo si no son asistidas.
Las ong´s, en el terreno que les ocupa, hacen todo lo que pueden y más por lograr esa sensibilidad del sistema sanitario actual con el que por cierto, son muchas las personas profesionales de la sanidad que discrepan de la restricción en su acceso pero que se encuentran entre la espada y la pared.
Es lo que les ocurre muchas veces a entidades sin ánimo de lucro, entre las que por citar un ejemplo se encuentra “Enfermos sin fronteras”, una asociación reconocida con la medalla a la autonomía de Ceuta y en la que las personas que la componen, todas de manera anónima, altruista y filántropa, cuya implicación es realmente heroíca aunque para ellos sea “solo” una cuestión de humanidad, se dejan la piel en ayudar a quienes precisan una asistencia sanitaria urgente e inmediata porque está en riesgo su vida. Y aunque muchas veces se encuentran con que se les cierran algunas puertas no pierden la motivación ni la esperanza por encontrar otra salida para ayudar al prójimo.
Seguramente porque el valor de las vidas humanas, que se supone incalculable, no debería conocer de límites ni de requisitos para salvaguardarlo, si no que debería estar por encima de ellos.
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