Termina de morir y lo nuevo no acaba de nacer”. Y ese fue el motivo por el que hace ya años surgió en Ceuta una polémica en torno a si se debía conservar o derruir el viejo cuartel de Las Heras de Ingenieros. Ganaron quienes defendían la demolición, y enseguida comenzó a ser derruido, pese a la fuerte oposición de instituciones y asociaciones de defensa del patrimonio, como el Instituto de Estudios Ceutíes, Hispania Nostra, Septem Nostra, etc, que tanto han hecho por el rico patrimonio ceutí. El Defensor del Pueblo admitió una queja a trámite para que el viejo cuartel no se demoliera, ya que se estaba tramitando su declaración como Bien de Interés Cultural; pero nada ni nadie lo libró de echarlo abajo. Efectivamente, aquella polémica surgió entre lo viejo que se resistía a morir: el histórico edificio; y lo nuevo que quería nacer: un nuevo cuartel a levantar sobre el solar del antiguo, presupuestado en casi 50 millones de euros, para ser destinado a la Guardia civil, que bien que lo necesita y lo merece; pero ello no es óbice para que uno entienda que un bien patrimonial tan histórico y cultural no se puede tirar tan a la ligera y sin antes haber dispuesto del presupuesto para construir el nuevo. Quizá hubiera sido mucho más económico y efectivo rehabilitarlo, que hubiera costado menos de la mitad y ahora Ceuta seguiría teniendo un edificio tan emblemático y útil para la Guardia Civil, dada su enorme amplitud; mientras que se ha quedado sin el edificio, se gastó mucho dinero en derruirlo y retirar escombros y la Benemérita sigue sin un cuartel digno. La premura en la toma de decisiones de los políticos solemos pagarla los contribuyentes.
Aquel viejo cuartel era uno de los edificios más antiguos de Ceuta y el único vestigio arquitectónico que quedaba de su antiguo Penal. Se construyó entre 1851 y 1871. Primero lo proyectó en 1751 el Ingeniero militar Carlos Luján; pero luego ultimó su diseño el capitán de Ingenieros Pedro Brozas y Garay, que en 1756 pasó a San Agustín (Florida) donde reformó el fuerte de San Marcos, obra maestra de la arquitectura militar. Tenía dos partes separadas, como si fueran adosadas, la más alta o presidio, y la más baja o cuartel, éste utilizado primero por un Regimiento de Artillería hasta 1910 en que lo ocupó el primer Regimiento de Pontoneros y Minadores recién creado en España, que tan buenos servicios ha prestado a la Nación y a Ceuta, permaneciendo en él hasta que en 1964 se dispuso que en el edifico del antiguo Parque de Artillería se construyera el Hotel La Muralla, año en que el Regimiento de Ingenieros se trasladó al viejo cuartel de Infantería 54, hoy reconvertido en distrito universitario. El cuartel tenía una capacidad para 1300 soldados y el presidio para otros tantos reclusos. Un informe emitido durante la visita que a dicho edificio realizó del 20 al 29-05-1797 el Inspector de Presidios, Francisco Zamora, decía: “El llamado presidio Principal (el de las Heras) es bueno y capaz de mucha gente, buenas y seguras cuadras al piso, con buen patio y ventilaciones. Hay brigada de encadenados, los destinados a galeras o por muertes o ladrones, están en cadenas, así como los que aquí no cumplen bien, roban, etc. Vi al paso al ´Galápago´, tan nombrado en toda España. Se reduce a una especie de silo donde ponen los reos famosos, de que abunda esta Plaza...”.
La semana pasada recibí un E-mail del Comandante Diego Prieto Cruz, muy amigo de mi hermano Emiliano (también Comandante) y mío, que se crió dentro del propio cuartel y que yo llegué a verlo de niño cogido de la mano de su padre, Emilio Prieto Delgado, que fue Brigada de Banda. Como también vi de niño muchas veces cogido de la mano de su padre, entonces Teniente Antonio García García, a mi buen amigo Manuel García, que luego siendo Coronel llegaría a mandar el mismo Regimiento de Ingenieros nº 7. Su padre era muy amigo de mi tío José Caballero. Diego Prieto me transmitía la honda pena que le daba no poder ya ver en pie tan emblemático edificio, que tan buenos recuerdos le trae a la memoria, así como el calamitoso estado en que se encuentra el único pedacito de edificio que dejaron en pie, el de la Central Telefónica Regional, desde la que se efectuaban todas las comunicaciones con el antiguo Protectorado. Y es que él sabía muy bien que con aquel correo también a mí me tocaba la fibra más sensible, porque en aquel cuartel de Las Heras hice yo la antigua “mili” doce años antes de que él ingresara con mi hermano Emiliano. El día 1-09-1958 llegué a él voluntario desde Extremadura, hace ya 57 años, cuando sólo contaba con 16, al Grupo de Transmisiones nº 1, porque allí estaba destinado mi tío, Capitán de Ingenieros, José Caballero Higuero, doblemente “caballero”, una vez por apellido, y la otra porque todavía lo era más por propios méritos y caballerosidad, en el más amplio sentido de la palabra. Entre las cuatro paredes de aquel cuartel consumí buena parte de mi juventud. Y aunque luego mi trayectoria personal la reorienté muy acertadamente hacia la Administración Civil del Estado, ese edificio hoy convertido en suelo y polvo encierra para mí hondas emociones y vivos sentimientos, ya que durante varios años fue el techo que me cobijó y en el que hice mi vida. Y ahí comenzó mi feliz idilio con Ceuta, en la que he permanecido 27 años en las tres veces que a ella quise venir voluntario.
Y es que fue viviendo en común, compartiendo con compañeros y amigos relaciones de servicio, de hermandad, de amistad, de unión y de mutuo conocimiento - que hoy todavía mantengo con casi todos aquellos ex compañeros voluntarios de Ceuta y que todavía me siguen invitando a la celebración del Patrón San Fernando - como entre sus paredes llegamos a compartir el compañerismo y la amistad, consumiendo juntos los mejores años jóvenes, compartiendo anécdotas, recuerdos, entusiasmos, satisfacciones, alegrías, ilusiones, y también inquietudes, penas y desencantos. Por eso guardo hacia el Arma de Ingenieros gran afecto y admiración, y, en particular, hacia Transmisiones, en la que me formé hasta en seis especialidades. Ese edificio era algo así como el altar erigido al recuerdo de miles de ceutíes que mostraban su preferencia por ingresar en él voluntarios, como también lo es de miles y miles de soldados del reemplazo que sirvieron forzosos en él, así como de miles y miles de reclusos a los que la Justicia les hizo dar con sus huesos en él, privados de libertad, que es uno de los bienes más preciados y anhelados por quienes están privados de ella. El cuartel albergó en 1910 al primer Regimiento Real de Zapadores Minadores que fue creado en España; en 1917, a la Maestranza de Ingenieros y Compañía de Telegrafía. En 1947 fue al Batallón de Ingenieros y una Compañía de Redes Permanentes. En 1957, al Grupo de Transmisiones nº 1, en el que ingresé yo voluntario en 1958, cuando sólo tenía 16. En 1960, del Regimiento de Ingenieros. Y en 1966 dejó de ser cuartel de Ingenieros porque el Regimiento lo trasladaron al de Infantería 54, hoy reconvertido en distrito universitario. Es decir, durante 50 años fue sede de Ingenieros, y desde el único pedacito que dejaron en pie, su Central Telefónica, se comunicaba con todo el antiguo Protectorado. Volví a visitar el cuartel el año 2008 con el amigo Francisco Montilla Mesa, Comandante, cuando ya se sabía que lo iban a derruir. Hacía medio siglo que no había vuelto a entrar en él. Me dio mucha pena verlo, con sus fachadas desprendidas, deterioros y en total abandono. Presentaba una imagen deprimente. Pero, aun así, me hizo mucha ilusión recordar y volver a entrar en el Cuerpo de Guardia, Sala de Bandera, al amplio y precioso patio de armas, las viejas oficinas, la sala en la que yo mismo impartía clases de radiotelegrafía, cifrado y descifrado de mensajes en criptografía y demás enseñanzas de transmisiones; volví a subir por las largas y empinadas escaleras por las que se accedía a las Compañías, y estuve en la que fue la mía de Radio; también en el cuarto de la extensa terraza en el que estaba instalada la Emisora de Radio, en la que tantos servicios de comunicaciones realicé enlazando con la Red de radio de todos los destacamentos que quedaban en el Protectorado; volví a recrearme divisando de nuevo la bella panorámica de Ceuta que se tenía por delante: las preciosas vistas hacia el Estrecho, San Amaro, San Antonio, Monte Hacho, García Aldave y, al fondo, las costas españolas, con la presencia siempre acariciada con el recuerdo y la mirada puesta en la Península, que tanto nos hacía evocar desde Ceuta a los familiares queridos atrás dejados. Sobre las baldosas que recubrían la terraza vimos escritas miles y miles de inscripciones que como recuerdo de su paso por el cuartel habían dejado escritas otros tantos soldados. El amigo Montilla tuvo la suerte de encontrar una por él rotulada casi 50 años antes. La arrancó para llevársela de recuerdo antes de que las máquinas excavadoras la trituraran. Me di cuenta de que no había ninguna con nombres grabados de Jefes, Oficiales, Suboficiales y Cabos 1º. El día 30 de mayo siguiente, festividad del Patrón San Fernando, publiqué un artículo en El Faro, en el que recogí hasta 151 nombres y apellidos con todos los que todavía recordaba del Regimiento.
Con el derrumbe de aquel viejo cuartel quedaron enterrados para siempre mucha historia de Ceuta, montones de recuerdos, trabajos, alegrías, penas y sufrimientos. Y es que, a veces los humanos deberíamos erigir ante nuestros ojos monumentos a la “incomprensión humana”, para que nos ayudara a ver y a comprender lo obcecados que tantas veces somos tomando decisiones prematuras y desacertadas, aunque se nos advierta de ello.