Ahora le toca el turno a Melilla. Su vicepresidente primero del Gobierno, Miguel Marín, insta al Gobierno de España a que pida ayuda a Europa para que a su vez, esta exija a Marruecos que abra las aduanas con las dos ciudades hermanas.
Espera Melilla que Europa, la que nos tiene abandonados, la que mira hacia otro lado con la situación de sus fronteras, intervenga para hacer algo. Puro politiqueo, puro mensaje publicitario para reactivar el tema sin sentido.
Europa tiene sus fronteras como unas trincheras, abandonadas, le preocupa nada y menos que no haya recursos, ni medios.
No ha intervenido en ningún momento en el drama generado y en la tensión vivida en todos estos meses con la inmigración. Asiste como una mudita a los incumplimientos constantes de la famosa hoja de ruta agenciada entre Marruecos y el Gobierno de España en cuanto a la consecución de una serie de normalizaciones fronterizas.
Aquí se mantiene una auténtica línea del infierno, sometida a criterios cambiantes, a colas y bloqueos constantes. Los ciudadanos son las víctimas de una situación que el gobierno de España prácticamente ignora o minimiza.
¿Cree sinceramente el señor Marín que a Europa le importa lo más mínimo lo que sucede con las aduanas?
Si no le ha importado lo ocurrido con decenas y decenas de desaparecidos y fallecidos en el espigón de la muerte, menos le va a preocupar que los gobiernos de las ciudades autónomas le exijan que se posicione.
Europa mantiene sus fronteras con el mismo desprecio de hace años, cumpliendo un cuento de nunca acabar que algunos políticos se lo han comido enterito, como si nada.
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