A medida que las comunidades de España experimentan nuevos casos de COVID-19, las personas se mantienen en cuarentena en un esfuerzo por proteger la salud de todos, la de nuestro país.
Desde que Herófilo de Calcedón (a.335) estudiara el cerebro y lo considerase el centro del sistema nervioso, todos los procesos cognitivos, psicológicos, emocionales y del comportamiento individual del ser humano han sido ligados al cerebro, lo que ha ido desarrollando hasta nuestros días la Neuropsicología actual. Ésta nos sirve para explicar los cambios en el funcionamiento neurológico de nuestro cerebro ante situaciones, como es el aislamiento social y privación sensorial.
Cerebro y cuerpo durante la cuarentena
Durante una cuarentena, algunas personas trabajan desde casa cuando normalmente para hacerlo se desplazaban a su puesto de trabajo, y otras practican el distanciamiento social para evitar contraer el virus. Aunque estas prácticas pueden ser indispensables para el objetivo principal en la pandemia y salvar vidas, pueden sin embargo tener efectos físicos y mentales negativos y, en algunos casos, graves.
Es probable que se encuentre en un estado desagradable, irascible, triste...después de un período de aislamiento social, ya que los humanos prosperan y sobreviven gracias a la interacción social. No sólo nos gusta relacionarnos si no que nuestro cerebro lo necesita, y si esto no ocurre, entonces enferma de diferentes formas y grados.
De hecho, las personas que tienen relaciones sociales más débiles tienen un 50% más de probabilidades de morir en un período determinado que aquellas con conexiones más sólidas, (según un metaanálisis de 2015 que incluyó a más de 308.000 personas).
Dicho de otra manera, estar solo equipara en mortalidad a fumar 15 cigarrillos al día. Es por eso por lo que privarse de las conexiones sociales, incluso temporalmente, no sienta bien, su cuerpo está tratando de decirle que se relacione y se mezcle con la gente para que, a largo plazo, se mantenga con vida.
Si pensamos en la soledad como una respuesta adaptativa como el hambre y la sed, es este estado desagradable el que nos motiva a buscar conexiones sociales al igual que el hambre nos motiva a buscar comida, según Julianne Holt-Lunstad, profesora de psicología y neurociencia en la Universidad Brigham Young en Utah (Estados Unidos). Por supuesto en una situación como una pandemia que requiere que reduzca o elimine su contacto cara a cara, es necesario soportar esa incomodidad para evitar efectos inmediatos y a largo plazo mucho más peligrosos.
Es de siempre sabido que los efectos de una disminución de la actividad física también pueden afectar nuestra mente.
Ya sea que esté confinado en una habitación porque haya estado expuesto al virus o simplemente esté trabajando desde su casa porque su oficina ahora lo requiere, esta reducción en la actividad física puede afectar seriamente a su cerebro (intelectual y emocionalmente).
Sirva de ejemplo el de los deportistas profesionales, atletas...Pueden experimentar ansiedad, agresividad y otros síntomas cuando se lesionan, en gran parte porque ya no tienen el mecanismo de afrontamiento que puede haber mantenido estos sentimientos a raya. Eso puede manifestarse como tristeza, irritación, frustración, ira y otras emociones incómodas. Además de la consabida atrofia muscular debida a la inactividad física, que comienza a partir de la segunda semana.
“Use it or loose it” (úsalo o piérdelo) es un cliché por una simple razón: es cierto.
Un estudio en el Journal of Applied Physiology sugiere que sólo dos semanas de inactividad pueden comenzar a hacer perder músculo en su corazón y la masa muscular esquelética.
Otro estudio encontró que los adultos obesos que hicieron ejercicio durante cuatro meses y luego se tomaron un mes de descanso perdieron la mayoría de las mejoras alcanzadas en su capacidad aeróbica, sensibilidad a la insulina y niveles de colesterol.
Los efectos de una cuarentena pueden ser además psicológicamente perjudiciales a largo plazo.
Según una investigación publicada la semana pasada en la prestigiosa revista médica The Lancet que incluyó 24 estudios previos sobre los efectos psicológicos de las cuarentenas durante los brotes de enfermedades, la experiencia puede conducir a síntomas de estrés postraumático, depresión, confusión, ira, miedo y abuso de sustancias. Las personas más vulnerables, según los autores del estudio, son aquellas que tienen o han tenido problemas de salud mental. Obviamente, la gravedad de los efectos depende de su situación, nivel cultural, personalidad e historial.
Las personas que experimentan síntomas de coronavirus y están en cuarentena en sus habitaciones o espacios cerrados destinados a tal fin, con toda probabilidad, les irá peor que aquellos que se sienten bien y quieren divertirse.
La forma en que una persona se ve afectada por un período de aislamiento social, o simplemente por interacciones reducidas, también dependerá de su personalidad. Si es muy extrovertido, que se nutre del contacto social, la experiencia va a ser más dura que si es un introvertido que se siente muy cómodo acurrucado en un sofá con un libro.
Prepararse físicamente
Para prepararse físicamente contra los efectos negativos de una cuarentena, considere un plan de entrenamiento en el hogar.
Todo lo que necesita es su cuerpo para hacer flexiones, sentadillas, abdominales...etc. Una silla también puede servir como banco para los ejercicios de tríceps. Si tiene un rodillo de espuma, tapete, o banda de resistencia, puede incorporar aún más variedad en su plan de ejercicios en el hogar. Por ejemplo, usando la banda para crear tensión y aumentar la potencia.
Abastecerse de algunos alimentos básicos saludables y versátiles, también, para ayudar a evitar sentirse demasiado lento. Y mantener una muy buena hidratación. Pueden ser necesarios complementos de vitamina D, ante la falta de exposición solar en algunos caos. Consumo de vegetales envasados, congelados o no, pescado, granos como el arroz y la pasta, y probar algunas recetas sencillas pero ricas en nutrientes como ensaladas de pasta y chiles vegetarianos. Desde luego evitar el consumo de alcohol y automedicarse, puesto que, y sobre todo en estas circunstancias, puede afectar desastrosamente a la convivencia y hacer sentir emociones que no son reales y/o exagerar otras.
Y sobre todo, MANTENER UNA RUTINA.
Mantener el contacto social Para hacer frente mental y emocionalmente a una cuarentena o a un contacto social reducido, contacte virtualmente con los demás. Gracias al desarrollo de las telecomunicaciones, estar en cuarentena hoy es menos tenso socialmente que hace sólamente una década. Herramientas como FaceTime, Facebook, Skype y resto de redes sociales pueden ayudar a aliviar algunas de esas respuestas desagradables a corto plazo y ayudarnos a sentir y mantener esas conexiones sin potencialmente ponernos en riesgo de estar expuestos al virus.
Se recomienda ser proactivo al acercarse a los demás y preguntar cómo les está yendo, mejorará su salud mental y la de ellos, ya que al menos experimentarán la percepción de apoyo, que puede reducir el estrés. El lado positivo de algo así como reducir el contacto con el mundo exterior es la capacidad de reducir la velocidad y conectarse con las personas más cercanas a nosotros.
Cerebro y estímulos
El cerebro está en continuo funcionamiento recibiendo y percibiendo multitud de estímulos simultáneos que le mantienen activo. Ante la falta de determinados sentidos, las zonas del cerebro destinadas a dicho sentido quedan liberadas, hiperactivas, y nos hacen sentir cosas que no son reales (como ocurre con la falta de un miembro, miembro fantasma, que aunque no está, sí la zona del cerebro que la registraba y ésta hiperfunciona produciendo no sólo la sensación de tener aún el miembro sino dolores y molestias en el mismo). Podemos incluso llegar a tener alucinosis o alucinaciones, visuales, auditivas...etc. ante la falta de estímulos reales. Todo esto sólo en casos extremos de aislamiento.
Fuentes: The Lancet, Journal of Applied Physiology, US News & World Report.
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